Todos tenemos claro que el paso del tiempo hace envejecer. Pero también influye, y no debemos olvidarlo, cómo pasamos ese tiempo, nuestra actividad del día a día. Charlamos con un experto en medicina antienvejecimiento, el doctor Manuel Castillo, presidente del comité científico de la Sociedad Española de Medicina Antienvejecimiento y Longevidad (Semal) y catedrático de la Facultad de Medicina de Granada. Subraya Castillo que, por supuesto, el primer factor que hace envejecer es el paso de los años, pero también influyen las circunstancias a las que nos exponemos.
«Algunas nos hacen envejecer más rápido, mientras que otras enlentecen o atenúan sus consecuencias. Podemos decir que el envejecimiento afecta a todo el organismo y a cada uno de sus órganos y sistemas. Cada uno de ellos tiene sus propios factores que aceleran ese proceso o que nos protegen frente al mismo». Además, añade, que está la genética, «más o menos resistente» con la que cuenta cada uno, así como las enfermedades que se van teniendo a lo largo de la vida, y también algo tan poco controlable como es la suerte.
Hay sistemas en donde el paso de los años es particularmente evidente, tal y como afirma, y como sería el caso de la piel, con la aparición de arrugas y de manchas, siendo el principal factor que acelera su envejecimiento la exposición al sol y cómo esa piel se ve expuesta a otros factores lesivos: «Se nota más en la cara y en las manos, que son las zonas más expuestas; y apenas se aprecia en las nalgas o en los muslos, donde la exposición es casi nula».
Ahora bien, también el doctor Castillo indica que, según sean las características de la piel, esto condicionará cómo se envejece: «En personas de piel clara y que usan poca protección, el paso del tiempo se hace más evidente. Cada persona tiene su tipo de piel más o menos resistente. Ante la misma exposición o protección, los nórdicos resisten peor el paso de los años que los mediterráneos o de piel más oscura».
Así, indica que, ante esto, lo que nos protege es defendernos de la exposición al sol en su caso, así como frente a las inclemencias del tiempo. Pone el ejemplo de la piel del marinero, expuesta al sol, al agua, o al viento de forma constante. «No podemos influir en la genética, y en tener una piel más clara u oscura, pero sí podemos centrarnos en lo que somos particularmente susceptibles y protegernos. Al igual que ocurre con la piel sucede con el resto de los tejidos del organismo, pero cada uno tiene sus propios factores pro-envejecimiento y antienvejecimiento», incide.
La capacidad para memorizar, reaccionar o responder se va perdiendo con el paso del tiempo, sostiene este experto de la Semal. No obstante, sí remarca que durante bastantes años esta pérdida se ve compensada por el aprendizaje y por la experiencia. «Es lo que se llama la inteligencia cristalizada, pero llega un momento en el que no podemos compensar más, y se pone de manifiesto esa pérdida de memoria, lo que a su vez le impide hasta reconocer a la familia o desenvolverse en el día a día», apostilla.
Factores que aceleran el envejecimiento cognitivo son tanto la falta de estímulos como el estrés que nos supera y que hace que lo pasemos mal: «Se puede decir también que el pasarlo bien lo enlentece».
Ahora bien, Castillo indica que cada órgano, cada sistema, tiene su propia dinámica de envejecimiento, así como sus factores que lo aceleran o lo protegen. En el caso del pulmón, apunta por ejemplo a la contaminación o al tabaco; mientras que con el hígado el exceso de alcohol o ciertos alimentos y fármacos.
«Para el riñón, la hipertensión arterial o un exceso de sal y de proteínas en la dieta; para el corazón y los vasos, la hipertensión, el colesterol o la hiperglucemia, entre otros factores. El efecto del envejecimiento de un tejido no se limita al propio tejido, sino que afecta a todo el organismo», sostiene.
Testosterona y estrógenos
Con el paso de los años disminuye la secreción de hormonas sexuales (testosterona en el hombre, estrógenos en la mujer), continúa este experto, lo que afecta a la libido, a la capacidad de reproducción, así como los cambios en el aspecto de la persona. «¿Cómo protegernos frente a esto? Es difícil porque es un proceso fisiológico, aunque, con las debidas precauciones, se podrían administrar hormonas para compensar esa pérdida».
Mientras, menciona que otras hormonas aumentan con los años, como es el caso del cortisol: «Y el estrés, lo aumenta todavía más. Otra hormona que sube, en parte ligado al aumento del cortisol, es la insulina. Esta también aumenta con el exceso de ingesta y con el aumento de grasa corporal, condicionando un interesante círculo vicioso, de forma que cuanto más estrés y más comida, más insulina; y cuanta más insulina, más grasa corporal, y con ello, a su vez, más insulina. Es importante romper ese círculo, por ejemplo, comiendo menos y moviéndose más».