Los libros de historia hablan del «arbitraje europeo» como travesuras de seres casi demoníacos que perpetraban maldades ignominiosas. Actuaciones varios puntos por encima de «imparcial» y muy cercanas a «atraco a mano armada» en aquellos tiempos oscuros en los que, dicen, equipos enviaban maletines, viandas y hasta prostitutas a las habitaciones del colegiado en la víspera de un choque para recoger beneficios al día siguiente sobre el césped. Sucedía… o no, porque rara vez lo veíamos: eran tiempos sin taquígrafos ni televisión ni VAR, y no había que disimular en absoluto.
Ahora sí. Ahora disimulan. Han perfeccionado su arte. Algunos -como le sucedió a Benoit Bastien con la Real Sociedad en Manchester- están puliendo esa técnica que consiste en beneficiar sin contemplaciones pero con disimulo al grande o al local. Otros, como Marciniak, son genios del trile. Como tiene espaldas y pintas de haber desalojado bares de madrugada, mitiga las protestas con relativa facilidad. Pero en esas «jugadas 50/50» que comentó Hansi Flick, las dudosas, es buenísimo. El mejor en su área.
¿El penalti de Cubarsí a Lautaro? Solo la cámara lenta del VAR, frame a frame, descubre que no fue un espectacular 'tackle' del central. ¿El posible penalti de Mkhitaryan a Lamine? El primer contacto es fuera, pero esa misma cámara lenta (que ahora no se revisa) habría dado la razón a Marciniak -que pitó penalti- porque hay otro contacto sobre la línea y un tercero, cuerpo contra pierna, dentro del área. ¿La falta de Dumfries a Gerard Martín en el 3-3? Hay un contacto leve, quizás también revisable por la trascendencia de la jugada, pero nadie le dice «ven a verla». La vieja Europa y sus códigos...