La ciudad rememora la huella de la Academia de Ingenieros

Inmaculada López Martínez
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Cuando se cumplen 100 años del fatídico incendio que asoló esta institución, varias iniciativas culturales recuerdan la impronta que dejó su paso por Guadalajara

Imagen de archivo de la Academia de Ingenieros Militares de Guadalajara y de las exposiciones y actos organizados en la ciudad para conmemorar esta efeméride. - Foto: Biblioteca Virtual de Defensa / JCCM / Javier Pozo

En la noche del 9 al 10 de febrero de 1924, la ciudad de Guadalajara vivió uno de los sucesos más desdichados de su historia: el incendio de la Academia de Ingenieros Militares. Esta prestigiosa institución recaló en la capital alcarreña en 1833 «porque había unos edificios magníficos» que eran los que años atrás, entre 1719 y 1822, había ocupado la Real Fábrica de Paños. «Eran unos edificios muy potentes, en particular el Palacio de Montesclaros, con una gran cantidad de espacio disponible que venía muy bien para distribuir las aulas, los gabinetes y los talleres que necesitaba la academia, y el regimiento fue instalado en el cercano cuartel de San Carlos», detalla Pedro José Pradillo, historiador y técnico municipal de Patrimonio del Ayuntamiento capitalino.

Durante los casi cien años que la Academia de Ingenieros Militares tuvo su sede en Guadalajara, la ciudad se convirtió en el escenario de los avances más importantes del momento en el mundo de la técnica y la ingeniería, siendo también la cuna de la Aerostación y la Aeronáutica española. «Aquellos ingenieros tenían tal formación que se dedicaban a proyectar puertos marítimos, a desarrollar tendidos ferroviarios, a trazar caminos, erigir puentes y proyectar fortificaciones, muros de contención contra venidas y a diseñar todos los acuartelamientos del ejército cualquiera que fuese su utilidad. Estaban considerados unos técnicos de primer nivel», asegura Pradillo. No es de extrañar, por tanto, que esta ingente labor investigadora diera lugar a la creación, en 1896, del servicio de Aerostación en la capital.

Sobre esta cuestión,  Javier Segura, guía turístico y gran conocedor de la historia de la provincia, subraya que por las aulas de este organismo militar pasaron ingenieros, tanto profesores como alumnos, que después fueron «figuras importantísimas para la ciencia de nuestro país» tales como José Ortiz Echagüe, Mariano Barberán, Leonardo Torres Quevedo, Pedro Vives Vich, Alfredo Kindelán y Emilio Herrera Linares.  Todo ello supuso que Guadalajara «apareciese en el mapa y que fuera reconocida como sede de un centro de formación de primer nivel», apostilla Pedro José Pradillo.

Imagen de archivo de la Academia de Ingenieros Militares de Guadalajara y de las exposiciones y actos organizados en la ciudad para conmemorar esta efeméride.Imagen de archivo de la Academia de Ingenieros Militares de Guadalajara y de las exposiciones y actos organizados en la ciudad para conmemorar esta efeméride. - Foto: Biblioteca Virtual de Defensa / JCCM / Javier Pozo

Al margen su ingente actividad académica y científica, la Academia de Ingenieros Militares también trajo consigo un impacto económico y social de enorme calado en la capital por mover en torno al centenar de personas. «Los profesores vivían en casas alquiladas en el centro de la ciudad  y los cadetes también residían en casas particulares o en fondas ya que no estaba establecido el régimen de internado», indica el técnico municipal de Patrimonio, quien, como curiosidad comenta que fue en esta época cuando proliferaron las confiterías en la ciudad y surgieron los bizcochos borrachos, que eran «el recuerdo típico que los militares se llevaban cuando visitaban a sus familiares en sus lugares de origen». Así las cosas, la marcha de esta institución a Segovia en 1931, siete años después del fatídico fuego de 1924, significó «un verdadero mazazo» para Guadalajara. «Eran unas cien personas que dejaban de vivir, de consumir y de gastar en la ciudad», valora Pradillo.

En este sentido, Javier Segura especifica que el triste traslado de la Academia de Ingenieros conllevó una pérdida de población de 4.000 habitantes en la capital. «Se resintió la ocupación de viviendas y alquileres, bajó el comercio, la hostelería notó cómo disminuían sus beneficios además de haber menos  gente en las salas de proyecciones cinematográficas. Las sastrerías que en su momento tuvieron un gran auge por los encargos de ropa para profesores y cadetes, se vieron muy afectadas y la ciudad también echó en falta la colaboración en necesidades de tipo benéfico que daba la Academia», señala.

Actos

Imagen de archivo de la Academia de Ingenieros Militares de Guadalajara y de las exposiciones y actos organizados en la ciudad para conmemorar esta efeméride.Imagen de archivo de la Academia de Ingenieros Militares de Guadalajara y de las exposiciones y actos organizados en la ciudad para conmemorar esta efeméride. - Foto: Biblioteca Virtual de Defensa / JCCM / Javier Pozo

Precisamente, coincidiendo con el centenario de aquel funesto incendio, distintas administraciones han querido rememorar la huella que dejó este centro de carácter científico y militar en la capital mediante de la puesta en marcha de actividades culturales y divulgativas. El Ayuntamiento de Guadalajara ha organizado una exposición –cuya inauguración tuvo lugar el pasado martes y que podrá visitarse hasta el 19 de febrero en el hall de Teatro Auditorio– que recoge una veintena de dibujos originales trazados en torno a 1850 por alumnos de la Academia y que, afortunadamente, consiguieron salvarse del incendio.

Dichos dibujos, que han sido cedidos para la muestra por un particular del que son propiedad, están realizados en agua tinta y presentan distintos detalles y ornamentos arquitectónicos. «Es una colección preciosa que demuestra la habilidad que tenían aquellos jóvenes cadetes y la importancia que el dibujo tenía en su formación. De hecho, era una asignatura motivo de expulsión si no la aprobaban», relata Pedro José Pradillo, quien se ha encargado de comisionar esta exposición que también exhibe antiguas fotografías y  algún plano de la ciudad, incluido uno del parque de La Concordia firmado por el profesor y capitán de Infantería Ángel Rodríguez de Quijano y Arroquia. Todo ello se complementa con un curioso documental de nueve minutos que describe la Guadalajara de la época, cómo era y cuál fue la importancia de la Academia de Ingenieros y, por último, los detalles del incendio que acabó con buena parte de sus instalaciones hace un siglo.

Junto con esta exposición, el Consistorio capitalino ha preparado la conferencia que, bajo el título Valoración urbana y arquitectónica de la Academia de Ingenieros de Guadalajara, impartirá José Miguel Muñoz, doctor de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala, el próximo martes día 13 en la sala Tragaluz del Teatro Auditorio Buero Vallejo.

La Biblioteca Pública de Guadalajara también ha querido hacer su particular guiño a este aniversario histórico mediante la adecuación de un rincón expositivo en la Sección Local con reproducciones de las noticias de varios periódicos de la época que se hicieron eco del incendio así como manuales utilizados para la enseñanza en la Academia que custodia esta sección. Se une también la proyección de un audiovisual por recorre el interior del edificio a través de diferentes reportajes gráficos disponibles actualmente en la Biblioteca Virtual de Defensa. Esta muestra, que podrá visitarse durante los meses de febrero y marzo, tuvo como complemento con la interesante conferencia que Javier Segura ofreció el jueves sobre este episodio histórico, en el salón de actos de la propia Biblioteca de Dávalos.
A ello se suma la fantástica charla que protagonizó Pedro José Pradillo, este viernes, en el Centro Ibercaja y que estuvo acompañada de la presentación de un  audiovisual con fotos antiguas elaborado por Francisco Vacas y Manuel López con guión del propio Pradillo. «Mucha gente de las nuevas generaciones no sabe que aquí estuvo la Academia de Ingenieros. Es obligación de las administraciones recordar aquellas páginas brillantes o no tan brillantes de la historia de la ciudad para saber cuál ha sido el devenir de nuestra comunidad», concluye el historiador.