Si hay algo que caracterice a todas las sesiones de control al Ejecutivo en el Congreso -y también en eel Senado- es su previsibilidad, que todas se van a desarrollar según el mismo patrón, el ataque inmisericorde del líder de la oposición tomando como referencia las últimas noticias sobre los supuestos casos de corrupción que afectan al entorno del Gobierno, y la respuesta del jefe del Ejecutivo con la loa de sus logros económicos. Para las réplicas y contrarréplicas se guarda la sal gorda, Feijóo sube el tono ante la llegada de un apocalipsis autoritario que arrasará el sistema democrático, mientras Sánchez recuerda que Feijóo también se tiene que tapar porque en su biografía, en lo que ocurre en su partido y en su álbum de fotos hay algunas instantáneas en las que tampoco sale favorecido.
En esta ocasión, con el fiscal general del Estado a punto de sentarse en el banquillo por la instrucción del juez del Tribunal Supremo, Ángel Hurtado, las novedades del debate siempre las aportan los segundos espadas, y sobre todo del portavoz parlamentario del PP, Miguel Tellado, a quien le gusta más la brocha gorda que la fina ironía: ha llamado a Álvaro García Ortiz "el siervo más dócil del puto amo". Y si, sin medias tintas, el PP ha denunciado que el Gobierno ha acusado al juez Hurtado de prevaricación, por haber afirmado que "hay jueces que hacen cosas difíciles de entender" lo mínimo esperable sería una reacción de condena de todas las asociaciones de fiscales con el mismo tono diapasón por las palabras de Tellado, por insultar a quien encarna la sexta institución del Estado.
Si se leen las opiniones de juristas expertos de todos los ámbitos sobre el futuro procesamiento -se da por previsible- del fiscal general del Estado, la conclusión es que unos apuestan por la necesidad de que presente su dimisión para preservar la dignidad de la carrera, sin entrar en el fondo del asunto, mientras que quienes le piden que resista prefieren centrarse en la endeblez de los indicios por los que se va a asentar en el banquillo de los acusados y la inexplicable pirueta del juez que señala que La Moncloa sería el autor intelectual del delito de revelación de secretos sobre la evasión fiscal del novio de Isabel Díaz Ayuso. Ha tenido la oportunidad de investigar sobre esa pista, no lo hizo, pero abona la sospecha.
No es solo que nadie haya salido a defender la dignidad del fiscal general es que otro juzgado sigue dándole vueltas al cuadrado formado por Pedro Sánchez, Begoña Góméz, Víctor de Aldama y Air Europa. De nada sirve que la Comisión Europea haya validado la operación, que el Tribunal de Cuentas la considere limpia, que la Audiencia Provincial de Madrid haya cortado las alas al juez Peinado en este asunto, porque ahora el Tribunal Superior de Justicia de Madrid, ha pedido a la Oficina de Conflicto de Intereses del Gobierno que investigue, a petición del PP, si Begoña Gómez influyó en el rescate de Air Europa, dado que esta recibiría -que no lo hizo- financiación de Globalia. Sin temor a equivocarse es fácil vaticinar que este organismo responderá lo que ya ha dicho, como es fácil prever que el recurso de súplica del fiscal general ante el juez Hurtado será desestimado.
Es decir, todo dentro de la más absoluta previsibilidad, el enfrentamiento Sánchez-Feijóo como diálogo de sordos, las impertinencias de Tellado, la defensa de los jueces por los suyos y el silencio sobre los agravios a los demás.