Una ermita de Hontoba entra en la Lista Roja de Hipania Nostra

Redacción
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Hace tiempo que la cubierta de la ermita de la Virgen de los Llanos se hundió, y todo ella presenta un alarmante estado de ruina general.

Imagen del estado actual de la ermita de la Virgen de los Llanos. - Foto: Hispania Nostra

Hace tiempo que la cubierta de la ermita de la Virgen de los Llanos, en Hontoba (Guadalajara), se hundió, y todo ella presenta un alarmante estado de ruina general. Los vecinos continúan celebrando la histórica romería de su Virgen cada segundo sábado de mayo, portando la venerada imagen desde la iglesia parroquial de San Pedro hasta la ermita. Pero al llegar sólo encuentran montones de escombros y una fachada que se mantiene en pie a duras penas.

El templo se encuentra en estado de ruina. Ha perdido un gran esquinal, cuyo desplome se debe no solo al paso del tiempo, sino también a la sustracción de piedra. Los restos se encuentran rodeados de maleza, consecuencia del completo abandono del inmueble.

Por estos motivos, la ermita de la Virgen de los Llanos, en Hontoba (Guadalajara), acaba de ser incluida en la Lista Roja que elabora la asociación Hispania Nostra (https://listaroja.hispanianostra.org/) y que recoge más de 1.300 monumentos españoles que se encuentran sometidos a riesgo de desaparición, destrucción o alteración esencial de sus valores.

Tanto sus orígenes como la fecha en que se construyó son imprecisos. Según la leyenda, la Virgen se apareció ante un pastor de la región y le manifestó su deseo de que se le erigiera un templo. Por su parte, el historiador Aurelio García López considera que la ermita pudo haberse asentado sobre una primitiva atalaya defensiva de la Orden de Calatrava, aunque otros indicios señalan la posible existente de una capilla que daba cobijo a la Virgen desde el siglo XIII.

Junto a la ermita se instalaron los monjes jerónimos de Tendilla, haciéndose cargo del culto en el templo. La ermita sirvió también de lugar de retiro para miembros de la nobleza, como lo fue de Íñigo López de Mendoza a mediados del siglo XVI. Tiempo después, en torno a 1700, la ermita experimentaría una reconstrucción, de la que datan los restos actuales, de estilo barroco.

Es de planta de cruz latina de una sola nave y bóvedas de cañón en los cuatro brazos rematados con una cúpula sobre el crucero. Emplea aparejo regular en los esquinales y la técnica de mampostería en el restante de los muros. En el caso de la fachada, la piedra se intercala con ladrillo, introduciendo a su vez sillares en la portada que sirve de acceso al templo, de grandes dimensiones y adintelada. En la fachada se abre un gran ventanal, labrado de igual forma que la entrada y sobre este, a su vez, un tragaluz circular rematando el muro. En el interior de la ermita aún se conservan restos de la decoración de yeso y la pintura al fresco con una serie de dibujos que se han interpretado como un cáliz y una cortina de color naranja.