Las columnas de Salomón tienen nombre propio; Boaz y Jaquín. Dos inmensas columnas metálicas que estaban colocadas en la entrada del pórtico del Templo de Salomón en Jerusalén, que siempre han tenido un significado esotérico y metafórico en representación de la sabiduría, la fortaleza y la estabilidad.
En ese contexto metafórico, las dos últimas columnas salomónicas del Ministerio de Transportes y Movilidad Sostenible, del que dependen Renfe Operadora, como encargada de la explotación y los servicios ferroviarios; y Adif, como gestora de la infraestructura ferroviaria, también tienen nombre propio: Óscar Puente y José Luis Ábalos, esos dos grandes paradigmas de la política, símbolo de la toma de decisiones independientes, firmes, valientes, equilibradas, justas. Puente y Ábalos, Boaz y Jaquín, las columnas ministeriales que simbolizan la capacidad de tomar decisiones firmes de integridad política, con fundamento exclusivo en la eficiencia y alejadas de cualquier ideología, comportando así seguridad y confianza en los usuarios del servicio ferroviario. ¿Qué puede pasar?
De esa inconmensurable sabiduría nació el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, una puerta flanqueada por las columnas salomónicas en la denominada «Estrategia Indicativa Ferroviaria», con el objeto claro de «crear un instrumento sectorial, que contribuya al proceso de toma de decisiones en materia de infraestructuras ferroviarias, dotándolo de mayor coherencia y efectividad».
Ante tanta previsión y eficiencia, empeñados nuestros salomónicos Ábalos y Puente (con dedicación exclusiva, como sabemos), en transformar, modernizar y mejorar el servicio y la sostenibilidad de la red ferroviaria, es más que evidente que tanto las incidencias del pasado lunes, afectando a más de once mil viajeros por los descuidos en la seguridad de la línea de alta velocidad entre Madrid y Andalucía, así como el caos habitual con las continuas deficiencias en la infraestructura ferroviaria, con más de mil incidencias de la red de Cercanías de Madrid en los últimos años, y también las de las 'Rodalies' catalanas, pese la ingente partida de fondos europeos que han ido a parar a las arcas de Adif y Renfe, provienen y son causa directa, sin duda, de una conjura internacional y planetaria de corte judeo-masónico y fascista.
Como siempre, la teoría conspirativa que viene a explicar el fracaso de tanto esfuerzo, eficacia y conocimiento. La existencia de ese grupo poderoso, maligno y siniestro que se empeña en poner trabas a todo lo que con tanto esfuerzo se han currado los ministros Ábalos y Puente.
«España es extraordinaria», viene reiterando Sánchez esta semana, exaltando la actitud de los españoles ante las crisis del apagón, del atasco ferroviario o de cualquier desgracia. Concretamente, con relación al apagón nacional que sufrimos recientemente, dice que «la gente circuló con prudencia, ayudó a sus vecinos y se reunió con sus familiares y con sus amigos y que en nuestras calles se mantuvo un clima de seguridad y de confianza».
Pues nada, a tragar.