Saldar las promesas que quedan en el tintero y reparar el legado del primer Gobierno de izquierda en Colombia, empañado por la rotación constante de ministros y algunos sonados casos de corrupción. Es el doble reto al que se enfrenta el dirigente del país latinoamericano, Gustavo Petro, en su último año de mandato y en un momento de grave deterioro de la seguridad de la nación, aún de luto por la muerte el pasado lunes de una de las cartas de la derecha para las elecciones de 2026, Miguel Uribe Turbay, dos meses después de resultar herido en un atentado en Bogotá en el inicio de su campaña.
En los próximos meses, la oposición deberá buscar un nuevo rostro con aspiraciones a llegar a la Casa de Nariño, la misma de la que el actual mandatario saldrá -según señaló hace poco- «corriendo de alegría como un niño cuando deja la escuela» el próximo 7 de agosto, cuando se agota su legislatura. Estas son las claves de su paso por el palacio presidencial.
Una fórmula rota
Tres años atrás, Petro canalizó los anhelos populares de sectores históricamente relegados, reforzado por la figura de la que es ahora su vicepresidenta, Francia Márquez, símbolo de la lucha ambiental y de liderazgos sociales. Juntos lograron más de 11 millones de votos y prometieron una transformación profunda. Pero esa promesa hace hoy aguas y el entusiasmo inicial de sus bases se ha diluido.
El presidente del cambio, economista con pasado como senador, alcalde de Bogotá y guerrillero, cuenta en la actualidad con un respaldo del 30 por ciento y un historial de funcionarios cuestionados. El más polémico: su ministro del Interior, Armando Benedetti, ahora su escudero más cercano, investigado por maltrato y acoso.
Mientras, la imagen de Márquez se ha desdibujado. Y su relación está rota. El pasado 20 de julio, ambos llegaron por separado a la instalación del Congreso, cristalizando un distanciamiento que ya era un secreto a voces. En los últimos seis meses, la vicepresidenta perdió su partido y fue desplazada del Ministerio de Igualdad. «Pasé de ser la heroína a la traidora», sentenció hace unas semanas.
Más de 50 ministros
Desde que asumió el cargo, Petro ha intentado activar los grandes resortes del poder: acuerdo nacional, asamblea constituyente y consultas populares. Ninguna cuajó, y tampoco queda rastro de su prometida paz total. Su primer Gabinete combinó tecnócratas y figuras de centro, pero la fórmula tampoco funcionó. Hoy, la maquinaria del Ejecutivo está en manos de figuras como Benedetti y de Alfredo Saade, un líder evangélico a cargo del Despacho Presidencial.
La inestabilidad ha sido la norma: más de 50 ministros han desfilado por su Gobierno, algunos por solo meses, y la falta de experiencia de varios ha encharcado la ejecución de políticas públicas.
Avances y tropiezos
El mandatario ha intentado transformar el aparato institucional con más de medio centenar de reformas. Algunas avanzaron durante su primer año, cuando contaba con mayoría legislativa, pero la coalición oficialista se fracturó en 2023. Aun así, recientemente consiguió algunas victorias clave: la reforma pensional, que fortalece el sistema público y crea un pilar solidario; y la laboral, que mejora pagos en festivos y obliga a plataformas a cotizar por sus repartidores.
El cuarto año legislativo, sin embargo, se perfila cuesta arriba. Con la campaña electoral en el horizonte, los congresistas priorizarán proyectos propios para exhibir ante sus votantes, mientras el Gobierno buscará acelerar sus apuestas sin mayoría asegurada: la reforma a la Salud, una ley de sometimiento para bandas criminales y un proyecto para reducir tarifas de energía.
Casos de corrupción
Una de sus promesas iniciales fue la lucha contra la corrupción. Pero el Gobierno del cambio cayó en las mismas prácticas que se comprometió a erradicar, alcanzando incluso al círculo más cercano del mandatario. Su hijo mayor, Nicolás Petro, enfrenta un juicio por lavado de activos y enriquecimiento ilícito por presuntamente recibir dinero irregular de un exnarco durante la campaña presidencial.
En un discurso en 2023, Petro pidió disculpas por nombrar a Olmedo López como director de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo, entidad epicentro del mayor escándalo de corrupción de su Ejecutivo. Este año evitó el tema, pese a que uno de sus exministros es investigado por el caso y su exdirector administrativo Carlos Ramón González tiene orden de captura.
Diálogo a golpe de clic
En política exterior, la relación con Estados Unidos, su principal socio comercial, se ha tensado desde enero. La primera crisis estalló apenas una semana después del regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, cuando Petro bloqueó la llegada de vuelos con deportados. La segunda fue en julio, cuando el dirigente se hizo eco de un supuesto «golpe de Estado» orquestado por el secretario de Estado de EEUU, Marco Rubio, lo que desencadenó llamadas a consultas mutuas de representantes diplomáticos.
Muchas de estas tensiones se han cocinado en X, la red que Petro usa como tribuna para compartir sus opiniones, revelando impulsividad más que estrategia.