El renacer del bipartidismo

Leticia Ortiz (SPC)
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Los españoles vuelven a confiar en las formaciones tradicionales, PP y PSOE, que firman su mejor resultado en una década

El renacer del bipartidismo - Foto: JUANJO MARTIN

Cuando en el horizonte se vislumbraba la cita con las urnas del 26 de junio de 2016 (solo han pasado siete años aunque parece que han transcurrido décadas desde entonces), las tertulias televisivas y radiofónicas, las columnas periodísticas y hasta las conversaciones de barra de bar auguraban el sorpasso del Podemos de Pablo Iglesias al PSOE y del Ciudadanos de Albert Rivera al PP. España parecía que se dejaba enamorar por aquellas dos nuevas fuerzas políticas que emergían como un supuesto aire fresco en un Congreso donde solo los nacionalistas (en las primeras décadas de la democracia aún no habían evolucionado a independentistas) y algunos versos sueltos históricos como Izquierda Unida se colaban entre los asientos teñidos en amplia mayoría de rojo y azul. El bipartidismo, decían, ha muerto. Aunque las urnas aquel domingo de junio también desmontaron a las encuestas y, finalmente, entre socialistas y populares contaron 13.330.894 votos (el 55,69 por ciento) y 222 asientos. 

Sin embargo, desde entonces las cifras fueron cayendo en picado, por lo que la sentencia -«el bipartidismo ha muerto»- se repitió en las convocatorias siguientes como un mantra. Solo faltó escribirle un epitafio acorde a los lustros que ese binomio de PP y PSOE había marcado el paso del país. Nadie se atrevió... Y menos mal, porque como dice la frase erróneamente atribuida a Don Juan de Zorrilla «los muertos que vos matáis, gozan de cabal salud».

Del Bennu egipcio al Fenghuang chino, del Fénix romano al Anivia ruso, y del Fénix cristiano al Pájaro de Trueno de los indígenas norteamericanos. El Ave Fénix que renace de sus cenizas ha encontrado acomodo en las leyendas orales de todas las civilizaciones y sirve de recurso recurrente en política. El propio Pedro Sánchez ha visto su nombre más de una vez unido al del personaje mitológico. Bien podía, de hecho, haber ilustrado la portada de su Manual de Resistencia al que ahora podría añadir otro capítulo tras su órdago -no ganado, pero tampoco perdido- con el adelanto electoral. Pues, cual Ave Fénix, el bipartidism volvió de entre los muertos el 23-J, llegando a concentrar el 64,73 por ciento del voto, más de la mitad de la tarta electoral de una jornada en la que más de 24 millones de españoles acudieron a las urnas pese al calor y las vacaciones. 

Ese porcentaje es su mejor resultado en una década después de varios comicios en los que la irrupción de Podemos, Ciudadanos y Vox, lo había llevado a sus peores números desde el inicio de la democracia. En total, y a la espera del recuento de las papeletas llegadas desde el extranjero, el llamado voto CERA, populares y socialistas suman 258 escaños, una cifra que confirma el resurgimiento del bipartidismo, aunque sin llegar a los datos de su época dorada: las elecciones generales de 2004 y 2008, en las cuales acabó gobernando el PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero, en ambas sin mayoría absoluta.

En las primeras, PP y PSOE sumaron 312 diputados (el 81,3 por ciento de la Cámara), pero el cénit fue en 2008, cuando coparon el 83,81% de los votos y llegaron incluso a los 323 escaños, dejando solo 27 plazas del Congreso para todas las formaciones minoritarias, que, sin embargo, fueron clave para que el líder socialista pudiera gobernar con la llamada geometría variable.

Al igual que ocurría entonces, los datos obtenidos por populares y socialistas no significan que hayan recuperado la fuerza de antaño para gobernar en solitario. Desde 2011, cuando el PP de Mariano Rajoy ganó con 186 escaños, ninguno de los dos partidos ha vuelto a tener ese grado de autonomía. 

esperanza para el cgpj. Aunque los minoritarios tengan de nuevo la llave de la gobernabilidad, los 258 escaños logrados por PP y PSOE suponen 48 más de los 210 necesarios para renovar los órganos constitucionales, entre ellos el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), que el próximo diciembre doblará mandato caducado, una situación inédita en la democracia española.

El actual órgano de gobierno de los jueces comenzó su andadura el 4 de diciembre de 2013 con 20 vocales más Carlos Lesmes como presidente. Debía haberse renovado cinco años después, pero la falta de acuerdo político entre los principales partidos lo ha impedido. Lo habitual durante los lustros anteriores ha sido que PP y PSOE, sin necesitarlo aritméticamente, acabaran abriendo la negociación a otros partidos minoritarios para que la representación en el CGPJ fuera lo más acorde posible a la del hemiciclo o para fortalecer sus alianzas parlamentarias. 

Bajan los extremos

La cuestión es a qué se debe este repunte del bipartidismo. Y son muchas las variables que confluyen y que pueden tener su importancia en el resultado de los partidos mayoritarios. Hay que partir de que, según las encuestas sociológicas, España siempre se ha considerado de centro-izquierda. Así lo dicen los ciudadanos al ser cuestionados por su ideología. Curiosamente el centro es la gran utopía del tablero político nacional: todos sueñan con ese espacio, pero nadie es capaz de conquistarlo por sí mismo y consolidar sus siglas. El último ejemplo es Ciudadanos, que de rozar la gloria pasó a la desaparición en apenas una década. El reparto de los votos naranjas, de hecho, tiene mucho que ver con el repunte del bipartidismo, puesto que sus electores, huérfanos de partido, se han refugiado en PP y PSOE, lejos del extremismo de otras fuerzas. Y es que, como ponía de relieve el exdirigente socialista Nicolás Redondo hace unos días, «España ha huido de los extremos». Un hecho que ocurre, además, justo después de que esos «extremos», Vox y Sumar (en este caso como sucesor de Podemos) hayan tocado poder.

Las estructuras consolidadas de populares y socialistas influyen también en que el ave fénix renazca una y otra vez mientras ve pasar el cadáver de sus enemigos políticos que surgen para quitarle la supremacía. Es difícil competir en igualdad de condiciones con un bipartidismo de bases fuertes, instalado en ciudades y pueblos de toda España desde los inicios del nuevo período democrático.

PP y PSOE crecen, sí, pero siguen dependiendo de otros para llegar a Moncloa, porque la gran coalición, esa que se ha dado por toda Europa, «ni está ni se la espera».