Liz Truss tomó las riendas del Reino Unido con la idea de proporcionar una sacudida neoliberal al país y resucitar el espíritu de Margaret Thatcher, pero seis semanas de errores de cálculo y torpeza política han servido para fundir a quien aspiraba a convertirse en una nueva dama de hierro. Con su dimisión -anunciada ayer- culmina uno de los períodos más excepcionales y convulsos de la historia reciente británica.
El 6 de septiembre, con una visita a la reina Isabel II en su castillo de Balmoral, Truss iniciaba de manera oficial su mandato -tras ser designada la víspera-. No podía ser un buen augurio que la monarca muriese solo dos días.
Alcanzó el cargo aupada en las primarias por las bases conservadoras, que apreciaron su discurso desacomplejado y su propósito de dar un giro a la derecha en el país. Pero los cargos del partido apoyaban a Rishi Sunak.
Sin la legitimidad con la que contaba Johnson gracias a su aplastante victoria en 2019 ni un gran respaldo en sus propias filas, Truss aterrizó en Downing Street con pies de barro. Y el 23 de septiembre, su ministro de Finanzas, Kwasi Kwarteng, presentase la mayor bajada de impuestos en medio siglo, sin más plan para financiarla que endeudar al país; los mercados respondieron disparando la prima de la deuda y hundiendo la libra.
Ese día fue el principio del fin. A partir de entonces, solo pudo destituir a Kwarteng y enmendar una por una todas sus medidas, hasta llegar a la humillación final de ver al nuevo ministro de Economía, Jeremy Hunt, desmontar el pasado lunes por completo ante el Parlamento un plan lleno de «errores».
'BREXITERA' reconvertida
Antes de convertirse en primera ministra, Truss ocupó en el último año la cartera de Exteriores, desde donde desplegó una dura retórica contra Rusia y China, y dirigió un choque con la Unión Europea que todavía amenaza con derivar en una guerra comercial.
Ella fue la impulsora de la ley que permitirá a Londres incumplir el acuerdo del Brexit y se erigió en la primera defensora de las «oportunidades» que vislumbra el Reino Unido fuera de la UE, a pesar de que defendió con pasión la permanencia antes del referéndum de 2016.
Con fama de ser una política hábil en las distancias cortas, durante la campaña de las primarias y su corto paso por Downing Street crecieron las dudas sobre su capacidad de movilizar a las masas, especialmente como sucesora de alguien tan carismático como Johnson.
Crecida en una familia de izquierdas. Republicana durante su juventud en un país monárquico. Liberaldemócrata antes que tory. Truss fue capaz de superar todas sus contradicciones para crecer dentro del Partido Conservador con una carrera firme.
Sirvió en los gabinetes de David Cameron, Theresa May y Boris Johnson, quien le dio la gran oportunidad de su carrera al pasarla de Comercio Internacional (donde había fraguado los primeros acuerdos pos Brexit con terceros países) a Exteriores. Desde ahí, obtuvo el trampolín desde el que aspirar al plato fuerte, la Jefatura del Gobierno. Solo seis semanas después, la deja con la cabeza gacha y como un borrón, muy breve, en los libros de Historia.