Vengo ahora mismo de la multitudinaria manifestación que ha recorrido las calles de toda España en defensa de la dignidad de las mujeres, representadas en este caso en la Jessica, la Claudia, la de Gijón, la colombiana nueva, la Ariadna, la Carlota y la Nicoleta. En cuanto salieron Cristina Narbona, María Jesús Montero, Irene Montero, Yolanda Díaz y Mertxe Aizpurúa convocando la 'mani', tuve claro que esta no me la podía perder.
Tanto éxito ha tenido la convocatoria que me ha dado por pensar que cuando por fin consigamos librarnos del ínclito chiflado, cuando deroguemos el sanchismo, cuando modifiquemos las leyes vinculadas con el sistema electoral, con la financiación de los partidos políticos, con la transparencia y la participación ciudadana, cuando aseguremos el contrapeso efectivo al poder ejecutivo y legislativo mediante las leyes que puedan garantizar la independencia del Tribunal de Cuentas, el Consejo General del Poder Judicial y el Tribunal Constitucional, cuando regulemos adecuadamente los medios de comunicación para asegurar la pluralidad y la independencia, cuando todo esto esté conseguido en aras de una efectiva regeneración democrática, deberíamos imponer también otro requisito esencial e imprescindible para cribar el acceso de los políticos a determinados cargos de alto nivel: el test psicotécnico.
Del mismo modo que los exámenes psicotécnicos se aplican a policías y bomberos para evaluar sus aptitudes y rasgos de personalidad que son cruciales para el desempeño de sus funciones, especialmente en situaciones de alta presión y estrés, intentando también asegurarnos de que el bombero no es un pirómano y el policía no es un fanático de las armas de fuego, con una buena batería de exámenes psicológicos a los candidatos a ser ministro o presidente, más allá del simple psicotécnico, intentaríamos averiguar si el aspirante a tan alto cargo de responsabilidad es en realidad un hipócrita bandarra ladrón y putero. Buscaríamos detectar si carece de empatía, si se victimiza, si es manipulador, la ausencia de nerviosismo, la falsedad o falta de sinceridad, la ausencia de remordimiento y vergüenza, el egocentrismo, la proclividad a la impulsividad, la incapacidad para aceptar responsabilidad sobre sus propios actos, la habilidad para enmascarar.
Estamos en plena campaña de la declaración de la renta en esta cita anual con la Agencia Tributaria para regularizar la obligación de pago por todo el año fiscal, con el fin de cumplir con el deber de contribuir al sostenimiento de los gastos públicos. Lo que se recauda se destina para soportar los gastos en sanidad, justicia, educación, cultura, investigación y desarrollo, mantenimiento de cargos y funcionarios, construcción de infraestructuras, defensa, armamento y seguridad. Y también para cubrir los emolumentos de la Jessica, la Claudia, la de Gijón, la colombiana nueva, la Ariadna, la Carlota y la Nicoleta, que la dignidad empieza por el cobro adecuado a la valía profesional, sobre todo si «lo hace que te cagas».