Una obra costumbrista de Enrique Mélida y Alinari

Plácido Ballesteros
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Guadalajara en 'La Ilustración Española y Americana'

Una obra costumbrista de Enrique Mélida y Alinari

Tres de los hermanos Mélida Alinari, Enrique, Arturo y José Ramón, alcanzaron un merecido prestigio en los ambientes culturales de la España de la segunda mitad del siglo XIX. Eran hijos del jurista y diputado a Cortes Nicolás Mélida y Lizana y de la florentina Leonor Alinari y Adarve.

Arturo fue un destacado escultor (Tumba de Cristóbal Colón, en la Catedral de Sevilla, 1891) y arquitecto (reconstruyó el convento de San Juan de los Reyes, en Toledo).

José Ramón, catedrático de la Universidad Central de Madrid y Académico de la Historia, es considerado como el padre de la arqueología científica española.

Por su parte, Enrique, que era el mayor, tras hacer primero la carrera de Derecho y trabajar unos años como letrado del Tribunal de Cuentas, se dedicó desde 1864 a su verdadera afición, la pintura. De ese año es su primer cuadro expuesto en público, titulado “El verdugo y su víctima”, por el que consiguió una mención honorífica en la Exposición de Bayona, en Francia.

Antes, en 1862, había participado en la fundación de la revista “El Arte en España”, en la que a lo largo de los años publicó diversos aspectos de erudición y crítica artística, entre los que cabe destacar los dedicados a la Escuela de Pintura de Madrid y a los “Aguafuertes de Goya”.

En 1866 presentó varias obras a la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid, alcanzando muy buenas críticas entre los aficionados madrileños. Los especialistas en la pintura del siglo XIX nos informan que desde entonces concurrió a todos los certámenes nacionales, y varios internacionales celebrados en Paris y Viena. Su prestigio era tal que fue uno de los ilustradores de varios de los Episodios Nacionales de Pérez Galdós aparecidos entre 1882 y 1884. En 1883 se instaló en Paris tras casarse con su prima María Bonnart Alinari. En la capital francesa formó parte del Jurado Internacional de la Exposición Universal de Paris de 1886.

Entre todas sus obras, el cuadro que acarró más fama y popularidad a Enrique Mélida fue el titulado “Se aguó la fiesta”, presentado a la Exposición Universal de 1876, con el que consiguió la Segunda Medalla; el cuadro pasó a formar parte de la colección del Museo Moderno de Madrid y posteriormente de El Prado. Aunque el cuadro original se perdió en un incendio, la iconografía de la obra (un toro bravo negro aparece por sorpresa ante un grupo de jóvenes que está merendando en el campo) es muy conocida, pues fue reproducido en numerosas revistas, tarjetas postales e, incluso, en objetos diversos como abanicos y jarrones.

De la misma temática costumbrista son otros cuadros presentados a la exposición de 1871: “Se encontró la jaca”, “Picador herido llevado a la enfermería”, “La viuda” y “Un esquilador”, que por su fecha de realización podemos poner en relación con el dibujo de nuestro “Melero”, publicado en la Ilustración en mayo de 1870.

Por lo correcto y la perfección plástica de los trazos de la cara de “El Melero”, que deja traslucir no sólo sus cualidades físicas, sino también su estado de ánimo, la obra entronca también con otra de las facetas de Mélida, la de retratista, que le dio suficiente fama como para que numerosas familias de la aristocracia y la alta burguesía madrileña le realizara encargos de numerosos retratos, de los que el Museo del Prado conserva varios ejemplos.