Hace años, a las monjas del monasterio de la Inmaculada Concepción, en Toledo, se les fue la luz. Como ellas beben del aljibe instalaron una bomba para sacar agua, la cual se olvidaron de desconectar. Cuando volvió la electricidad, la bomba provocó una inundación en la cocina, que caló al techo de la capilla de San Juan (también llamada del Cristo). «Los albañiles tuvieron que picar. Descubrimos que, detrás, estaba este artesonado y dijimos 'seguro que en algún momento nos lo podrán arreglar'», expresa Sor María Julia de la Inmaculada, abadesa del monasterio.
El milagro llegó años después tras múltiples visitas del Consorcio de Toledo, que les concedió el poder hacer la obra con una ayuda de más de 90.000 euros. Restauración que no solo se ha centrado en actuar en el artesonado.
El encargado de la dirección facultativa del trabajo ha sido el restaurador Miguel Ángel Bonache, que explica que se trata de un artesonado con decoración pictórica del siglo XV. «Cuenta con una representación vegetal con corlas y una serie de escudos con una heráldica concreta», asegura. No toda la techumbre fue decorada, ya que sufrió cambios a raíz de las tendencias de cada momento histórico. Y es que todo el artesonado se tapócon una techumbre de yeso blanco, que es lo que se encontraba de manera previa al incidente. Para ocultar el techo original, se eliminaron grandes zapatas de madera policromadas y se instalaron otras vigas «a través de una obra faraórica». Y es que en ese momento «ya no interesaba la decoración de ese forjado estructural». Al final, este trabajo de restauración ha sido «como tirar del hilo para ir tiempo atrás y ver todas las fases conociendo mejor el convento a través de esta capilla», asegura Bonache.
Un tesoro oculto en la cocina de un convento - Foto: David PérezUnas fases que, de alguna manera, se han «ordenado» recuperando la policromía, también «dejando las maderas que nunca tuvieron dibujo y haciendo una reintegración propia a través de un entablamento que debía existir antes de las entrevigas». De esta manera han conseguido cerrar toda la estructura para recuperar la estética original de la forma más fidedigna posible.
El objetivo final era volver a dar a este espacio el aura de capilla que actuaba como humilladero. Para ello no solo se ha recuperado la techumbre, sino tambien las dos puertas de acceso «inspiradas en una rejería, que permitían mostrar tus respetos al Cristo sin tener que entrar en el interior». Además, se han restaurado las pinturas murales que dan entrada a la capilla, las cuales «estaban en muy mal estado». Representan la advocación de San Juan Evangelista con elementos característicos, como el cáliz, el dragón, la Virgen y, presidiendo la estampa, una cruz.
Esta restauración se ha llevado a cabo durante cuatro meses por siete especialistas, a los que se han sumado pintores, albañiles o electricistas, entre otros. La obra financiada por el Consorcio aún no ha terminado, porque se sigue actuando sobre el Cristo que se encuentra, en estos momentos, en restauración en una de las impresionantes salas con las que cuenta el monasterio. La misma sala ya atesora múltiples obras de arte y un valioso fresco representando la última cena. El Cristo estará listo, si todo avanza según lo previsto, a finales del mes de octubre. Además, este proceso también ha descubierto otras incógnitas que el Consorcio buscará resolver, como las escrituras que han aparecido sobre la pintura de la Virgen, en las que podría nombrarse a la persona que ayudó a financiar la construcción de la capilla. «Si tuviéramos oportunidad de utilizar infrarrojos, podríamos descubrir en qué momento se hizo y qué persona patrocinó la creación de esta capilla», asevera el gerente del Consorcio, Jesús Corroto. Todo indica, además, que la mecenas fue una mujer.
Un tesoro oculto en la cocina de un convento - Foto: David PérezSe ha hecho esperar. Sor María Julia cuenta que, hasta que sufrió un deterioro notable, la capilla era un lugar importante para el monasterio. «Las mayores nos decían que desde aquí salían incluso procesiones. Era una parte con gran vida, sobre todo durante el verano». Lo que sí se ha seguido utilizando a lo largo de los años es un elemento especial y singular: el bendiciario. Se trata de una piedra de granito, situada en el suelo de la parte izquierda de la capilla cubierta por un pequeño tapón. No es más que un hueco que sirve para depositar el agua que se ha usado previamente para limpiar todos los elementos importantes en la liturgia, como el cáliz o la patena. Ante la posibilidad de que exista en esa agua alguna presencia del cuerpo de Cristo «por pequeña que sea», dice la abadesa, se deposita en ese hueco para evitar que sea profanado en cualquier otro lugar.
Un lugar especial, sin duda, pero que necesitaba de financiación externa, según Sor María Julia. Afirma que para ellas es un gran esfuerzo económico el simple hecho de mantener el monasterio. Tras años esperando la rehabilitación del espacio, «todo llega», asegura el gerente del Consorcio, que precisa que este tipo de proyectos se evalúan y puntúan según diferentes criterios, como la urgencia de la obra. «Al resolver el tema de las humedades y cubierta, no existía un riesgo que dañase las policromías, por ello el proyecto estaba como una foto fija esperando al presupuesto», dice Corroto.
Un tesoro oculto en la cocina de un convento - Foto: David PérezAl final el presupuesto llegó y lo que busca ahora la institución es llegar a un acuerdo para abrirlo un día de la semana a las visitas. Las monjas, por su parte, prefieren que no se realicen los viernes para no alterar su modo de vida.