El latido del Alto Tajo

Antonio Herraiz
-

Preside Rumbo Rural, una plataforma formada por más de un centenar de jóvenes que se resisten a que sus pueblos caigan en el olvido. Tiene 25 años y desde el pasado marzo vive y trabaja en El Recuenco, donde están sus orígenes

El latido del Alto Tajo

Llegamos a El Recuenco en el epílogo de sus fiestas patronales en honor a la Virgen de la Bienvenida. En la terraza del bar es complicado encontrar una mesa libre, un buen puñado de niños corretea por los alrededores y los cocineros preparan la caldereta que volverá a reunir a todos los vecinos quizá por última vez este verano. Es una foto fija que, en cuanto llegue septiembre, se habrá quedado en un espejismo; la imagen fugaz de cada año en los pueblos del Alto Tajo que, irremediablemente, se asoman al silencio del otoño.

En perfecto estado de revista -poco habitual en un joven de 25 años después de toda la movida de la fiesta- nos espera Enrique Collada (Alcalá de Henares, 1997). El final del verano no va a suponer especial cambio para él. En marzo fijó su residencia en El Recuenco, el pueblo de sus abuelos paternos, donde sigue desarrollando su actividad profesional. Kike es ingeniero informático y de telecomunicaciones y tras varias experiencias en la empresa privada se ha dado de alta de autónomo para trabajar como consultor independiente. «Toda la infraestructura que necesito se reduce a un ordenador, aunque echo en falta la fibra óptica». Es el único lamento que pronuncia durante la conversación y, para los urbanitas de su generación que se empiecen a hacer preguntas, zanja todas las dudas que puedan surgir: «Estar aquí es un privilegio. No supone ningún sacrificio».  

Kike vive intensamente todas las actividades que se organizan en el pueblo. «Siempre me ha gustado colaborar. Cuando éramos adolescentes en las gymkanas, después en la semana cultural y en cualquier sarao que nos surgía o nos pedían ayuda». En pleno confinamiento, junto a otros jóvenes del Alto Tajo, se les ocurrió subir a Instagram varias stories para comenzar a moverse y poner en común ideas que sirvieran de oportunidad de desarrollo en cada uno de sus pueblos. En apenas 24 horas, tuvieron la respuesta de 60 jóvenes, lo que no deja de ser un logro. En la mayoría de los casos no se conocían, porque estamos hablando de pueblos de sierra con importantes distancias entre sí. A Arbeteta y Poveda les separan 50 kilómetros por carretera; entre Armallones y Villar de Cobeta hay más de 35 kilómetros y no de autopista precisamente.  

Esa primera toma de contacto es el origen de Rumbo Rural, la plataforma que ha conseguido en muy poco tiempo llevar a todas las instituciones -incluidas las europeas- una ambiciosa agenda urbana. Son 33 acciones concretas con las que quieren convertir el Alto Tajo en una zona atractiva para vivir y trabajar. Saben que es una comarca muy despoblada, con una densidad de población que apenas supera los 1,5 habitantes por kilómetro cuadrado, pero huyen del discurso llorica y, por supuesto, de términos como España vacía o vaciada. «Estamos en un territorio con unas potencialidades inmensas. Se trata de ver las oportunidades y de saber aprovecharlas». Rumbo Rural aglutina ya a más de 130 jóvenes de 8 municipios - Peralveche, El Recuenco, Arbeteta, Armallones, Villanueva de Alcorón, Poveda de la Sierra, Peñalén y Zaorejas- y tres pedanías -Huertapelayo, Villar de Cobeta y Villaescusa de Palositos- que completan la Mancomunidad del Alto Tajo. Hay ingenieros, economistas, historiadores del arte, diseñadores gráficos, publicistas y un variado elenco de profesionales que han decidido dedicar parte de su tiempo libre a los pueblos donde nacieron sus padres, sus abuelos o sus bisabuelos. 

Rumbo Rural ha puesto el horizonte en el año 2030 para poder ejecutar todas las medidas incluidas en la agenda urbana del Alto Tajo, que está sirviendo de proyecto piloto para el propio Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana. Y en ese camino se están encontrando con problemas latentes que lastran el crecimiento de todos estos pueblos. «No hay viviendas disponibles. La mayoría son segundas residencias cuyos propietarios no quieren alquilar. Y luego hay casas muy viejas, inhabitadas durante todo el año, que no están en venta y las que se venden tienen precios muy altos para la zona, además de tener que asumir después una reforma casi completa». 

Kike anima a todos los que sigan manteniendo un nexo regular con sus pueblos a empadronarse. «A cualquier capital, un empadronado más o uno menos le da igual. En cambio, en esta zona es muy importante para tener más voz y también para que los ayuntamientos dispongan de más recursos económicos». Es una nueva generación con un proyecto serio a la que hay que escuchar. Han desplegado una amplia batería de ideas renovadoras que ahora tienen que ejecutar los que tienen la responsabilidad y capacidad de hacerlo. A Kike le dejamos en El Recuenco soñando; no con lo que fue, sino con lo que puede llegar a ser su pueblo y todo el Alto Tajo.