La presencia de la mujer en la vida política está garantizada y normalizada en la provincia pero no a todas las escalas. Aunque se ha avanzado mucho, la mayor parte de las instituciones locales y provinciales de Guadalajara están encabezadas por un hombre y existe una excepcional presencia femenina.

En Guadalajara capital, la Alcaldía de la ciudad, la Delegación de la Junta del Gobierno de Castilla-La Mancha o la Diputación Provincial están dirigidas por hombres; mientras que la Subdelegación del Gobierno sí que está al mando de una mujer, Mercedes Gómez.

En el periodo democrático, solo una mujer ha sido alcaldesa de la ciudad de Guadalajara, Blanca Calvo; dos han presidido la Diputación Provincial, María Antonia Pérez León y Ana Guarinos; una ha sido delegada de la Junta de Comunidades en Guadalajara, Magdalena Vario; y otras dos como subdelegadas del Gobierno, la actual, Mercedes Gómez, y Araceli Muñoz.

Además, en estos momentos, la representación política en las instituciones sigue siendo desigual en casi todas las administraciones públicas. En el Ayuntamiento de Guadalajara, de 25 ediles solo ocho son mujeres; en la Diputación, de 25 diputados electos solo hay nueve mujeres; de cuatro senadores solo una mujer, Riansares Serrano; de tres diputados en el Congreso solo una mujer, Magdalena Valerio; o de cinco diputados regionales solo dos mujeres, Ana Guarinos y María Jesús Merino. Donde sí encontramos paridad es en la estructura de la Junta de Comunidades en Guadalajara, con reparto de las diez delegaciones provinciales a partes iguales entre hombres y mujeres, y con un reparto casi similar en las diez consejerías que están dirigidas por cuatro mujeres, una de ellas de Guadalajara, Bárbara García Torijano. 

Según los datos del Instituto de la Mujer, a nivel nacional, una de cada cuatro personas que ostenta un alto cargo en una administración pública es una mujer. 

corresponsabilidad. El testimonio de 18 mujeres que dedican parte de su vida la política y que ejercen cargos de responsabilidad dentro de sus partidos y en instituciones deja claro que, a pesar de que existe una igualdad formal reconocida en la Constitución y la Ley para la igualdad efectiva de mujeres y hombres, lo cierto es que, como otras féminas en otros ámbitos, encuentran dificultades a la hora de acceder a los puestos de mayor responsabilidad porque  entienden que tienen que realizar un esfuerzo mayor que un hombre para reunir méritos; en muchos casos, se ven solas en las mesas de reunión y en las fotos y, en alguna ocasión, han tenido que soportar comentarios machistas sobre la compatibilidad de su vida familiar con la política, especialmente con las ausencias cuando son madres.   

Porque hay testimonios que dejan patente que existe un sentimiento de culpabilidad por restar tiempo a la crianza de los hijos o al cuidado de personas mayores, desgaste por acaparar la organización del hogar, no tanto por el reparto de las tareas domésticas como por el desgaste mental de estar pendientes de la logística de la casa y las responsabilidades filiales; y también una cierta rebeldía por querer decidir por una misma su implicación en su trabajo. 

Las que tienen menos edad reconocen, además, que la juventud también les ha penalizado en algunos momentos, sintiendo que les miran como si fuesen unas «niñas» o unas «crías» en un despacho.

En el mundo rural, a veces, estas dificultades se multiplican por la falta de recursos. Y esta situación se complica para aquellas que no tienen pareja pero sí hijos. En ambos casos, consideran fundamental el apoyo de familia y amigos.

Y si existe un mensaje común a todas ellas es que una mujer puede hacer lo que se proponga, siempre que ella misma no se ponga los límites porque anteponga otros intereses a sus proyectos personales.