Compromiso contra la pobreza

Antonio Herraiz
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Entre sus planes de juventud, contempló la posibilidad de acudir como misionera a zonas de pobreza extrema. Encontró su sitio como voluntaria y desde hace ocho años es la delegada diocesana de Manos Unidas en Guadalajara

Compromiso contra la pobreza - Foto: Javier Pozo

Hubo un tiempo, no demasiado lejano, en el que un buen puñado de estudiantes de colegios e institutos querían ser misioneros. Ese proyecto de vida se le pasó por la cabeza a Elena Garvía (Segovia, 1961), aunque no fue más allá de una idea pasajera. «Me casé con 21 años y, a partir de ahí, cambias cualquier plan que pudieras tener». La misión era otra. A su marido le destinaron a la central nuclear de Zorita y se vinieron a vivir a Pastrana. Elena terminó Derecho en la Universidad de Alcalá, pero no encontró oportunidades profesionales para ejercer la abogacía en el medio rural. «Siempre había contemplado el voluntariado como una opción para realizarme como persona. Cuando mis dos hijos tuvieron cierta autonomía, decidí implicarme de lleno en Manos Unidas, una organización que yo conocía desde niña porque mi madre colaboraba». 

La historia de Elena está unida de forma muy directa a religiosas como la misionera María Teresa del Rosario García. En su etapa de estudiante en Logroño, esta última descubrió la desigualdad de recursos que hay entre los países del norte y los del sur y sintió la llamada. Acabó Magisterio y ejerció como profesora antes de viajar a Burkina Faso, uno de los países más pobres del mundo. Allí se consagró a las Religiosas de la Asunción y comenzó su andadura que, durante cuatro décadas, le ha llevado también a Togo y a Camerún. Ha trabajado con niñas abandonadas, despreciadas, sin ningún tipo de educación. Y con el apoyo de Manos Unidas consiguió levantar una escuela. «Nosotros nunca financiamos el 100% de ningún proyecto. Por muy pobre que sea el país al que va dirigida la ayuda, tiene que aportar algo. La mano de obra en esos casos es esencial y todos se implican y participan». 

El testimonio de esta religiosa logroñesa ha servido de lanzamiento para la campaña de Manos Unidas contra el hambre en Guadalajara: Frenar la desigualdad está en tus manos. «Nuestra principal tarea es sensibilizar a la población para que conozca cuál es la realidad de los países del sur, que generalmente son más pobres y menos desarrollados». Ese movimiento que hace alguna década se palpaba entre los jóvenes, proclives al voluntariado y a la misión, no atraviesa su mejor momento. «Es un trabajo que tarda en ver sus frutos y los jóvenes de hoy quieren la inmediatez. Además, en demasiadas ocasiones, ven a África demasiado lejos». Ese trabajo de sensibilización se potencia en colegios e institutos. Con proyectos de huertos verticales, con campañas para concienciar a nuestros jóvenes y con iniciativas novedosas como el Festival de Clipmetrajes, en el que los chavales muestran en un corto de un minuto las condiciones de desigualdad en las que viven los más empobrecidos. 

Guadalajara es una provincia solidaria con Manos Unidas. El pasado año recaudaron 236.000 euros, de los que la mitad les llegó de aportaciones particulares, suscripciones y entregas anónimas. A esto hay que añadir el dinero de los más de 70.000 euros que recaudan en las parroquias y los colegios durante colectas como la de este domingo. «Cuantos más voluntarios seamos, a más gente podremos llegar, y por eso tenemos que convertir el voluntariado en un gesto atractivo y necesario». En este aspecto, si nos comparamos con otros puntos de España como Andalucía o Galicia, estamos en clara desventaja. 

Elena Garvía ha pertenecido a la Comisión Permanente de Manos Unidas en el conjunto de España. Es el núcleo duro de esta organización de la Iglesia Católica donde se supervisan todos los proyectos que se van a ejecutar. «Es un trabajo muy importante porque no todos se aprueban y hay que justificar muy bien los motivos. Además, se fiscaliza hasta el último céntimo que se gasta en un ejercicio de total transparencia que se desarrolla a través de una auditoría externa». El año pasado pusieron en marcha 474 proyectos en medio centenar de países desfavorecidos y en vías de desarrollo. Tienen muy claro que sus prioridades pasan por llevar agua y saneamientos donde no disponen de ese bien tan preciado y fomentar la educación en los rincones donde el porcentaje de analfabetos es casi total. «El futuro de miles de personas está en nuestras manos y mirar hacia otro lado no soluciona nunca nada».