Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


Wakanda forever

20/10/2023

La lectura atenta del ensayo de Pascal Bruckner Un instante eterno me ha dejado agotado. Me ha producido una sensación parecida a La felicidad y el suicidio de Luis Antonio de Villena. Hay autores que te abruman con su dominio de la escritura, su poderosa cultura y un talento para la observación pareja a su inteligencia. Es imposible no caer rendido ante tamaño poderío intelectual.

Lo curioso es que, con dichos talentos, muy superiores a los de sus lectores, el objetivo final sea una incógnita. El planeta está lleno de individuos inteligentes y cultos, pero esos atributos no tienen por qué hacer mejor al mundo ni sus enseñanzas ser sanas o verdaderas. Desde una perspectiva humana, ambos autores confirman una sagacidad y sensibilidad extraordinaria pero falta algún ingrediente en la ensalada.

La defensa del hedonismo o el presente ya sea como antídoto al suicidio o placebo ante la vejez, es vitalmente vacío e intelectualmente pobre. En el mundo de lo políticamente correcto se tiende a manipular los conceptos para dotarles de un significado distinto, aunque todos nos pleguemos con la estrategia.

La izquierda radical abjura de la democracia cuando los resultados no se ajustan a sus deseos, recordando a la displicencia de la élite inglesa que se percibe en el libro Lo que queda del día.

Occidente está perdiendo la capacidad para convivir y respetar a los demás porque ha perdido el respeto al cumplimiento de la ley. La vida se ha transformado en una performance permanente, lleno de eslóganes vacíos de contenido, pero que suenan bien. Al despreciar el orden nos deslizamos hacia la anarquía, donde el débil siempre acaba peor.

La izquierda posee una confianza ciega en la gestión burocrática, mientras que la derecha histórica es profundamente nostálgica y más antisistema de lo que le gustaría reconocer, porque ve en las instituciones al enemigo. Los libertarios puros ignoran que somos seres sociales y que solos no llegamos muy lejos.

No hay una receta única y perfecta para el progreso colectivo, aunque sí hay una para instalarse en la pobreza y la miseria. Ahora mismo, estamos caminando decididamente en esa dirección porque no comprendemos que la libertad es un bien que no es gratuito.

Cada vez es más frecuente encontrarse con personas que piensan que al rechazar la realidad que les rodea, ésta va a desaparecer por arte de magia. La prosperidad sin esfuerzo es una quimera y también un buen sueldo sin productividad.

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