Durante años pavimentar y alquitranar las ciudades era símbolo de progreso. Los arboles estorbaban o se convertían en una amenaza cuando las tormentas arreciaban. Para evitar riesgos urbanos, daños en automóviles, daños en las personas, de manera preventiva se talaban sin piedad. La emergencia climática obliga a replantear estas medidas y apostar por incrementar las infraestructuras verdes para mitigar las temperaturas extremas. Se impone reverdecer, naturalizar las ciudades, siguiendo las reglas 3-30- 300, que traducido significa que cada vecino pueda contemplar desde sus ventanas 3 árboles, haya un 30 por ciento de verde en la ciudad y no tenga que andar más de 300 metros para acercarse a un parque que actúe como atemperante climático. Son las denominadas infraestructuras verdes. Que no son otra cosa que nuevas estrategias para devolver la naturaleza a las ciudades, demasiado asfaltadas, demasiado cementadas, demasiado calurosas por la retención diaria del sol. Cada vez resulta más evidente que abrir las puertas y ventanas al campo contribuye al mantenimiento de la salud física y sicológica de los ciudadanos.
Las ciudades más avanzadas son las grandes urbes que han aprendido que cualquier espacio vacío puede ser ocupado por árboles de gran porte, arboles pequeños, arbustos y setos. Y según nos vamos tropicalizando habrá que recurrir no solo a la vegetación autóctona sino a especies africanas o asiáticas mas adaptadas a las nuevas condiciones climáticas. El Ayuntamiento de Toledo ha iniciado tímidamente este proceso. Debe lanzarse más, ser más agresivos en todos los barrios, incluidos los del centro histórico, para lograr esa transformación verde urgente. De hecho el centro histórico disponía históricamente de una importante vegetación en los patios y jardines de las casas que la especulación urbanística se llevó por delante. Se impuso el ladrillo en lugar de la palmera, el granado, las moreras, las higueras o el membrillo. Todos formaban parte de nuestra infancia incluso sirvieron para encubrir el hambre de la postguerra. Así que toca revertir espacios duros que fueron proliferando en el ardor del cemento, del asfalto y de las influencias de espacios desnudos de inspiración nórdica.