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Editorial

La tozudez de mantenerse en el poder contra viento y marea

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El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ofreció ayer el balance del curso político antes de las vacaciones, justamente cuando se cumplen dos años desde las últimas elecciones generales. A mitad de la legislatura, el socialista volvió a pecar de 'insensatez política', pues aunque se comprometió a presentar este año el proyecto de presupuestos, algo que ya ha incumplido otras veces, volvió a descartar una convocatoria anticipada de los comicios, ni siquiera aunque no consiguiera aprobar las cuentas antes de marzo de 2027. No es la primera vez que el presidente promete que va a presentar los presupuestos y luego no lo hace. En 2024, la consigna del Gobierno era que lo harían para que los grupos «se retrataran». Nunca los enviaron al Congreso. Muchos dogmas políticos han desaparecido en los últimos años, pero todavía pervive la idea de que si un presidente no logra aprobar los PGE porque no tiene apoyo parlamentario, tiene que convocar elecciones. De hecho, el propio Sánchez lo aplicó en 2019 cuando, tras tumbarle las cuentas ERC, disolvió las Cortes y hubo generales en abril. 

Más allá de si debe llamar a los españoles a las urnas, algo que rechazó con tozudez durante su balance del curso político, no está claro cuándo presentará el Gobierno ese proyecto de presupuestos para 2026, tras dos años con ellos prorrogados, pues tan solo confirmó la voluntad del Ministerio de Hacienda de aprobar después del verano la senda de déficit y el techo de gasto, el paso previo a las cuentas, algo que hace que ya acumule retraso el proyecto presupuestario. No obstante, lo más complicado para Sánchez no es presentar una iniciativa, que será «mejor desde el punto de vista social» según dijo, sino contar con los votos suficientes en el Congreso para sacarla adelante. Tras el deterioro en la mayoría parlamentaria de la investidura y los últimos reveses en el Parlamento, nadie cree que Sánchez vaya a lanzarse a llevar un proyecto de presupuestos sin un acuerdo previo que le permita sacarlo adelante, lo que previsiblemente nos aboca a nuevas concesiones a los partidos independentistas y radicales. Habrá que estar atentos, incluso, a si finalmente se produce esa reunión con Puigdemont que ha podido evitar hasta ahora.

El presidente esgrimió el «optimismo de los datos frente a los cenizos de siempre», en referencia a la oposición, y se refugió en el crecimiento económico para justificar su 'aguante' hasta el final del la legislatura, pase lo que pase, a pesar de que es consciente de que no va a poder sacar adelante la mayoría de sus propuestas legislativas ante la división y los intereses contrapuestos de sus socios de investidura. Aunque ciertamente, la legislatura dura cuatro años, empecinarse en continuar hasta el final a pesar de no poder 'gobernar' es claramente una decisión errónea que solo demuestra su adicción al poder.