Que no se acabe nunca

Antonio Herraiz
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Juan Carlos es uno de los porteros del Girona FC, el equipo de moda que ha liderado la Liga durante buena parte de la temporada. Es de Marchamalo y, tras una intensa trayectoria, este dulce caramelo le ha llegado en plena madurez profesional

Que no se acabe nunca - Foto: Javier Pozo

La pregunta va para los estudiosos del fútbol, luego absténgase los sabiondos y los oportunistas: ¿Cuántos apostaban por que en la jornada 21 de la Liga el Girona sería el líder? La respuesta es sencilla. Nadie, ni siquiera en la estructura interna del propio equipo, incluidos la directiva, el cuerpo técnico y los jugadores. Tan sólo cuatro temporadas en Primera División y el club catalán ha dado la campanada cuando se acerca al siglo de vida. En la plantilla del equipo de moda, en la que dentro y fuera de España se detienen los analistas más avezados para entender el fenómeno Girona, hay un portero de Marchamalo: Juan Carlos Martín (Guadalajara, 1988). «Se está trabajando muy bien desde hace tiempo, pero ha sorprendido a todos que, a estas alturas de la Liga, estemos compitiendo de tú a tú con los mejores equipos de España». 

A Juan Carlos este regalo le ha llegado en plena madurez profesional, casi dos décadas después de su debut con el Deportivo Guadalajara en Tercera División. 16 de abril de 2005. Aún era juvenil y el tándem de entrenadores formado José Carlos Sedano y Vicente Bermejo le dio la oportunidad. «Con el fútbol no me suelo alterar y ese es el día que más nervioso me he puesto en toda mi vida». El Dépor jugaba contra el Socuéllamos, en el marcador los locales tenían una cómoda ventaja y el míster se dirigió al banquillo y gritó: niño, calienta. «Ese momento es uno de los más especiales de mi carrera. Entré y las cosas salieron bien. Aquel año pude jugar algún partido más». 

Juan Carlos conoce bien el estadio Pedro Escartín. Siendo un niño, los domingos que el Deportivo Guadalajara jugaba en casa, su abuelo Agustín le llevaba al campo. Él se situaba detrás de la portería, que por aquellos años defendía el guardameta Edu. «Entonces era mi ídolo. Otro de los referentes de mi infancia fue Nuko, portero del Asisa, equipo de fútbol sala al que también íbamos a ver». El cancerbero de Marchamalo empezó jugando en este club antes de pasar a fútbol 11. «El fútbol siempre me ha encantado desde pequeño y mi abuelo es el que, al principio, me llevaba a la mayoría de los entrenamientos. Le quería con locura y le estoy muy agradecido por todo lo que hizo por mí». 

El sábado, día 10, el Girona visita el Santiago Bernabéu. Es el estadio en el que Juan Carlos debutó en Primera División con el Córdoba. De aquello han pasado 10 años y se sumó a un reducidísimo grupo de jugadores nacidos en Guadalajara que lo habían conseguido: Jesús Ruiz Medrano Jesusín, que jugó en el Betis y en el Oviedo en la década de los 30 del pasado siglo; Manuel Román Ruiz, que lo hizo en el Sporting, o el portero Federico Rodríguez Santander, que también nació en Guadalajara y que jugó en el Oviedo. Es un hito del guardameta de Marchamalo que ha pasado también por Vallecas, con dos etapas distintas en el Rayo, por Alicante, en el Hércules y el Elche, y también por Lugo. En el conjunto lucense todavía recuerdan el golazo que Juan Carlos le marcó al Sporting de Gijón desde una distancia de 70 metros. El tanto dio la vuelta al mundo. «La repercusión fue brutal y el jefe de prensa del equipo colapsó. La semana siguiente se desmayó. Literal. Recibió llamadas de todas las partes del mundo que le pedían entrevistas conmigo. Al final es algo anecdótico que recordaré con mucho orgullo». 

En la etapa final de su carrera en la élite del deporte, disfruta del momento como si fuera su primer día. Ya recuperado de una lesión en el ojo izquierdo, ve los triunfos de su equipo desde el banquillo. «Mi compañero Gazzaniga lo está haciendo muy bien. Está claro que me gustaría jugar, como a todos. Es una cuestión que decide el míster y, a pesar de que no soy titular, estoy disfrutando mucho, incluso más que en otros momentos en los que jugaba todos los domingos. Puede parecer una tontería, pero es lo que siento. Es lo que me ha tocado vivir y espero que no se acabe nunca». Y es una buena lección de actitud para cualquier ámbito de la vida. Esto no le impide planificar a lo que se va a dedicar cuando abandone su carrera profesional bajo palos. «Me gustaría seguir vinculado al deporte. Estoy sacándome la titulación de entrenador y también la de preparador de porteros». Siempre presume de sus orígenes y termina confesando un deseo que tiene pendiente de cumplir: «Me gustaría jugar en el Marchamalo. Tengo mucho cariño a mi pueblo y a sus gentes. Me siento muy vinculado con mis raíces y, en un futuro, ya no sé si en el primer equipo o con los veteranos, me gustaría lucir los colores del club».