20 años de preguntas sin respuestas

Agencias
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La incredulidad y el dolor siguen presentes entre los supervivientes y la familia de las víctimas de Casablanca, que recuerdan «como si fuera ayer» el día que puso su mundo patas arribas

Souad El Khammal, cuyo marido Abdeluahed y su hijo adolescente Tayib murieron en el ataque a la Casa de España el 16 de mayo de 2003, visita el cementerio de Los Mártires de Casablanca, donde están enterrados su marido y su hijo. - Foto: EFE

Si puede, Fiach Mesbah coge otra calle para evitar pasar delante del «agujero negro». Así llama a la Casa de España, donde el 16 de mayo de 2003 jugaba al bingo con unos amigos cuando su mundo se puso del revés. Veinte años después de los peores atentados yihadistas en Marruecos, que dejaron 45 muertos (incluyendo los 12 suicidas) en distintos lugares de Casablanca, para Fiach es «como si fuera ayer». La incredulidad y el dolor acompañan aún a las víctimas, condenadas a vivir con unos porqués sin respuesta.

De la Casa de España ya no queda más que su puerta de entrada, un timbre y el número de la calle, pintado encima. Allí murieron 24 personas cuando tres terroristas se inmolaron tras degollar al portero.

Fiach recuerda cada hora de ese día. A las cuatro de la tarde se reunió en un café con unos amigos para ir a esa otra casa y empezaron a jugar al bingo. «Estábamos inclinados sobre nuestro cartón, tachando los números, cuando se produjo la explosión. Luego hubo una segunda y una tercera. Dos barras de hierro se me metieron en el ojo y me desmayé», relata. Eran pasadas las 10 de la noche: «De mi mesa, solo un amigo y yo sobrevivimos».

Empezó «un calvario» de siete operaciones, un ojo destrozado, visitas diarias al hospital, pesadillas y sobresaltos a ruidos. Pero quizá lo peor fue el desempleo: trabajaba como representante y se quedó sin el puesto. En Marruecos no había previstas entonces indemnizaciones para las víctimas del terrorismo y las del 16 de mayo fueron pioneras. Tuvieron que luchar y hasta 2013 la Justicia no les indemnizó, pero fueron cantidades «insignificantes en comparación con los daños». Por eso, pide más ayuda para dar una buena educación a su hijo.

Sobre los terroristas, cree que «eran tan jóvenes que no sabían lo que hacían». Se inmolaron 12 en la Casa de España, en un restaurante italiano, en un centro cultural, en un hotel de lujo y en un cementerio judío. Fiach intenta entender y, preguntado si les perdona, responde: «En el fondo de mí, jamás. Me rompieron el cuerpo y el corazón».

En el Cementerio de los Mártires, Souad El Khammal visita cada viernes a su marido y su hijo. «Me quedo mirándoles, les hablo y eso me alivia mucho», relata. Ese 16 de mayo, ella y su hija de 14 años estaban en París por un premio escolar. Su marido se había quedado en Casablanca con su otro hijo, de 17. Allí murió su esposo y el menor se quedó en coma. «Volví a casa sabiendo que no volvería a ver a Abdeluahed, y con la esperanza de conservar a mi hijo», pero murió una semana después. Desde entonces, como Fiach, Souad intenta comprender el porqué, aunque prefiere no «poner cara» a los asesinos.

En defensa de su inocencia

Tras los ataques, las autoridades marroquíes llevaron a cabo detenciones masivas de islamistas y reforzaron su control sobre las mezquitas. Alrededor de 3.000 fueron arrestados y 903 condenados.

Medio centenar de radicales se manifestaron ayer en Rabat para defender su inocencia y exigir una nueva investigación, acusando a las autoridades de permitir los ataques para justificar una ley antiterrorista.