Javier del Castillo

Javier del Castillo


Nos tienen manía

20/05/2025

En Eurovisión nos tienen también manía. Seguimos aferrados al «La, la, la» de Massiel, desde hace 37 años. Y poco más. Casi 70 – muchos de ustedes no habían nacido – llevando nuestro arte a un Festival de Eurovisión que nos da la espalda. Ni por activa ni por pasiva conseguimos convencer a los jurados y telespectadores del certamen musical más antiguo de Europa de nuestra inconmensurable aportación al mundo de la canción melódica.
Cuando no es por una cosa es por otra, pero el caso es que nuestro palmarés se resume en una victoria en solitario (la de Massiel) y en otra compartida por Salomé con otros tres participantes de otros tantos países en 1969, año después de haber ganado Eurovisión nuestra «Tanqueta de Leganitos». Es cierto que hemos logrado puestos de honor en algunas ediciones, pero nunca acabamos de rematar la faena. Subimos al podio con Chanel, Anabel Conde y Mocedades (que me acuerde) y dejamos buen sabor de boca con Rosa López, entrañable vencedora de la primera «Operación Triunfo».
Ni siquiera con los cantantes españoles más reconocidos internacionalmente, hemos logrado vencer a los elementos, obstinados como están en impedir que seamos los primeros. Raphael no pasó del séptimo puesto con «Yo soy aquel» en 1966 y Julio Iglesias tuvo que conformarse con el cuarto en 1970 interpretando «Gwendolyne». Tampoco lo tenía fácil el intérprete de «La vida sigue igual». Ganar una tercera convocatoria, después de dos victorias consecutivas de España (Massiel y Salomé), hubiera sido demasiado para los organizadores del invento.
El concurso de Eurovisión ha resistido el paso del tiempo, con más pena que gloria, pero nunca decepciona. La participación de Remedios Amaya en el certamen de 1983 tiene un significado muy especial para el firmante de esta columna. La cantante trianera aceptó el reto de representar a RTVE, a propuesta del nuevo equipo directivo, encabezado por José María Calviño. Ya está bien de tomarnos el pelo. Hay que romper moldes y acabar con la música melódica imperante en Eurovisión, debieron de pensar los directivos del primer gobierno socialista. «Es el momento de dar a conocer a Europa nuestras raíces flamencas», le escuché decir al entonces director de Programas de TVE, Ramón Gómez Redondo.
Remedios Amaya era la mejor candidata para ese cometido. Llegaba de Triana (Sevilla) dispuesta a mostrar a los vecinos europeos nuestro arte y nuestro orgullo flamenco. La canción «¿Quién maneja mi barca?» no consiguió ningún voto. La barca naufragó, dimos el cante, pero también demostramos al casposo festival que no estábamos dispuestos a ocultar nuestras identidades y diferencias.
Guardo en algún lado la entrevista que le hice a Remedios – encantadora y gran artista – en mayo de 1983 (la semana anterior a su actuación festivalera) para el suplemento dominical del diario «Ya», donde yo entonces trabajaba como meritorio. Fue una de mis primeras portadas: mi modesta aportación a un festival que va acumulando trienios, sin perder el interés mediático ni la atención de la audiencia.
Las expectativas creadas en esta reciente edición, con Melody y la canción «Esa Diva», se vinieron abajo en el momento en que RTVE decidió dejar constancia de su apoyo a la causa palestina. Las normas del concurso son las que son y tampoco había necesidad alguna en poner sobre el papel la opinión de nuestro gobierno sobre los bombardeos de Israel en la franja de Gaza. 
Cada cosa en su momento. El Festival de Eurovisión es muy sensible a factores externos. Por lo tanto, nos tuvimos que volver a casa con 37 votos y el antepenúltimo puesto. La próxima vez podríamos mandarles a María Jesús Montero.