Miguel Romero

CATHEDRA LIBRE

Miguel Romero


Curacas

09/06/2025

Cuando uno ha estudiado la historia de las civilizaciones de América, Centro y Sur especialmente, y analizas su evolución, puede parecer admisible la existencia de Curacas, una palabra derivada de la voz quechua al referirse al hijo primogénito de mayor edad que va a dominar una amplia región y tendrá bajo su poder omnimódo a miles de indígenas. Eran tiempos, tal vez cuya exigencia pudiera permitirse licencias de tradición y donde la religión mantenía el espíritu de una subsistencia. Aún así, tampoco sería excusable, especialmente si se aplicaba el término omnímodo.
Sin embargo, en estos tiempos de modernidad, donde la humanización ha perdido tanto sentido, no debería ser comprensible, y mucho menos admitido, que señores del gobierno, en países o estados de corte democrático, puedan convertirse en Omnímodos, Tiranos, Oligarcas, dominando –no solo sus sociedades- sino la de parte de un mundo que no pretende más que vivir su propio destino.
Las economías determinan los mercados y por ende, las sociedades en función de la utilidad que cada pueblo exige o requiere; pero la moralidad debe estar muy por encima de la economías de mercado, de los condicionantes de poder; de las decisiones políticas cuando el ser humano, pierde su libertad y se convierte en un número de una sociedad controlada.
¿Cómo es posible que señores como Trump, Putin o Netanyahu alcancen ese poder 'omnímodo', cuya definición es absoluto, total, íntegro, todopoderoso, decidiendo sin filtro alguno –convención, constitución, senado, congreso- los destinos de millones de seres humanos?
Las sociedades, las mismas que hemos colocado –con torpeza y, en una importante parte, con encasillamiento- a estos dirigentes somos responsables, y si ha habido equivocación o los resultados son injustos e inmorales, deberíamos hacer valer nuestros ideales sociodemocráticos (los que nos enseñaron y aprendimos de nuestros padres y abuelos)  y provocar negativas definitorias ante la injusticia, el abuso, la indecencia o la inmoralidad. No se puede perdonar nada si está en juego la vida del ser humano y mucho menos, aceptar las decisiones de 'locos' que deciden según haya dormido esa noche o amanezca esa mañana.
En un siglo XXI, cuando la tecnología está llegando a límites –posiblemente incontrolables-, el ser humano debería sentir que «la vida se viven en momentos, no en respiros», y que si nos dejamos llevar nunca llegaremos a ser libres del todo para, de esa manera, ser un ser digno, consecuente consigo mismo y de conciencia tranquila.