Su novela acaba de llegar a las librerías y no esconde que siente cierta inquietud para saber cómo será su acogida. Vértigo que choca con esa seguridad que ha exhibido a lo largo de su carrera profesional. Comunicadora en mayúsculas, responde a las preguntas con fluidez, no sin antes hacer un pequeño ejercicio mental para encontrar la frase más adecuada. Sonsoles Ónega (Madrid, 1977), que reconoce que hoy le falta calle y que le resulta imposible conciliar, se ha consagrado como escritora gracias a Las hijas de la criada, un libro que nació de una noticia, con el que se ha alzado con el Premio Planeta, donde se reencuentra con su Galicia -«ese paraíso soñado»-, que homenajea a aquellas mujeres que trabajaron durante el siglo XX en la industria conservera y con las que la Historia fue «tan injusta». La periodista admite que le cuesta controlar sus sentimientos y confiesa que muchas de sus tramas están basadas en las páginas de los periódicos.
Líder de las tardes en una de las franjas horarias más importantes de la televisión. Flamante ganadora del Premio Planeta con su novela Las hijas de la criada. ¿Cuál es el secreto de su éxito?
Trabajar. Trabajar y rectificar sobre la marcha, sobre todo en la tele, que te permite rectificar cada día. Estamos tan monitorizados por la audiencia que los errores que podemos cometer enseguida los rectificamos. No hay otra receta que el trabajo y creo que he sabido aprovechar las oportunidades que me han dado. He intentado, con esa cosa de no defraudar a los que han apostado por mí, devolver la confianza.
Cando un galego di que morre, morre. La novela es en sí misma un homenaje a Galicia, a su tierra, a sus tradiciones y a sus gentes. ¿Qué es lo que siente por sus raíces?
Una morriña constante, esa saudade que nos recorre a los que sentimos la tierra como propia, aunque en mi caso no lo sea porque he nacido en Madrid. Esta novela tiene mucho de mi infancia, de mi adolescencia, sobre todo, que es cuando te empapas de todo lo que te rodea, de cierta liturgia ante lo gallego. Cuando mi tío, que murió en pandemia, y mi padre se ponían a recordar era delicioso, porque ambos han divulgado con grandeza su cultura popular, esa que vivían en las calles no asfaltadas de la aldea donde vivía mi familia, un pequeño pueblo lucense que se llama Mosteiro. La obra tiene mucho de mí y de mi universo que siempre ha estado ahí.
Arranca con un tema clásico, recurrente en la literatura, que es el intercambio de dos niñas al nacer. Ya ha comentado que está basado en una historia real. ¿Fue este hecho el que le dio pie para confeccionar la novela?
Sí. Una vez más, la realidad nos demuestra que es poderosísima como argumento literario y fue escuchar ese titular, contarlo en la tele, porque fue noticia del día, la típica información que nos hace a todos pensar cómo habrán vivido y, ahora que conocen la verdad de sus vidas, cómo lo habrán digerido. Si lo hubiera inventado, pensaría que se me habría podido ir la mano. La realidad, para mí, siempre es gasolina.
Este libro tiene mucho de mí, de ese universo personal que siempre ha estado presente"
A lo largo de la obra se ve cómo está trufada de guiños a los periódicos. ¿Cuántas de las historias de la trama están basadas en noticias de la época?
Muchas. Concretamente, el naufragio del Santa Isabel no estaba previsto como elemento narrativo en ningún momento. Me encontré con él consultando las hemerotecas de algunos periódicos y me pareció sorprendente. Hablaban del Titánic gallego, hundido frente a la isla de Sálvora, y me pareció tan maravilloso que, incluso, me obligó a rehacer algo de la trama. La novela está llena de guiños a la realidad, que es mi método para escribir, ir buscando todos esos elementos que a mí no se me hubieran ocurrido. Mi imaginación es mucho más finita que la realidad infinita que se cuenta en los periódicos.
¿Qué es lo que más la ha sorprendido de su labor de investigación?
Me sorprendió mucho el crecimiento que tenía la industria de la conserva cada vez que había una guerra. Yo desconocía que, a partir de la I Guerra Mundial, la producción y las ventas en las fábricas de la conserva se disparan. Eso me llevó a construir en una sola frase que Galicia construyó un imperio en una lata sin disparar un solo cañón.
El presidente del jurado, Juan Eslava Galán, llegó a equiparar a Las hijas de la Criada con Los gozos y las sombras de Torrente Ballester y algún otro miembro habló de similitudes con Pío Baroja. ¿Se siente abrumada?
Sí y creo que, además, en el caso de Eslava Galán, genera una expectativa que a mí me queda muy grande. Vuelve a materializarse ese sentimiento de no querer defraudar. Que en mi libro puede haber una atmósfera que quizás tenga cierto barniz que nos recuerda a esas obras puede ser. Es una novela muy gallega, en la que la niebla envuelve a los protagonistas, pero de ahí a ser comparada con Los gozos y las sombras, yo me hago muy pequeña. Indudablemente, en mi traducción lectora hay muchos escritores gallegos. Gonzalo Torrente Ballester, Camilo José Cela… De los contemporáneos vivos, Manuel Rivas es el único escritor por el que yo he hecho una cola para que me firmara un libro.
La realidad es poderosísima como argumento literario"
Doña Inés fue una adelantada a su tiempo. Una mujer que, poco a poco, se fue empoderando. Entonces, es evidente que no había igualdad. ¿Queda hoy mucho camino para conseguirla?
No creo que se puedan comparar los momentos que viven las mujeres. La época de las protagonistas de la novela era cruel con las mujeres y hoy no tenemos problema ni de derechos ni de libertades, en absoluto. Para llegar a la igualdad real, tenemos que cambiar algunas realidades a las que la mujer se sumó sin pensar si era lo mejor para poder hacer lo mismo que hacía un hombre. A partir de ahí, las mujeres también tenemos que ser conscientes de que nosotras también debemos metabolizar nuestras carreras cómo lo hace un hombre; sin sentimiento de culpa, sin la tentación de renunciar, algo mucho más presente en la mujer… Todas esas cosas no las van a arreglar las leyes solo, sino que lo vamos a hacer nosotras con pequeños gestos y triunfos en el núcleo central de la desigualdad que son los hogares.
¿Aspira a ser un referente para las mujeres?
Yo trato de ser referente de mis hijos y nada más. Si a alguien le parece interesante lo que digo y lo aplica en su vida pues bienvenido será y motivo de orgullo, pero no aspiro a ello.
En la novela hay una mezcla de temor a Dios y, al mismo tiempo, la creencia de la existencia del más allá, del espíritu de los muertos en vida. ¿Cuáles son sus demonios?
A veces los demás. Yo trabajo para y por la gente, tanto en la televisión como en la literatura. Son ellos los que nos pueden condenar al averno.
¿La vida está llena de oportunidades?
Hay quien pensará que no le da ninguna, pero la vida es sorprendente y una de sus grandezas es precisamente darnos la oportunidad de rectificar, de volver a empezar, de subirnos a trenes que creemos que no volverán a pasar y pasan. Lo que hay que saber es detectar bien esas oportunidades que te da la vida y para eso no sé si hay receta. Hay que estar con los ojos muy abiertos y con los oídos destaponados para detectar las oportunidades.
La vida es sorprendente y una de sus grandezas es darnos la oportunidad de rectificar"
¿Es el ser humano cobarde por naturaleza?
Un poco sí, por eso valoramos tanto al valiente. Vivimos tiempos, no sé si tanto de cobardes, pero sí de ausencia de valientes. Yo estoy deseando que aparezca el líder que nos guíe, por la solidez de sus convicciones, por el sentido común que se ha desposeído de la política en los últimos tiempos.
Y los lamentos… ¿Son síntomas de debilidad?
¡No! No, no, no. Los lamentos habría que escucharlos más y más en una época que parece que todo brilla mucho, como en las redes sociales o en la televisión. Hay que escucharlos y también ser sinceros al expresarlos. Si algo nos duele o nos molesta, hay que decirlo. Estamos en un momento muy bonito para reeducar a la sociedad después de cierta agitación.
El mundo editorial vive un momento dulce. ¿Qué le aportan a Sonsoles Ónega lectura y escritura?
La lectura es mi salida de emergencia y la puerta siempre está abierta. Abras un libro por la página que la abras, te encuentras una enseñanza. A mí me pasa. Es la magia de los libros. También me ha servido para relativizar mis miedos, mis obsesiones, mis momentos de desesperación al descubrir que otros ya lo han padecido antes y lo han dejado escrito, y eso apacigua mucho, mucho. La literatura es como lectora un país habitado y como escritora un país deshabitado, en el que tú colocas a los personajes. Si los lectores consiguen encontrar ahí, en ese país que has creado para ellos, actitudes, sentimientos que se homologuen a los suyos, me puedo dar por satisfecha.
Estoy deseando que aparezca un líder que nos guíe por la solidez de sus convicciones"
¿Dónde y cuándo se inspira para escribir?
Me inspiro en la realidad siempre, tratando de captar escenas. Paseo por Madrid mucho menos de lo que me gustaría, vivo prácticamente en un Polígono donde está Atresmedia, y a mí me inspira mucho la calle. Ahora, me falta calle.
¿Echa de menos su faceta de reportera?
Todo son etapas. Yo creo que la etapa de reporterismo, puro y duro la he superado, pero siempre digo 'de momento', porque no sé dónde me va a llevar mi carrera profesional. Yo he sido inmensamente feliz haciendo calle. Lo que sí que echo de menos es participar más de la conversación política, que me gusta, me interesa y mantengo en intimidad con mis amigas y con la familia. Somos una familia que habla habitualmente de política, que comentamos las jugadas de nuestros políticos.
El amor y el desamor recorren las páginas de su libro de manera intensa. Del amor idealizado de juventud, pasando por el que se convierte en tedio hasta llegar al furtivo de la última época de la vida. ¿Con cuál se queda?
Con el último. El primero tiene el encaprichamiento de la adolescencia, el segundo es doloroso, narcisista, cruel, es una relación muy difícil para la protagonista, pero el tercero, probablemente casi por edad, aunque ella tiene casi 20 años más que yo, es el que valoras desde la madurez, desde la experiencia.
Los lamentos habría que escucharlos más. Si algo nos duele o nos molesta, hay que decirlo"
Todas las vidas tienen aguas sucias en la sentina. ¿Usted es partidaria de compartir el dolor o de ocultarlo?
En la parcela pública soy partidaria de compartirlo, pero para ser consciente de lo que genera vivir, a veces no solo alegría, sino también dolor. Y en la privada, diría que también. Yo soy mucho de lloriquear, de expresar los sentimientos, incluso en ocasiones por demás.
El día después de recibir el Premio Planeta se planteó la posibilidad de hacer una adaptación audiovisual de su obra. ¿Se sabe algo sobre este posible proyecto?
Ha habido interés por el texto, pero todo muy prematuro e inicial. Ahora hay que ver si es compatible con ser adaptado. Es algo que desconozco. En casa de herrero, cuchillo de palo. Puede parecer que sé de televisión, pero no sé nada de ficción. Ahora, si surgiera la oportunidad y se tratara de un proyecto serio y sólido, me encantaría sumarme para aprender. Me interesa muchísimo el desarrollo de guiones de ficción.
La novela está dedicada a sus dos hijos. Habla de ausencias y de esperas. ¿Cómo logra conciliar?
No se concilia, no puedes conciliar de la manera que lo entendemos. Mi presencia en la vida de mis hijos es constante, pero es escasa. Es verdad que ellos se han criado así, su madre ha trabajado cuando estaba en el Congreso y llegaba incluso más tarde que ahora, pero también tienen un padre.
¿Su mejor momento profesional está por llegar?
¡Ay, no! Yo no quiero pedirle más a la vida, aunque nunca se lo he pedido en realidad. Estoy muy satisfecha y muy contenta de poder seguir trabajando cada día.