Una viñeta del humorista gráfico Sansón publicada en el Diario Montañés explicaba perfectamente lo que ocurre en el conflicto desatado a raíz del gran apagón sobre la prevalencia de las energías renovables y la subsistencia de la energía nuclear, con las centrales que la producen abocadas al cierre total en el horizonte de 2030. Dos de los personajes de Sansón paseaban por un campo de golf y uno se preguntaba "quién acabaría ganando esta guerra oportunista entre las energías renovables y la energía nuclear"; y el otro respondía: "Seguramente nosotros... que para eso somos los dueños de las dos".
El gran apagón ha reabierto el debate sobre la política energética nacional, que en el pleno del pasado miércoles en el Congreso no pasó de los habituales exabruptos entre el Gobierno y la oposición conservadora, solo con algunos apuntes sobre por dónde van las posiciones de cada parte. Pedro Sánchez se mostró dispuesto a hablar de la prolongación de la vida útil de las centrales nucleares siempre que lo pidieran sus propietarios y pagarán los costes derivados de su mantenimiento. En efecto, ahí es donde se echa de menos la voz de las compañías eléctricas en todo este asunto y que manifiesten si les interesa más apostar por las inversiones en energía verde o en la nuclear. Curiosamente, las centrales nucleares, el día del gran apagón, se encontraban en muy bajo rendimiento porque la energía que producían era más cara que aquella que obtenían de otros medios de generación.
Volviendo al chiste de Sansón, la actitud de los "ultrarricos" propietarios de las eléctricas, a los que se refirió el presidente del Gobierno, y el trabajo de los lobbies enfrentados en favor de una u otra forma de energía, no deja de ser un debate falso, con el añadido de que ya han logrado fusionarlos al lograr que los partidos políticos conservadores junto a los independentistas y nacionalistas catalanes y vascos se hayan coaligado para eximirlas de los impuestos ad hoc sobre sus extraordinarios beneficios. En cualquier caso y como los beneficiarios de la venta de electricidad van a ser los mismos, lo importante es que no sean los ciudadanos quienes paguen de más por la energía que consumen y que la controversia se traduzca en una reducción de la factura, para lo que también es necesario que se comprometan con un nivel de inversiones que garantice el buen estado de sus redes, que redundará en la mejora de su negocio.
Que las disputas sobre la política energética que se necesita está trufado de apriorismos ideológicos ha quedado una vez más de manifiesto. Y la incapacidad de los dos grandes bloques partidistas de mostrarse capaces de encontrar un mínimo común denominador, también. Al menos de forma pública y en los debates parlamentarios, porque ambas partes están interesadas, unos en sobrevivir, y en el recambio los otros.
El silencio de los futuros beneficiarios del plan del Gobierno en defensa de las empresas y los trabajadores en la guerra comercial desatada por Donald Trump a los que se van a destinar 14.000 millones de euros es también significativo. Por supuesto que los empresarios preferirían que el peso de las ayudas directas fuera determinante, pero quizá tendrían que decir que lo mejor es enemigo de lo bueno y que ahora se trata de conseguir créditos que permitan su subsistencia y su expansión y que un plan de contingencia no debe someterse al interés de imponer un programa electoral. En esta ocasión el ministro de Economía, Carlos Cuerpo, ha salvado al Gobierno.