Javier López

NUEVO SURCO

Javier López


La Tercera España y el sanchismo

29/11/2023

La llamada 'Tercera España' ha tenido un problema de ubicación asombroso en nuestra historia reciente, la España que no está ni con los unos ni con los otros, la que no  despelleja  pero que generalmente termina despellejada, la España de «no es esto, no es esto» de Ortega y Gasset al hilo de lo que iba sucediendo en aquella II Republica que terminó con las dos Españas matándose por los campos y con esa 'tercera' retorciéndose de dolor en el último rincón de la historia, la España del «me duele España» de Unamuno. Hoy esa Tercera España se vuelve a manifestar desolada ante lo que nos está ocurriendo. Acaso es la España representada por Fernando Sabater ,Félix Ovejero o Andrés Trapiello. Todos se han posicionado contra la investidura de Pedro Sánchez, no por ser de izquierdas, no por su supuesto proyecto progresista, no por ser el candidato del PSOE. Se han posicionado en contra por pactar una investidura con un prófugo de la justicia  y una amnistía a delincuentes que no se arrepienten a cambio  de siete votos. Se han manifestado en contra porque algo así pone contra las cuerdas el proyecto de convivencia plasmado en la Constitución y la nación de ciudadanos libres e iguales que proclama solemnemente ese texto. Se han manifestado en contra porque eso nos acerca más al privilegio del feudalismo y a los reinos de taifas que a la nación esbozada en aquella constitución de 1812, progresista donde las haya, breve en su momento porque pudieron con ella las añejas fuerzas reaccionarias que operaban en nuestro país. Hoy esas fuerzas reaccionarias son las que sostendrán un gobierno supuestamente de progreso. Esas fuerzas reaccionarias no son hoy las que representan «la España de charanga y pandereta, cerrado y sacristía», que decía Antonio Machado, sino las que levantan y reclaman privilegios feudales frente a los otros territorios, las que quieren quebrar y hundir la Constitución que más claramente ha reconocido la diversidad territorial de nuestro país. No les es suficiente, quieren  volver a las taifas 
La Tercera España, entonces, desde diferentes tonalidades e intensidades, busca su hueco con voces representativas como las aludidas y otras, y lo tiene más que complicado en medio de la asquerosa  polarización reinante. La Tercera España, siempre de talante abierto, no canta loas a Javier Miley, el argentino, ni  califica lo ocurrido como un golpe de Estado, pero sí como una seria violación del sentido común que puede tener consecuencias irreparables para el proyecto de convivencia que tenemos y la unidad del país.  Desgraciadamente en épocas como la que estamos viviendo esa Tercera España siempre choca contra el muro del silencio y la incomprensión. Tras la guerra civil en gran medida se marchó al exilio, ahora acaba sumida en el desencanto más absoluto. Hay algunas iniciativas, eso sí, que desde ambientes jóvenes pretenden poner en pie alguna oferta sugerente para el desolado panorama político. Una de ellas es ese movimiento jacobino que  pretende rescatar, o mejor dicho visualizar, un partido de izquierdas implacable con el independentismo. Lo tienen complicado, anuncian que se presentaran a las próximas elecciones europeas, que siempre es un escenario electoral más propenso para que la gente preste el voto con mayor libertad y menos acuciada por las necesidades perentorias, pero esta vez será diferente, y también en esta cita tendremos un voto polarizado en torno a los conceptos sanchismo-antisanchsimo y la gente se situará en una u otra parte del eje separador, con pocos matices.
La Tercera España ha tomado partido ahora. Sabe perfectamente de qué lado estar. Aquí no hay una lucha entre fascismo y antifascismo, como en parte pudo ocurrir en la guerra civil. Aquí no hay una colisión entre dos aspiraciones totalitarias, lo que provocó en aquellos años una actitud evasiva de los integrantes de la Tercera España.  Ha tomado partido en voces que simplemente reclaman posicionamientos desde el sentido común, sin tensar hasta el extremo las cuerdas de nuestra Constitución y ponerlas borde de la ruptura. No hay una lucha contra la izquierda, pero sí contra el independentismo que el presidente del Gobierno ha decidido convertir en su compañía inseparable.