Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


Amenaza en el aire

16/05/2025

Llevamos décadas buscando inteligentes excusas para enfrentarnos a nuestras responsabilidades, por eso somos europeos. Incluso los que no han sufrido todavía el daño irreparable de la irresponsabilidad social, desean alcanzar dicho estatus. Muchos creían que era un bonito sueño y no se daban cuenta de que, en el fondo, es una pesadilla más propia de Wes Craven.

Es prematuro analizar la estrategia de Donald Trump sobre Ucrania; incluso, el vocablo estrategia puede que sea generoso. A ciertos niveles las decisiones desvelan consecuencias no previstas que con el tiempo llevan a la parálisis de los gobernantes o a empecinarse en el error. Los analistas entrarán a detalle sobre el tema y que cada uno saque sus conclusiones.

Resulta más fascinante profundizar sobre la deriva intelectual, vital y sentimental de Occidente. Colectivamente las sociedades están enfermas, porque individualmente lo estamos. Hay muchas causas para ello. La que más me interesa es la incertidumbre.

Honestamente, creo que son muy pocos los elegidos para gestionarla sanamente. Incluso los que triunfan en la tarea, es más por su confianza absoluta en no verse golpeados por ella que en una fortaleza propia.

Hay muchos tipos y en diferentes campos, antes lo llamábamos mala suerte y nos quedábamos tan a gusto. Cierto es que cuando las circunstancias te golpean, la magnitud del impacto puede ser terrorífico. No voy a enumerar los miedos e inquietudes que nutren la ansiedad cotidiana. Tampoco voy a disertar sobre la evidencia de que la mayoría de dichas incertidumbres son banales en el fondo, porque la percepción personal es la clave de la historia.

A mi juicio, el gran problema de Occidente es que nos han contado una milonga y nos la hemos creído de cabo a rabo. Tenemos derecho a la felicidad. Nadie duda de esta afirmación y hasta el más duro se la cree. Un golpe, por pequeño que sea, se magnifica al romper ese derecho sacrosanto. Nos pasan cosas que impiden alcanzar ese legítimo estatus y encima algún fanático nos dice que la voluntad no puede ser el árbitro de nuestra naturaleza.

La ley natural, el puro sentido común, es una linterna en la oscuridad y si la apagamos nos perdemos en todos los sentidos. Es una opción vital errónea, porque no elude el problema, sino que lo incrementa. La luz no impide las caídas, sino que nos perdamos. Dar sentido a nuestra existencia nos acerca a la felicidad, pero no la garantiza. Sin ella solo queda el vacío.

ARCHIVADO EN: Ucrania, Donald Trump