Cada vez lo soporto menos y tengo más ganas de poner toda la distancia que pueda. Me produce tal repulsión que huyo de la pantalla de televisión en cuanto veo aparecer alguno declarando y a otros palanganeando. Empecé, hace cinco años ya, abandonando las tertulias, luego dejé ver toda esa ristra de presuntos debates de políticos y tertulianos para seguir aplicando la pena del ostracismo a todo lo que huela a ello, porque ahora se cuelan por todos los rincones y se hace Agitprop (agitación y propaganda) en los programas más inverosímiles. La telebasura, que me tengo prohibida desde hace décadas, se ha envilecido con ello aun mas de lo que estaba, que ya es decir. Me he ido alejando tanto que ya prácticamente no veo apenas la televisión excepto si dan alguna vieja película que no me importa ver otra vez, pues en pocas del cine actual aguanto hasta el final. Me informo por la prensa escrita, sea en papel o digital, algún informativo de radio y contadísimos de televisión.
En ciertas ocasiones no puedo más y escribo un articulo sobre lo que me parece ya la aberración más total. Me ha pasado bastante en estos últimos tiempos de aquelarre y cenagal. Pero al cabo me vuelvo a arrepentir de haberme metido en el charco y pienso una vez más yo no valgo para esto. Ni ahora ni me parece que nunca.
Estoy por ello muy contento de haber reencontrado mi senda literaria y haber dejado aquel guadianesco aparecer y desaparecer de tanto años exigido por mi quehacer periodístico para dedicar casi todas mis energías a ello. Pero llevo el veneno dentro y caigo reiteradamente. Me siguen afectando mucho las cosas que nos están pasando como nación, como pueblo y como sociedad y cada vez soy más pesimista al respecto aunque en cuanto asoma algo positivo tengo la peligrosa tendencia a esperanzarme que tantos disgustos me ha dado.
Envidio a quienes saben, y con la edad más, adoptar el papel de observador. Yo nunca he podido. Me he mojado, y me mojo, demasiado. Es cuestión de carácter, qué se le va a hacer. Pero si he ido encontrando algún antídoto aunque solo tenga efectos paliativos en separarme todo lo posible de los revoltijos de porquería que se han convertido en el espectáculo nacional. De la basura y de quienes se revuelcan en ella procuro estar lejos. De la degradación tremenda que se ha producido en el ejercicio de la actividad política de lo que más, aunque mantengo en ella algunos , escasísimos, amigos.
Pero cuando me topo, aunque no quiera, con alguno de los esperpentos que nos toca soportar no puedo evitar la odiosa comparación con otros momentos vividos. Porque uno conoció y tuvo admiración por algunos y la sigue teniendo hasta el día de hoy, pero cierta ralea, que se ha convertido en hegemónica, me produce verdaderas arcadas. No ya enfado sino un asco total.
Para eso, pienso, solo 'valen' algunos y me alegro en lo más hondo de mi corazón de no haber valido yo nunca jamás. He hecho no pocas tonterías y hasta tengo en más de alguna ocasión la sensación de haber sido engañado y haberlo yo, crédulamente, engañado a otros también. De eso creo que estoy curado. De que me duela lo que está pasando, de que me duela España, de eso no.