Por encima del lodazal en el que se ha convertido la política, asoma ahora el 'pendrive' con información comprometedora para la derecha de una supuesta periodista de investigación – la profesión, sinceramente, cada vez está peor – que ha decidido renegar de su auténtica vocación de fontanera, para dedicarse a limpiar de sospechas las cañerías del Partido Socialista y del Gobierno.
La tal Leire Díez, de cuyos trabajos periodísticos apenas hay constancia en las hemerotecas, es una joyita. Una intrépida reportera, a la que le pusieron las pilas hace una semana en Ferraz, y le montaron una rueda de prensa – sin preguntas, como sólo podía esperarse de este esperpento – para avisar a navegantes de la profesión y a políticos de la derecha de que la bomba lapa - en sentido metafórico – la accionarán sus padrinos contra la UCO, los jueces y los informadores nada afines al régimen.
Aunque el espectáculo sea deprimente, no hay mejor desatascador de tuberías, ni mejor ventosa, ni mejor máquina del fango, que las amenazas de expandir la suciedad por las cañerías del adversario. En medio de este olor insoportable, sin ambientador que logre combatirlo, cualquier persona con sentido común – porque el sentido de Estado hace tiempo que se coló por el sumidero – diría: hasta aquí hemos llegado.
Este país no merece tanto bochorno, ni tanto sinvergüenza. Los escándalos ya no dejan ver el bosque y van creciendo, sin solución de continuidad, como si el siguiente pudiera hacer olvidar al anterior. El panorama es desalentador, aunque se nos recuerde que España, por mucho que lo ha intentado a lo largo de su historia, jamás ha conseguido autodestruirse. Cualquier político decente debería echarse las manos a la cabeza y plantarse, pero prefiere no correr el riesgo de perder los cargos y los sueldos que ahora tiene.
A mí siempre me ha llamado mucho la atención la manera de entender la transparencia y la regeneración democrática de nacionalistas vascos y catalanes. El PNV, que provocó la caída de Mariano Rajoy por los casos evidentes de corrupción en el Partido Popular, ahora se tapa la nariz y calla, no vaya a ser que la derecha consiga en unas elecciones anticipadas mayoría absoluta y deje de nutrir y abonar sus prebendas y privilegios.
¿Cómo puede presumir un partido como el PNV de ser implacable con la corrupción política en la coyuntura en la que estamos? ¿A quién pretende engañar Aitor Esteban, mientras las alcantarillas huelen que apestan? ¿Dónde reside la honorabilidad y decencia de la formación política que ahora preside?
Me imagino la reacción de los nacionalistas y de los partidos que están a la izquierda del PSOE, si el fiscal general del Estado nombrado por un gobierno del PP tuviera que sentarse en el banquillo de los acusados por 'revelación de secretos', o si la mujer y un hermano de Mariano Rajoy hubieran sido investigados o imputados por diferentes delitos. O si un ministro nombrado por José María Aznar organizara juergas en Paradores o colocara a sus amigos, amiguitas y supuestas sobrinas en empresas públicas.
Creo que Leire Díez, en su empeño por dignificar la profesión periodística, está dispuesta a ponerse el casco, el mono y las botas para llevar a cabo la limpieza general de tuberías y alcantarillas. Ya se encargarán los socialistas de explicarle a la susodicha de dónde vienen los olores.
Porque, aunque el aire venga de la izquierda, para ellos, el origen de la corrupción siempre proviene del 'costado derecho'.