Una rebelión que pone en jaque a Putin

Agencias
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Aunque el presidente ruso superó el motín de Wagner, su liderazgo sale tocado y su futuro al frente del Kremlin lleno de incógnitas

Muchos analistas consideran que la etapa de Putin en la historia de Rusia está a punto de pasar página. - Foto: EFE

Durante horas, Rusia estuvo sumida en el caos. El conato de golpe de Estado que protagonizó el pasado sábado el jefe de Wagner, Yevgeny Prigozhin, hizo cruzar al país un Rubicón peligroso como hizo Julio César hace más de 2.000 años. 

En una marcha que le llevó a tener sobre él los ojos de todo mundo, el líder de esta fuerza paramilitar tomó con su Ejército privado la ciudad de Rostov, llegó a la región de Lípetsk y puso a sus 25.000 mercenarios a poco más de 200 kilómetros de Moscú. 

Su motín fue el desafío más grande que ha sufrido el presidente ruso en sus más de 20 años de Gobierno con mano de hierro. Hasta ahora, el aura de gobernante enérgico que siempre ha acompañado a Putin hacía impensable alumbrar la posibilidad -ni remotamente- de que el país pudiese vivir unas horas tan caóticas como las acontecidas durante la jornada el pasado fin de semana hasta que la mediación del presidente bielorruso convenció a Prighozin de frenar su marcha hacia Moscú y dar un respiro a un Putin acorralado por un doble fuego: el de Ucrania, donde Kiev sigue avanzando en su contraofensiva, y las llamas de la rebelión interna. 

Para muchos analistas, sería un grave error creer que Putin ahora (con Prigohzin exiliado en Bielorrusia) está fuera de peligro. Lo cierto es que el líder del Kremlin sale gravemente debilitado de esta crisis. Incluso contra las cuerdas.

El intento de derrocamiento del Estado en Rusia por un Ejército de mercenarios ha puesto sobre el tablero otra reflexión: la de que es necesario reevaluar las suposiciones o las creencias más persistentes sobre lo que durante mucho tiempo se ha llamado la Rusia de Putin. 

Mientras las milicias de Wagner avanzaban imparables hacia Moscú, se percibió algo parecido al vacío de poder y eso no es una buena noticia para una figura tan autoritaria como la del presidente ruso. Incluso, su portavoz tuvo que salir a desmentir, ante los rumores persistentes, que hubiese abandonado Moscú hacia San Petersburgo.

Hasta los servicios de Inteligencia de Estados Unidos dijeron ayer tener la certeza de que Putin fue avisado de una posible rebelión del grupo de mercenarios Wagner y de su líder, Yevgeni Prighozin, al menos un día antes. La pregunta surge de inmediato. ¿Si lo sabía por qué no la desactivó?

La inteligencia norteamericana afirma desconocer por qué Putin no tomó una respuesta inmediata sobre el terreno a la toma de Rostov, si bien sospechan que la lentitud de la reacción se debió a una falta de coordinación a alto nivel dentro del Kremlin «probablemente por rivalidades internas» para resolver una crisis finalmente apagada por la mediación del presidente bielorruso, Aleksander Lukashenko.

 El levantamiento de Wagner no solo fue «un desafío directo a la autoridad de Putin», también mostró «grietas reales» en la dirección militar de Rusia, afirmó el secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken. Incluso alertó que la crisis no está cerrada. «Todavía no hemos visto el último acto», como declaró ayer enigmáticamente.

Tanto es así que ya se oyen voces augurando que las manecillas del reloj que marca la cuenta atrás de Putin al frente del Kremlin han comenzado a girar imparables. De hecho, el Ejecutivo de Kiev volvió a recalcar que la revuelta de Wagner marca el inicio del desmantelamiento y el «desgaste» del sistema de Putin, a quien consideró «humillado» ante el mundo por la marcha de Prigozhin. Un avance donde, curiosamente, él y sus hombres fueron recibidos como héroes en las ciudades que atravesaban y no como «traidores», según los definió el presidente.

El líder ruso apareció ayer en la televisión estatal por primera vez desde la rebelión para renovar su compromiso con la guerra en Ucrania, que insistió en calificar de «operación militar especial», y a la que se refirió como «su máxima prioridad». «Empiezo y termino mi día con esto. Y sin lugar a dudas, estamos en condiciones de cumplir con todos los planes y tareas que nos hemos propuesto. Esto se refiere tanto a la defensa del país como a la operación especial», enfatizó.

El futuro, sin embargo, se le presenta incierto. También son numerosos los expertos que sostienen que Occidente debe prepararse para una Rusia posterior a Vladímir Putin «profundamente peligrosa e impredecible» y mucho más militarizada.

El Rubicón está cruzado. ¿La suerte también está echada para Putin como en la famosa frase que pronunció Julio César al atravesar ese río? Es el interrogante ahora abierto para todo el mundo.