Magia de cercanía y granuja

Antonio Herraiz
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Con 16 años, consiguió entrar en la Sociedad Española de Ilusionismo. Llegó a la final de 'Got Talent' y su paso por el programa de 'Telecinco' le ha abierto nuevas puertas. Se refugia en Lupiana para ensayar sus números de magia

Magia de cercanía y granuja - Foto: Javier Pozo

«Quiero ganar Got Talent porque daría un vuelco a mi vida. El programa es perfecto para empezar de cero. Sería un puntazo que ganara un mago para darle a la magia la visibilidad que merece en España». Es parte de la sincera declaración de intenciones con la que Adrián Vargas (Talavera de la Reina, 2000) se presentó al concurso de Telecinco. Llegó a la final y rozó el triunfo. Hasta el punto de que el siempre exigente Risto Mejide se rindió ante el último número de Adrián: «Me ha gustado y me ha emocionado mucho», concluyó el presentador del popular programa.

Ese día, Adrián se acordó de su abuelo Ángel, que fue quien le aficionó a la magia de la forma más inocente. «Estábamos a las puertas de un comercio esperando a mi abuela. Para que a mi hermano y a mí la espera no se nos hiciera pesada, mi yayo sacó una moneda y la hizo desaparecer. Los dos nos quedamos flipados. Por la noche le dije a mi madre «quiero ser mago». No tendría más de ocho o nueve años». Lo primero que hizo fue ver un vídeo de Juan Tamariz, fuente de inspiración para muchos magos en todo el mundo. Tamariz y otro referente del ilusionismo, Pepe Carroll, actuaron en varias ocasiones en el desaparecido pub Chaplin de Guadalajara, un lugar que, por evidentes razones de edad, no conoció Adrián, pero sí que ha heredado parte de aquel espíritu. Es esa magia de cerca la que más le gusta y exhibe; un espectáculo en el que mezcla los trucos de cartas y monedas con grandes dosis de humor granuja, siempre buscando personalidad propia. «Se trata de crear emociones. Es fundamental comunicar con el público. Si no consigues conectar, ya puedes hacer el mejor truco del mundo que no sirve para nada». Y en esa búsqueda de la autenticidad y, en parte, de lo novedoso, incorpora su guitarra a algunos de sus números. En este caso, aunque es real, recuerda a aquel violín imaginario con el que Tamariz terminaba sus trucos mientras cantaba «tiarará, tiarará». 

«Chan-Ta-Ta-Chán». En la magia los resultados no llegan por casualidad y la mejor improvisación es la que está trabajada. Después de contarle a su madre que quería ser mago, le pidió que le comprara una baraja de cartas y un libro de magia. «Era un manual de Inés La Maga. Lo devoré en apenas unas horas. Con el tiempo, actué con ella en el festival Por Arte de Magia de Guadalajara y le confesé que ella tenía gran parte de culpa de que fuera mago». Lo tuvo claro desde el principio y ha sido autodidacta por obligación. «Mi madre me apuntó a la escuela de Ana Tamariz, la hija de Juan Tamariz. Apenas estuve tres meses porque no lo podíamos pagar. En ese momento empecé a llorar y a patalear». Sabía lo que quería y esa perseverancia le permitió entrar en la Sociedad Española de Ilusionismo con apenas 16 años. Al poco tiempo ganó el Cabra-Cadabra, un festival mágico que se celebra en el municipio cordobés de Cabra. A lo largo de estos años, ha hecho números con palomas, con fuego, con pañuelos, pero siempre vuelve a sus orígenes. «Reconozco que soy muy clásico. Con las cartas tienes infinidad de efectos: que si un cambio de color, un viaje de una carta, coincidencias, predicciones… La cartomagia es la poesía de la magia». Y luego se inclina también por la numismagia, que es la que se hace con monedas, mucho más complicada porque son objetos muy pequeños que requieren un entrenamiento diario de todas partes de la mano. 

Alcanzar la excelencia en el mundo de la magia implica una dedicación exclusiva. «Pienso en la magia, en crear efectos propios y en ir incorporando trucos nuevos las 24 horas del día. También cuando estoy durmiendo». Para aislarse y evitar interferencias del exterior, se refugia en una casa que ha alquilado en Lupiana, donde ha instalado su lugar preferido de ensayo con un estudio formado por tres espejos colocados intencionadamente para que cualquier fallo sea detectado al momento. Es su refugio donde sueña en afianzarse como un mago de referencia. Su juventud le augura una gran carrera con proyectos a corto plazo y con aspiraciones en un horizonte no muy lejano. «Me encantaría ir a Las Vegas. Es como la meca de cualquier artista que le guste la magia». Combina el talento y una personalidad que le hacen estar muy seguro de sí mismo. Lo conseguirá. Sólo será cuestión de tiempo.