María Antonia Velasco

María Antonia Velasco


Interferencias

10/01/2022

El planeta habitado por la humanidad es como una gran interferencia en medio del sosiego. A veces nos llega desde el cielo una retórica desconocida, abriéndose paso en torno al ruido de fondo. Los científicos lo bautizaron así: la aguja de información útil en un pajar de interferencias.
Esa aguja de información útil viene chocando con las basuras que nuestra tecnología ha logrado poner en órbita, abriéndose paso entre el polvo estelar, abriéndose camino entre viejos cometas de barba cana. Sale apenas indemne del griterío cósmico, del aullido solitario de las estrellas muertas, de las enanas blancas y esquiva esos fantásticos horizontes de sucesos que rodean la trampa mortal de los agujeros negros. Por cierto, se me ocurre que podríamos instalar un buen infierno en aquellos lugares, para que la gente vaya allí a expiar sus culpas, pues las culpas nos están robando sitio en este mundo cómodo y fantástico que habitamos los hombres y sus bestias. ¿Cómo conseguir que esa pandilla de talibanes caiga en un agujero negro y sufran allí desesperadamente una derrota a cambio de la victoria que les ha regalado el tonto de Biden?
El mundo sería más limpio si no existieran los dioses. Lo primero que dijeron los hombres sobre el mundo según el principio antrópico, es que las propiedades del Universo están condicionadas por nuestra propia existencia.
O sea, el hombre lo mancha todo, lo pone todo hecho un asco. 
Aparte de lo expuesto hasta aquí, quiero lamentarme de este aspecto que presenta el Universo. Existe el covid, la luz sube de precio, no se pueden hacer botellones, estamos condenados a vivir bajo una máscara.
Lo dijo J. Barrow: el universo es tan vasto debido a que no podíamos ocupar otro menor. La estructura del universo está ligada a que haya vida inteligente en el Planeta Tierra y posiblemente en otro menores o mayores. Para ser racionales, necesariamente tenemos que vivir en un espacio tridimensional, condición sine qua non para poder descodificar las informaciones que recibimos.
Todo lo que nos rodea, está preñado de misterio. El mundo no es acogedor y la contemplación intelectual de lo que somos, hiela el alma, la abruma, pero también la consuela porque somos los más inteligentes de los animales con los que convivimos.
Mientras mundo tan proteico se expande estólidamente siguiendo una bella ecuación, en los observatorios astronómicos las antenas esperan recibir el murmullo del otro lado del Universo. 
Suceden infinitas cosas enigmáticas. Dormidos en sus tumbas, los faraones egipcios dejan abierta en su pirámide una puerta para que entre el viento magnético del desierto. El reloj circadiano de la cigarra de Ohio hace permanecer a miles de cigarras bajo tierra diecisiete años en estado de ninfa hasta que llega la salida unánime, el apareo y la muerte. En el día floral de Linneo, la flor oreja de gato se abre constantemente a las seis de la mañana mientras la de la pasión lo hace a mediodía. 
El científico Boltzman se suicida el 5 de septiembre de 1906 porque no logra reconciliar la termodinámica con la mecánica cuántica y, en el 1993, Drake de la Nasa nos informa de que es posible la existencia de unas cien mil civilizaciones semejantes a la nuestra. Díganme si no es este mundo una historia de amor y lujo.