La bala que puso fin a la II Guerra Mundial

Salvador Martínez Mas (EFE)
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Encerrado en su búnker de Berlín y con el Ejército soviético avanzando sobre Alemania, Hitler decidió quitarse la vida junto a su esposa, lo que supuso la caída del Tercer Reich

La bala que puso fin a la II Guerra Mundial - Foto: Lucas Rubio (EFE)

Los suicidios en el búnker berlinés de Adolf Hitler y su círculo más cercano, incluido el de su esposa, Eva Braun, fueron uno de los acontecimientos más simbólicos del final del Tercer Reich y, con ello, de la Segunda Guerra Mundial. Un episodio del que acaban de cumplirse ahora ocho décadas. 

El dictador se quitó la vida cuando apenas controlaba un puñado de metros cuadrados en Alemania, con la capital del país rodeada por el Ejército soviético, según cuenta Wieland Giebel, responsable del museo Berlin Story Bunker, un centro de exposiciones que cuenta con una detallada muestra sobre el ascenso al poder del partido nazi, el sangriento conflicto, el Holocausto y el propio Hitler.

Después de sacrificar a Blondi, el pastor alemán del Führer, él y su mujer se suicidaron a las 15,30 horas del 30 de abril de 1945 en la sala de trabajo de su refugio subterráneo, sobre el sofá que dominaba una pequeña habitación en la que también cabían a duras penas un escritorio y un reloj de pie. 

Ella tomó una cápsula de cianuro, él, además de ese veneno de acción rápida y letal, decidió pegarse un tiro en la cabeza.

Cuando entraron los soldados soviéticos que liberaron Berlín de los nazis, aún quedaba sangre del dictador sobre el sofá, en el lugar donde yació su cadáver.

Federico 'El Grande', testigo

Sobre el escritorio, en una pared de hormigón armado de 3,80 metros de espesor, colgaba un retrato de Federico II de Prusia, conocido como el Grande, héroe de la historia alemana y protagonista de una heroica resistencia militar en la Guerra de los Siete Años.

Resistir, sin embargo, no era algo a lo que pudieran dedicarse realmente los ocupantes del búnker a finales de abril de 1945, pues su suicidio se produjo en un momento en el que Hitler ya no ejercía ningún poder. 

«Su capacidad para tomar decisiones en aquel momento afectaba a lo que ocurría en menos de un kilómetro cuadrado en Alemania», señala Giebel. «Hitler se suicidó envenenándose y disparándose al mismo tiempo porque los rusos estaban fuera del búnker. Ese fue el último punto al que esperó, por eso no se suicidó antes», agrega.

La muestra de la que Giebel es responsable ocupa el espacio interior de un búnker civil reconvertido en museo e incluye una reproducción de la habitación en la que Hitler se quitó la vida junto a Braun.

Para este experto, el suicidio del Führer es un hecho esencial para entender el fin de un conflicto que asoló Europa, «porque solo con él terminó la Segunda Guerra Mundial, porque Hitler fue quien empezó la guerra y quien puso en marcha el Holocausto».

Además del matrimonio, también murieron allí dos generales que acompañaban al dictador y el ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, y su esposa, Magda, después de que esta última envenenara a sus seis hijos.

Sven-Felix Kellerhoff, historiador y autor de numerosos libros sobre el nacionalsocialismo, coincide con Giebel a la hora de señalar la importancia histórica de los suicidios ocurridos en el refugio del dirigente nazi.

En su opinión, su muerte puso fin a la «guerra revanchista» que Hitler lanzó contra Europa y al Holocausto, dos oscuras realidades de las que Kellerhoff responsabiliza «específicamente a la locura» del líder alemán.

«La Segunda Guerra Mundial, tal y como tuvo lugar, es impensable sin Hitler», abunda este historiador. Sin su persona, añade, «probablemente no habría ocurrido como ocurrió».

La memoria del Holocausto

Hubo que esperar, sin embargo, hasta 2006 para que en Berlín apareciera una austera placa informativa dando cuenta de la ubicación del búnker del jefe del Tercer Reich y de los hechos más relevantes ocurridos allí.

Sobre la zona en la que se extendió dicha infraestructura militar hoy se erige una zona de aparcamiento, un parque infantil y unos jardines de unos edificios de apartamentos construidos poco después del término de la Segunda Guerra Mundial.

A una calle de esa zona de recreo se encuentra el Monumento en Memoria de los Judíos Asesinados de Europa, icónica instalación del centro de la capital germana para el recuerdo de los seis millones de judíos que murieron a manos de los nazis en el Holocausto.