Llegaron en 2011, año fundacional del movimiento 15 M, exigiendo "democracia real" porque -ellos- "no eran marionetas en manos de políticos y banqueros". De la mano de Pablo Iglesias, profeta de la causa que les había prometido "asaltar los cielos", acamparon en las plazas de las principales ciudades españolas, rodearon después el Congreso al grito de "¡No nos representan" y más tarde, ya con el nombre de Podemos, en 2015, consiguieron, vía elecciones, entrar en el Parlamento con 69 diputados.
Lo demás, más que historia es crónica política. Primero Iglesias urde un moción de censura contra Mariano Rajoy con Pedro Sánchez como pantalla, después Sánchez le nombra vicepresidente y le concede soberanía exclusiva sobre varios ministerios en los que coloca a quienes, como Irene Montero o Jone Belarra, le habían acompañado en su particular "larga marcha". Después, como el malogrado Mayakovsky, Iglesias comprobó que el ideal revolucionario se estrellaba contra la vida cotidiana y, al dejar el Gobierno, la España que les había votado descubrió que había estado apoyando a un conjunto de políticos sin otra preparación que la ira y la soberbia de quienes siempre creían tener razón por haberla tenido alguna vez.
Montero se empecinó en la defensa de una ley mal hecha técnicamente y no quiso rectificar pese a que había beneficiado a más de mil delincuentes sexuales rebajando sus condenas y excarcelando a otros cien. Tras los resultados del pasado 28 M, las ministras de Podemos seguían en el Gobierno pero Unidas Podemos prácticamente había desaparecido del mapa local y autonómico. La anticipación de las elecciones generales les ha pillado en pleno desconcierto y , siguiendo la muy acreditada tradición de las organizaciones comunistas, en plena actividad cainita. La pelea es por ocupar una plaza en la lista que pueda presentar Yolanda Díaz en nombre de Sumar- la última máscara de Izquierda Unida.
Pero Díaz no quiere a Montero, a quien hace responsable de parte del fiasco de Podemos. Y, a falta de horas para cerrar las listas, el panorama en el llamado "espacio" de la izquierda a la izquierda del PSOE es lo más parecido a lo que ellos señalaban cuando denunciaban a la "casta": un quítate tú que me pongo yo. ¿El problema de fondo? Colocar a Irene Montero, Ione Belarra y Pablo Echenique en puestos de la lista que puedan salir. A eso ha quedado reducido aquél gran trueno de hace solo doce años cuando Pablo Iglesias anunciaba que venían para que "el miedo cambiara de bando". Sic transit.