Javier López

NUEVO SURCO

Javier López


La exclusión social

06/03/2024

Hace unos días, mientras andábamos ocupados con las golferías de Koldo García a cuenta de las mascarillas, conocíamos también un dato preocupante: el aumento del número de españoles en riesgo de pobreza o exclusión social, que sobrepasa ya el veinticinco por ciento. Esto quiere decir que al menos uno de cada cuatro españoles están en esa situación, agravada tras la pandemia, y con factores determinantes y negativos como los altos precios y el estancamiento brutal en muchos sectores de los salarios, por más que el aumento del salario mínimo pretenda ejercer un efecto de amortiguación.
Los datos son de lo más preocupante, y se nos pasan más desapercibidos de la cuenta al estar, como estamos, ocupadísimos con las cuitas de la política y las piruetas que se hacen desde la presidencia del Gobierno de España por mantener a toda costa el poder no sabemos muy bien a cuenta de qué proyecto de largo alcance para el país, más allá del deseo evidente de Pedro Sánchez de seguir siendo presidente cueste lo que cueste.
La pobreza y la exclusión social aumenta, y esto quiere decir que para un número creciente de españoles no tienen sentido las cábalas que hacemos otros y que nos resultan normales:  que si cuantas cenas con amigos se pueden hacer este mes, que si donde se va a ir de vacaciones, que si donde puedo ir de excursión de fin de semana esta primavera, que cuanto me voy a gastar en cosmética para la piel. Para uno de cada cuatro españoles una crema hidratante es un lujo imposible de asumir, más aún pensar en una semana de vacaciones en el mes de agosto.
Lo fácil es decir que la culpa de todo la tiene un gobierno estrafalario basado en extrañas aritméticas  y un presidente cegado por la ambición personal, porque puede ser en parte cierto, en parte solamente. Pero los factores que están contribuyendo a esta situación no van a cesar con un inquilino distinto en la Moncloa. Sería muy ingenuo pensar en lo contrario. Desgraciadamente hemos llegado a un punto en la evolución de nuestra sociedad donde las causas de los males son estructurales y globales. La época del bienestar amplio y bastante generalizado, las clases medias bien nutridas y con un poder adquisitivo aceptable, parece haber llegado a su fin.  Vamos de nuevo, y así lo indican los expertos más rigurosos, a una sociedad dual con una fuerte brecha entre los pudientes y los que se tendrán que ir apañando reduciendo al máximo los gastos, apretándose el cinturón y tratando de eludir el territorio de la frustración que se llama pobreza y exclusión social, allí, donde según los últimos datos, viven instalados más de un cuarto de los españoles
Es cierto que la amplia gama de ayudas sociales derivadas de las administraciones públicas y la potencia que tienen en España organizaciones benéficas hacen que esta situación sea menos visible y no se produzcan estallidos sociales de gran envergadura. El problema surgiría cuando ese volumen de ayudas sean difíciles de sostener o los flujos de solidaridad disminuyan. Otro factor a tener muy en cuenta es la cultura de familia que existe entre nosotros, de manera que el núcleo familiar es en muchos casos un colchón de primer orden que evita el impacto más brutal con la cruda realidad de la pobreza. Este colchón ha sido especialmente generoso en los últimos quince años, desde que estalló la gran crisis financiera en torno a 2010, con la participación creciente en el sostenimiento de los hijos en paro o con trabajos precarios de los padres pensionistas, auténticos botes salvavidas para personas sin grandes expectativas, en muchos casos mayores de cincuenta años con difícil retorno al mundo laboral.
Estos son los mimbres de la exclusión social en nuestro país. Con este panorama, fijado en los últimos datos conocidos, es difícil hablar como algo generalizado de vacaciones de verano, cine o teatro el fin de semana, excursiones jugosas en los puentes, o restaurantes un par de veces al mes cuando un número importantísimo de españoles no pueden ni planteárselo, están excluidos, y lo único que pueden hacer es ver la forma de llegar a fin de mes sin caer en la quiebra más absoluta. Cualquier gobierno para el que esta no sea la cuestión prioritaria, y esté en otras cuitas, no merece estar ni un minuto más al frente de una sociedad que ya en un alto porcentaje sobrevive o vive de puro milagro