Monumentos arquitectónicos de Guadalajara

Placido Ballesteros
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Ocho grabados que representan edificios notables de aquella histórica ciudad (22 de febrero de 1877)

Monumentos arquitectónicos de Guadalajara

Tras el descanso veraniego iniciamos una serie de entregas en las que iremos dando a conocer los grabados de numerosos monumentos de la provincia que entre 1877 y 1888 fueron apareciendo en las páginas de La Ilustración Española y Americana . Todos los dibujos, de una gran calidad como ustedes podrán ir comprobando semana tras semana, son obra Isidoro Salcedo y Echevarría; un pintor y grabador hoy casi desconocido del que sólo hemos podido reunir los escasísimos datos que ofreceremos más adelante.

No obstante, tuvo que gozar de gran prestigio el señor Salcedo en su época, si atendemos al lugar destacado que ocuparon sus dibujos en las páginas de La Ilustración …, el periódico más prestigioso en el Madrid de aquellas décadas de finales del siglo XIX entre los que ofrecían material gráfico. 

La primera entrega apareció el 22 de febrero de 1877, bajo el título de Monumentos arquitectónicos de Guadalajara. Se trata de una lámina que ocupaba toda la plana de una de las páginas del número correspondiente a la edición de ese día. En ella el señor Salcedo realizó una composición con ocho dibujos en los que plasmó las siguientes imágenes: el exterior de la Iglesia de San Ginés, en el que se ve la fachada principal y la lateral que actualmente da a la calle Amparo; el exterior y el interior de Nuestra Señora de la Antigua, entonces parroquia de Santo Tomé; el Patio del Convento de la Piedad, entonces sede del Instituto, la Biblioteca y el Museo provinciales; el exterior de la Iglesia de San Miguel del Monte, hoy desaparecida; la Torre del Alamín, con el hoy también desaparecido Convento de San Bernardo al fondo; y la Portada principal y el Patio interior del Palacio del Infantado.

El realismo y el detalle con los que están realizados todos ellos nos transportan a la Guadalajara de las décadas de finales del siglo XIX. Época en la que la «piqueta municipal» (expresión con la que años más tarde el cronista provincial Layna Serrano denominó al proceso de abandono y destrucción que terminó con algunos de los monumentos más significativos de la ciudad) aún no había derribado algunos de aquellos edificios. Su valor testimonial me ha inclinado a ir dándolos a conocer en sucesivas entregas, en las que les iremos prestando la suficiente atención a todos ellos.

En todas las ocasiones, los grabados de los monumentos alcarreños reproducidos por nuestro pintor fueron acompañados por breves artículos salidos de la pluma del periodista Eusebio Martínez de Velasco, uno de los redactores principales de la publicación, encargado de comentar durante varias décadas todos los grabados publicados en sus páginas. 

En el caso concreto del texto que acompañó a los grabados que hoy presentamos se trata de unos párrafos divulgativos, en los que recoge los datos claves de la evolución de la ciudad tal como era presentada por la historiografía decimonónica cuando los datos históricos ciertos pugnaban aún con las leyendas y tradiciones recogidas por los viejos cronistas de los siglos XVI, XVII y XVIII. 

Compruébenlo ustedes mismos:

«En Guadalajara, cuyo nombre se menciona tantas veces rodeado de gloria imperecedera en los anales de nuestra patria, consérvanse todavía no pocos monumentos arquitectónicos que revelan bien a las claras el antiguo esplendor y grandeza de aquella celebre ciudad, que fue conquistada a los árabes por el valeroso caballero castellano Alvar Fáñez de Minaya, deudo cercano del insigne Ruy Diaz de Vivar.

Hállase situada, en suave pendiente, hacia la margen izquierda del rio Henares, llamado por los invasores mahometanos Wadilhadjara, o Río de las Piedras; ocupóla en el año 1060 el Rey D. Fernando I de León y de Castilla, y la reconquistaron definitivamente en 1085 las aguerridas tropas de D. Alfonso VI; concediéronla privilegios, mercedes y franquicias varios monarcas, y en 1460 fue titulada Ciudad noble y leal por D. Enrique IV; allí murió en 1495 el gran Cardenal de España D. Pedro González de Mendoza, que fue visitado en su lecho de muerte por los esclarecidos Reyes Católicos; allí se ratificó el matrimonio de D. Felipe II con Dª Isabel de Borbón en 1560, y el de don Felipe V con Dª Isabel de Farnesio en 1714; allí vivió durante largos años y murió en 1740 la piadosa Reina Dª María de Neubourg, viuda del desdichado D. Carlos II; allí nacieron los hidalgos varones don Juan de Gaona, que en el campo mismo de la batalla de Nájera disfrazó con sus propios vestidos al pretendiente D. Enrique de Trastámara, quedando él prisionero, y D. Pedro González de Mendoza, adelantado mayor de Castilla, que perdió la vida en la desgraciada batalla de Aljubarrota por salvar la de su Rey don Juan I; allí también tuvieron su cuna el famoso pintor Antonio del Rincón, el arquitecto Luis de Lucena y el profundo teólogo Álvaro Gómez de Castro, elegante y minucioso biógrafo del cardenal Jiménez de Cisneros.

En la pág. 120 presentamos varios grabados (según dibujo del natural, por el Sr. Salcedo) que reproducen algunos de los principales monumentos arquitectónicos que aún existen en aquella ciudad».

Completó su texto el señor Martínez de Velasco con una breve descripción de cada uno de los monumentos dibujados por nuestro pintor. 

Hoy ofrecemos los correspondientes a las ilustraciones del Patio del Convento de la Piedad y al Palacio del Infantado:

«El núm. 4 es una vista del patio y claustro del convento de religiosas franciscas de la Piedad, que fue fundado en 1524 por Dª Brianda de Mendoza, hija del segundo Duque del Infantado. Es un bello edificio, que ostenta en la portada esbeltas columnas y menudas labores entre los frisos, y que tiene una espaciosa nave adornada de crucería. El claustro, con lindísimo pórtico plateresco, tiene galerías alta y baja apoyadas en columnas corintias y con antepecho de caladas escamas, y su artesonado lo forman casetones y estrellas, en combinación simétrica. Ha desaparecido el sepulcro, en jaspe, de la ilustre fundadora, así como otros mausoleos notabilísimos por su mérito artístico. Hoy está destinado a Instituto, Biblioteca, Museo, etc.

Por último, los núms. 7 y 8 representan la portada principal y el patio de honor del famoso Palacio del Infantado, mandado construir a fines del siglo XV por don Iñigo Hurtado de Mendoza, segundo duque de aquel título, y dirigido por el arquitecto Juan Guas».