No acierto a perimetrar las causas de que un asunto recurrente en los Juzgados de Familia (¿o alguien piensa que lo de Juana Rivas es especial?) se haya convertido en un culebrón que abre los telediarios y conmueve a la sociedad española. No sé si también a la italiana.
Los motivos verdaderos se alojan allá donde se juntan los caminos de lo judicial con lo emocional. De eso va el asunto. De resucitar al sabio Salomón para que parta al niño (Daniel, 11 años) entre el padre y la madre sin abdicar de ninguno de esos dos planos de la convivencia entre las personas. Lo malo es que uno está regulado y el otro no. La parte regulable del culebrón nos remite al imperio de la ley: un menor de edad no es "justiciable" sino "tutelable". El otro plano, el afectivo, no se puede regular porque es adaptativo y nos remite a la intransferible subjetividad del sentimentalismo en un ser humano.
Me sorprende la posición de los ministros del Gobierno de Sánchez, que se han identificado públicamente con el discurso afectivo de la madre, Juana Rivas, y no con las decisiones de los tribunales italianos y españoles (se llama Estado de Derecho), que han otorgado al padre, el italiano Francesco Arcuri, la custodia legal del niño. El ministro Bolaños dice que el llanto de Daniel pidiendo quedarse con la madre le ha dejado "mal cuerpo". Y la ministra de Juventud e Infancia, Sara Rego, ha reprochado públicamente al fiscal y a al juez de guardia que normalizaran el regreso a Cerdeña (Italia) del niño, después de pasar siete meses con la madre en Granada, sin haberle preguntado antes si quería estar con mamá con papá.
Pero Salomón no estuvo en el punto de encuentro fijado por un juez de Granada para que el martes pasado, siguiendo los protocolos establecidos en la causa sobre la crianza de este hijo de padres separados (insisto, que no es el único en España ni en Italia), Juana Rivas, condenada por un delito de secuestro (de sus propios hijos), devolviera al niño a su padre, Francesco Arcuri, condenado por violencia doméstica (2009), pero custodio legal del hijo menor de la pareja.
Procede en este punto rogar al sabio Salomón que se manifieste en Granada sobrevolando los aspectos judiciales y desoyendo la banda sonora del feminismo oficial antes de repartir equitativamente la carga de la prueba entre el padre y la madre. Los dos son culpables de su incapacidad de concertar el bienestar de Daniel. O sea, en evitar por encima de todo, el sufrimiento del niño.
Ante ese bien superior, por encima o al margen de lo judicial, en vísperas de la nueva cita para la entrega al padre, anunciada para este viernes en Granada, Francesco y Juana tienen la palabra. Lo primero es el niño. Sin necesidad de montar un melodrama antes las cámaras, como apunta la gran Maite Rico en su columna de El Mundo.