Jesús Fuentes

ÁNGULOS INVERTIDOS

Jesús Fuentes


Un amigo de España

02/01/2024

Eran otros tiempos, más esperanzados, más ilusionados. Todo estaba a punto de iniciarse, tanto el futuro como la superación del pasado. Eran otros tiempos, más jóvenes, con múltiples proyectos. Fueron tiempos en los que los españoles soñaban con pertenecer a la Comunidad Económica Europea que la dictadura había imposibilitado. Aunque al aislamiento no solo había contribuido la política dictatorial, también la autarquía que la dictadura había impuesto. Europa terminaba en los Pirineos.  Esa era la frontera real y metafórica que nos alejaba del progreso. Al otro lado estaba África. Resulta incompresible  como en la actualidad puede haber gentes añorando aquellos tiempos de cerrazón e ignorancia. El tiempo de sueños europeístas también formó parte de la Transición. 
Él, Jacques Delors, gran amigo de España, ayudó entusiasmado a que el viejo anhelo  de la Republica se hiciera realidad. Los intelectuales de los años veinte y treinta veían la solución a los seculares problemas de España y el abandono de la barbarie de siglos, que diría nuestro Urabayen, en la copia de los sistemas y métodos de trabajo, de producción y de relaciones sociales que se practicaban en Alemania o Francia. En aquellos años de ilusión, antes de la catástrofe del golpe de Estado y de la guerra civil que desencadenó, los españoles se dividían entre germanófilos y francófilos. Inglaterra quedaba al margen, porque había colaborado activamente en la pérdida del Imperio  español. 
En esas cuestiones estábamos cuando en 1982 el PSOE llegó al poder con una mayoría aplastante. El desastre de las derechas españolas había facilitado el triunfo, tal vez único en la historia democrática de España. Suponía la unión de las esperanzas nuevas con los antiguos discursos. Y así se inició la realización del sueño europeo. Y allí estaba Delors, facilitando la integración de la Península Ibérica (España y Portugal) en el tronco central de la Comunidad Europea. La conexión González-Delors sirvió también para que el propio PSOE concretara su programa socialdemócrata. Hasta ese momento existía entre los socialistas el peso de una culpa imprecisa por el abandono del marxismo. El PSOE ya no se sentía de izquierdas, al menos tan de izquierdas como aparentaba el partido comunista. Ambos fenómenos  impusieron que quienes se consideraban socialdemócratas fueran considerados  traidores a la clase trabajadora. Pero estaba el francés Delors representando la mejor socialdemocracia. Y sin complejos. Los Informes de Delors llegaban a España para lavar esa impresión de culpa que acumulaban  en la mochila histórica los socialistas españoles. De esta manera, liberados de las dependencias ideológicas de origen,  el discurso europeísta y socialdemócrata se impuso entre los militantes del PSOE y en el resto de España. El PSOE, desde entonces hasta hoy, ha articulado todos los proyectos de progreso de España. 
El ingreso en la Comunidad Europea trajo aires de prosperidad. Y la prosperidad, el desarrollo y un mayor nivel económico se convirtieron en el mejor antídoto contra las tentaciones aislacionistas, contra la querencia española a sentirse diferentes, contra la historia hispana que tradicionalmente se  resolvía  con enfrentamientos. Los fondos  de la Comunidad Económica Europea transformaron la imagen de España, la real y la propagandística.  Delors ayudó a cambiar la visión de España con  sus aportaciones. Creía que, con el Sur integrado en las instituciones de decisión, se fortalecía la Unión Europea. Ahora ya no está. No sabemos lo que pensaría de esta Europa en la que algunos  ponen en duda  su eficacia como instrumento de paz y progreso. Muchos de sus proyectos siguen vigentes, otros permanecen a la espera de que esta nueva Europa, cada vez más numerosa, encuentre un nuevo camino que la impulse hacia un futuro de libertad y desarrollo  tecnológico.