Casi un siglo y medio con los necesitados

Belén Monge
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Decenas de familias desfavorecidas guardan cola cada lunes delante de San Nicolás para recibir alimentos de la ONG, desde donde, en breve, iniciarán una nueva obra social de acompañamiento en el hospital de la capital a personas que están solas.

El presidente de San Vicente de Paúl hace entrega a los usuarios de un número para recoger la comida. - Foto: Javier Pozo

Acaban de cumplirse dos años desde que las conocidas viviendas sociales de San Vicente Paúl, situadas en el barrio del Alamín de Guadalajara, fueran donadas por esta ONG a Mensajeros de la Paz, concretamente a la Fundación del Padre Ángel, que desde marzo de 2022 se encarga de su gestión.

Los gastos desbordaban a la Conferencia San Vicente de Paúl. Sus escasos recursos hacían inviable continuar afrontando los costes de luz, gas, servicios de mantenimiento, pagos de alquileres, basuras... generados por más de la mitad de los inquilinos de los bloques de estas 96 viviendas, y que en algunas ocasiones terminaba afrontando esta sociedad como propietaria de los pisos y ante la petición de ayuda de algunos de los afectados, al no poder hacer frente a los costes. 

Ahora, dos años después, San Vicente de Paúl sigue con su labor caritativa, aunque centrada únicamente en lo que desde aproximadamente 146 años llevan realizando, el reparto de alimentos a las familias con menos recursos de Guadalajara. Una tarea que data del año 1878, convirtiendo, seguramente, a esta entidad, en  la ONG (Organización No Gubernamental) más antigua de la ciudad, tal y como señala su presidente en San Nicolás, Ángel García.  

Los voluntarios preparan la comida para los usuarios de los servicios de San Vicente de Paúl.Los voluntarios preparan la comida para los usuarios de los servicios de San Vicente de Paúl. - Foto: Javier Pozo

Y si bien es una realidad evidente que cada vez hay menos voluntarios y que los que quedan son ya de cierta edad, por el momento, cada lunes, a partir de las seis de la tarde, San Vicente de Paúl abre la puerta lateral de la iglesia de San Nicolás, donde la asociación cuenta con un espacio propio para su labor caritativa, y voluntarios como Pedro, Asunción, Amparo, Carmen, Margarita, Fredina, Lidia, Antonio o Ángel, salen a hacer entrega de un número a las familias o personas individuales que se acercan hasta este templo para recibir alimentos, o a entregarles la comida. 

Hay rostros de todas las edades y de muy diversas procedencias, pero si bien años atrás prevalecían  usuarios procedentes de los países árabes, últimamente, son mayoría los que provienen de países latinoamericanos y también algunos del continente  africano. La mayoría acude con cierto recelo, vergüenza y también timidez. A ninguno le agrada tener que pasar por esta situación porque el dinero no llega en casa. Sin embargo, la amabilidad y cercanía del voluntariado de San Vicente de Paúl les lleva a mostrarse mucho más naturales. 

Unas noventa familias y alrededor de 320 personas reciben comida mensualmente a través de San Vicente de Paúl en la iglesia de San Nicolás. Este último lunes en concreto, eran 32 las unidades familiares que recogían alimentos no perecederos y material de aseo personal en este templo, unos 110 usuarios en total. «Antes de la  pandemia, gran parte de las familias que venían a pedir ayuda eran musulmanas, ahora, el 90 por ciento de las que vienen son latinoamericanas. Muchas llegan casi con lo puesto, y con miedo y temor ante la incertidumbre de no saber cómo van a sobrevivir mientras les conceden los papeles para poder trabajar», señala García, muy preocupado ante el incremento de las necesidades sociales en la capital, y más concretamente en la zona centro, de la que ellos se ocupan.

El presidente de San Vicente de Paúl hace entrega a los usuarios de un número para recoger la comida.El presidente de San Vicente de Paúl hace entrega a los usuarios de un número para recoger la comida. - Foto: Javier Pozo

Para poder acceder a los alimentos que reparte San Vicente de Paúl es indispensable estar  empadronado. Y como en todo, aquí también hay cierta picaresca. De hecho, según ha podido conocer La  Tribuna de Guadalajara, algunos de los indocumentados se han visto obligados a pagar una cantidad concreta a un inquilino solo para poder empadronarse en esa vivienda y acceder a derechos que no tienen si no se empadronan. Además, hay pisos en los que más que convivir, bien podría decirse que viven en situación de hacinamiento.   

Desde San Vicente de Paúl son conscientes de que hay situaciones familiares muy complejas y reales. El incremento de los precios en productos básicos debido a la inflación ha conllevado que haya «mucha más necesidad» que tiempo atrás. «Intentamos seguir comprando lo mismo, pero el desembolso que tenemos que hacer es muy grande», declara el presidente de esta entidad en San Nicolás, reconociendo también que en la cesta de comida que entregan no tiene ya cabida el aceite de oliva. «Es imposible si queremos tratar de alargar el dinero que tenemos», subraya consciente de lo que dice. 

Así, hoy por hoy, pueden seguir realizando su tarea caritativa gracias a los donativos particulares, el apoyo de otras entidades y colectas en colegios y cofradías, además de al fondo común que ponen los propios socios. También la parroquia,  al igual que otras, recibe una ayuda  que sirve para colaborar en este servicio a los más necesitados, además de para contribuir a los pagos de luz, gas, alguna medicina, u otros recibos de aquellas familias de esta zona que no pueden llegar a fin de mes.  

En función de los miembros de la familia se entrega una bolsa de comida con más o menos alimentos no perecederos como aceite de girasol, cacao, leche, legumbres, pasta, arroz, sardinas en lata, huevos, patatas…, además de productos de higiene personal y algún juguete para los más pequeños. 

Otros servicios

No hace demasiado tiempo, también repartían ropa. Sin embargo, la nueva normativa europea ya no les permite hacerlo sin que la misma cumpla unos requisitos mínimos de higiene. Un servicio que han dejado de prestar y que ahora se ofrece desde las tiendas Reciclamoda de Cáritas. Ahora, si alguien se acerca a pedirles algún pantalón, vestido o zapatos, se les entrega un vale para canjearlo en esta tienda, un coste que afrontan a partes iguales desde ambas entidades.

Esta conferencia centra su atención en los colectivos con necesidades empadronados en la zona que va desde el Ayuntamiento, calle de La Mina, calle del Matadero y Ramón y Cajal. Ese es su ámbito, donde los usuarios con problemas para llegar a fin de mes se han multiplicado, algo que, además, no solo perciben en San Nicolás sino en otras parroquias de la zona.  

El presidente de San Vicente de Paúl en San Nicolás pide mayor implicación de las administraciones con todas las entidades sociales que trabajan con colectivos vulnerables en la provincia. 

La larga trayectoria de ayuda y labor de caridad de San Vicente de Paúl en Guadalajara se remonta a hace casi siglo y medio. Es posiblemente la  ONG más antigua de la capital, una razón más para merecer el máximo reconocimiento de la ciudad. Ángel García se muestra humilde cuando le preguntamos sobre ello, pero aunque afirma que no lo necesitan, si admite que les haría una «enorme ilusión» recibir la medalla de la ciudad.  

Su próximo reto está ahora en sumar a la labor actual de caridad el acompañamiento a las personas que, por diferentes motivos, pasan solas su estancia en el hospital, tanto niños como mayores, con el fin de que se sientan arropados. Una tarea que San Vicente de Paúl ya lleva a cabo el Hospital La Paz de Madrid con bastante aceptación. 

Se cumplen dos años desde que se realizó su donación

En el año 1957 la condesa de Romanones donó a Los Caballeros de San Vicente de Paúl de Guadalajara el terreno para construir pisos sociales para pobres y así se hizo. El Instituto Nacional de la Vivienda aportó una cantidad a fondo perdido, las administraciones de la provincia también colaboraron, y se puso en marcha la Operación Alamín para recaudar fondos. Hubo aportaciones de bares, restaurantes y particulares y la sociedad de San Vicente pidió una hipoteca. El coste total superó los cuatro millones de pesetas y en 1962 entraron las primeras familias con alquileres de entre 370 y 411 pesetas, aunque hay recibos en los que figuran 150 pesetas.

Desde el 9 de mazo de 2022, la Fundación del Padre Ángel se encarga de la gestión de estas viviendas. Una donación de San Vicente de Paúl a Mensajeros de la Paz por un importe de cero euros.