Antonio Pérez Henares

PAISAJES Y PAISAJANES

Antonio Pérez Henares


El espejo del poder

24/05/2024

El poder produce verdaderos estragos en el ser humano. Es algo que vemos de continuo a nuestro alrededor. Porque hay 'poderes' aunque sean muy pequeñitos y el que manda solo lo pueda ejercer poco y a poquitos, incluso solo a uno. Como lo ejerce cada cual y el efecto que, cuando va creciendo, causa en él es posiblemente el espejo más esclarecedor y revelador de su personalidad, esencia y ser. No hay nada, en realidad, que nos desnude más, aunque se suponga que nos arrope y camufle mejor. A casa paso que damos nos encontramos con ello y tiene su mejor prueba del algodón en el trato con el inferior, o aquel que él considere como tal. Es un verdadero semáforo rojo.
Poder y política son algo más que palabras que comiencen por la misma letra. En realidad son hermanas gemelas incubadas ambas en un mismo vientre e inseparables desde la cuna hasta el cementerio. Pero resulta que es en la política donde más se pretende negar y donde más se proclama que nada de eso hay, que al revés, que hasta se sufren y aborrecen. Y hasta hay muchos que se lo creen.
De inicio, y en realidad, ambas cosas no suponen de origen perversión ni maldad. Las dos son necesarias y alguien las debe ejercer. Pero si es verdad que los efectos que producen en quienes alcanzan tal condición tienden a derivar en hacer aflorar lo peor de cada cual. Aunque en algunos había que estar muy cegado por la fe de partido, para no verlo venir y que seguirán sin verlo y cada vez más abducidos por ella haga lo que haga y aunque se de continuo lo contrario de lo que predicaba ayer y perjuraba no hacer jamás.
Tenemos muchos y muy recientes casos en nuestra reciente historia, pero creo que el actual está ofreciendo, dentro del periodo democrático que gozamos desde el año 1977, unas características excepcionales.
No creo siquiera necesario el enumerarlas, pero es tan intensa la adicción y tal el sentimiento de impunidad y de sentirse intocable que ha convertido todo su ser y estar en un retrato continuo de exhibición de él mismo encarnando y verbalizando su poder. Un poder del que emanan y al que se someten y somete sin el menor pudor, todos los demás. Aunque ello no debiera ser nunca así pues ese es el cimiento del sistema democrático y sin ello deviene en tiranía y en tirano él.
Pero cada vez le importa menos exhibirlo y a cada paso con la mayor arrogancia y obscenidad. Un día con el entregado Fiscal General y otro, anteayer, ordenando a la presidente del Congreso, su servidora Armengol, que cortara la palabra al líder de la oposición: «que vaya acabando ya». Ni el que fuera captado por las cámaras le ha preocupado en lo más mínimo. Se siente ya con categoría de Dios.

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