Javier López

NUEVO SURCO

Javier López


Lo progresista es la democracia

11/06/2025

Llevo unos cuantos días dándole vueltas a los siete años de Pedro Sánchez en el Gobierno.  El otro día escribía que niego la mayor: el carácter progresista con el que Sánchez etiqueta su periodo en la Moncloa. La naturaleza de los pactos con la derecha nacionalista catalana y vasca lo hace difícil al ser este un sostén para políticas basadas en el privilegio de unos territorios sobre otros.  Quiebra la igualdad entre los españoles.  También es discutible que en estos años se haya reducido la precariedad, a pesar de medidas como el aumento del salario mínimo y la reducción de la jornada laboral. Es verdad que los datos de empleo no son negativos y que hay que remontarse hasta los años previos a la gran crisis financiera de hace más de quince años para encontrar parámetros parecidos,  pero la naturaleza del  trabajo que se crea no tiene una gran calidad. Predomina lo temporal, la media jornada y los empleos ligados a la hostelería. El pluriempleo se ha convertido en una realidad creciente. En el fondo, la clase media languidece y engordan los extremos: los que pueden costearse una buena vida frente a los que tienen que ir tirando con pocas vacaciones y varios empleos, necesarios todos para llegar a fin de mes en condiciones aceptables. Es verdad que en las increíbles circunstancias adversas de los últimos años, sobre todo la pandemia, se hizo un esfuerzo por desplegar el llamado «escudo social» aunque en gran medida se financió con un gran respaldo monetario europeo que no existió en la época en la que primaba la austeridad. 
Otra cosa que pone muy en cuestión el carácter progresista de este periodo es la resistencia a las  urnas. Pedro Sánchez es un resistente nato, pasará a la historia como el presidente que fue hilando legislaturas sin haber ganado nunca de una forma clara unas elecciones. Ha ganado investiduras, has construido aritméticas parlamentarias, que en esta última legislatura se han manifestado como especialmente ineficaces. Casi es noticia cuando el Gobierno consigue aprobar alguna ley con el respaldo de sus socios, el bloqueo es continúo,  el decreto se ha convertido en lo más habitual. En  estas condiciones lo más normal sería acudir a los españoles y que fueran las urnas las que clarificaran la situación, al menos abrir esa posibilidad. No es lo que está sucediendo. 
No hay nada más progresista que llamar a los ciudadanos a que digan cual son sus preferencias. Enrocarse en la idea de que una aritmética parlamentaria formada con mimbres dispersos y contradictorios es lo que quieren la mayoría de los españoles no deja de ser un relato muy flojo para mantenerse en el poder a toda costa, de forma obsesiva. Resistirse a abrir las urnas no es un comportamiento muy progresista por más progresista que se diga que es un gobierno. Los últimos acontecimientos enturbian especialmente la situación:  la fontanería, la fiscalía etc
El circo que se formó alrededor de  Leire Díez, la llamada «fontanera de Ferraz», pone de manifiesto la degradación total de todo lo que rodea a Pedro Sánchez. Inaudito el procesamiento  del Fiscal General del Estado, García Ortiz. Más allá de los «peros» que se le quieran poner, es algo absolutamente inédito en democracia que habría exigido  una respuesta inmediata y no tardía. Dicen que Pedro Sánchez, el gran resistente, está esperando una buena ventana de oportunidad a ver si le vuelve a salir la jugada bien, es decir, volver a construir una aritmética ganadora. Por complicado que parezca, nada es descartable. Si eso ocurre seguiremos en el mismo clima en el que estamos ahora, pero aún más enrarecido. La otra opción es una victoria del PP, más o menos amplia, y un acuerdo con Vox, algo que no es del agrado de Feijóo que prefería llegar a algún tipo de acuerdo al viejo estilo con el PNV, que no está por la labor y no lo va a estar, o ensayar un acuerdo inédito en España con el PSOE, imposible con Sánchez y también improbable en un PSOE sin Sánchez. Un pacto de ese calibre causaría una gran fractura dentro de las bases socialistas. Se mire por donde se mire la situación es endiablada y el oxígeno que nos hace falta se vislumbra poco y mal. Pero si no hay urnas ni siquiera hay posibilidad de respirar un poco de oxígeno.