Cuando ya empiezan a apagarse los ecos del último Tour, es buen momento para hacer una pequeña radiografía del último campeón, que acaba de repetir en lo más alto, Jonas Vingegaard. Tiene dos caparazones. Uno, de gélido hielo, protege su carácter frío, casi hostil, introvertido, con el que se pasea por un deporte acostumbrado a comportamientos más cálidos. El otro, diseñado a base de datos, cifras y estrategias. Él lo denomina «el plan» y no se sale ni un milímetro de sus consignas.
Entre ambos, la 'Grande Boucle' ha encontrado un campeón que desafía todos los estereotipos, capaz de imponerse frente a uno de los ciclistas más carismáticos de la historia, Tadej Pogacar, como un intruso dentro de una historia que parecía escrita.
Así, se presenta como un estoico personaje que alimenta el mito del sufrimiento tan querido en el ciclismo.
Nacido el 10 de diciembre de 1996 en Hillerslev, Jonas Vingegaard Rasmussen siempre ha ido a contracorriente. Ciclista en un país donde la bicicleta es un medio de transporte, no un deporte; escalador en una tierra plana que solo había dado un puñado de rodadores.
De joven, una caída estuvo a punto de alejarle del deporte que amaba, el que le llevaba a pedir a sus padres que le llevaran cada año de vacaciones a los 'coles' franceses.
Pescadero
Vingegaard no abandonó su sueño y combinó el entrenamiento con largas jornadas en una lonja de pescado donde su padre, operario de una granja de salmones, le encontró un trabajo que le obligaba desde abrir pescado a organizar subastas.
Ahí comenzó a forjarse su mentalidad estoica, igual que su carácter osco, que le impedía dormir antes de cada carrera, donde su madre le llevaba y donde coleccionaba decepciones.
Pero su personalidad y su físico encontraron en el Jumbo, un equipo de cimientos cartesianos y de una moral rígida, una buena manera de expresarse. Algunos ven en la escuadra la sombra del antiguo Radobank, manchado por el dopaje. Otros, la búsqueda de la perfección.
Porque desde muy niño, mostraba síntomas excepcionales de lo que podía dar sobre la bicicleta. Su VO2Max, la cantidad de oxígeno que su cuerpo podía consumir durante el esfuerzo, adquiría niveles casi inhumanos.
El Jumbo fue esculpiéndole, y en 2021, cuando sus líderes fueron cayendo frente al empuje de Pogacar, Vingegaard acabó, sorprendentemente, segundo. Y fue entonces cuando la escuadra de Países Bajos apostó por él, que se esforzó en conceder entrevistas, en sonreír a los aficionados...
Al año siguiente regresó al Tour como pieza central de la estrategia del Jumbo, junto a Roglic, dispuestos a combinar sus fuerzas para doblegar a Pogacar. Y o desquiciaron en el Granon. Al final, el asfalto le dio la victoria final.
En esta edición, el danés acudió sin escudero -Roglic optó por el Giro-, y con su gran rival 'tocado' por una lesión. Se notó.
Para el recuerdo dejó la contrarreloj de Combloux, comparable a las de Indurain. Algunos le acusaron de haberse dopado, y él apeló sencillamente al sacrificio.