Un Parlamento que echa chispas

Agencias-SPC
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La crispación creciente que se ha instalado en los debates del Congreso genera desafección institucional y aleja al ciudadano de la actividad política, a la que ya ve como una jaula de grillos

Un Parlamento que echa chispas

Admitámoslo: el Congreso se ha convertido en una jaula de grillos. La convivencia, esa palabra-mantra que tanto gusta de utilizar el Gobierno para blanquear la impunidad de Carles Puigdemont y los suyos, ni asoma por la Cámara.

La bronca y la crispación se han instalado en los debates parlamentarios en una espiral que genera desafección y aleja a los ciudadanos, hartos de tanta polarización, de la información y actividad política.

Expertos en comunicación política y exparlamentarios vinculan el tono crispado en ambas Cámaras con el aumento de la fractura que divide a la sociedad española.

El director de Asuntos Públicos de la consultora de comunicación Llorente y Cuenca (Ll&C), Alejandro Manso, señala que las redes sociales y sus algoritmos premian los «mensajes subidos de tono» frente al análisis sosegado. La popularización del uso de estas plataformas para informarse impulsa, en paralelo, el traslado de esta dinámica al debate parlamentario.

«Un efecto de estos mensajes es la desafección creciente hacia las instituciones en España, sobre todo por parte de las nuevas generaciones que son más líquidas o menos estructuradas», alerta Manso.

En esta estrategia son frecuentes los reproches personales y los insultos, es decir, argumentos emocionales que empobrecen el debate político y que, según advierte el catedrático de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y especialista en comunicación política José Luis Dader, «personalizan y escenifican» la política en detrimento de los problemas reales.

De hecho, el exsecretario general del PSOE en el Congreso Eduardo Madina, histórico defensor del debate juicioso, considera que lo que se esconde tras esta tensión parlamentaria es una «escasez de proyectos políticos de calidad».

«Creo que el Congreso debería parecerse más a la sociedad. La calle, las empresas o las universidades no tienen esa temperatura. El volumen de polarización es impropio de una sociedad que no se trata así, que no se habla así», asegura Madina.

En este sentido, Dader añade que la polarización emocional que propicia esa convulsión no corresponde con la distancia ideológica entre los ciudadanos, la cual considera que es mucho menor, pues «hay mayor rechazo a personas concretas del adversario que a las medidas concretas que pudieran proponer».

¿Quién se beneficia?

Otra consecuencia de la crispación política que preocupa a los expertos es el «desvío de la atención» que consiguen los partidos para «evitar un análisis de fondo» de la situación del país, tal y como sostiene Dader, quien advierte, además, que «no cabe decir que todos son crispantes por igual».

A su juicio, el papel de los medios es «diferenciar» quién resulta beneficiado de forma partidista de la discusión desvirtuada y, como añade Manso, crear «espacios de debate mucho más sosegados».

En este sentido, Soledad Becerril, exdiputada del PP y exDefensora del Pueblo, cree que la furia entre partidos se ha vuelto «permanente», a pesar de que ha habido otras «discusiones graves a lo largo de los años». Al igual que Madina, considera que esta situación realmente no beneficia a las distintas formaciones. 

Aunque los ataques personales puedan llamar la atención de la opinión pública, Becerril insiste en que despiertan «el rechazo de los ciudadanos» y, a la postre, empeoran el «sistema democrático».

El reto del consenso

Además de desviar la atención social de los problemas políticos reales, estas estrategias de comunicación reducen las posibilidades de que partidos distantes ideológicamente lleguen a acuerdos en beneficio de la población.

Según Alejandro Manso, esta dificultad de alcanzar pactos «no es saludable» y necesita un remedio «potenciando espacios de conversación dilatados en el tiempo, no solo con el que tienes enfrente sino también con el que tienes al lado» para lograr el consenso.

No obstante, la subida de tono de los debates parlamentarios forma parte de una tendencia global de apostar, como clave del éxito electoral, por aquellos «líderes que adoptan las posturas más estridentes (...) y que desacreditan cualquier crítica que se les pueda hacer», recuerda Dader. ¿Tal vez pensando en Trump?

Los entendidos en este tipo de relaciones, señalan el Brexit y la primera legislatura de Donald Trump como episodios determinantes de esta tendencia política que se repitió en múltiples países y en los que, según Manso, «se buscó potenciar la parte más visceral o menos racional de los votantes».

Sentido de Estado, más concordia y vocación real de servir a la sociedad es lo que falta en una clase política que ha perdido lustre.