Llega savia nueva a la Iglesia de todo el mundo, y de una forma muy especial a la de Estados Unidos, el país natal del nuevo Santo Padre, tras su elección el pasado jueves del cardenal Robert Francis Prevost como el Papa León XIV. Se trata del primer Pontífice de origen norteamericano y, su nombramiento, significa un impulso a la fe de los fieles cristianos de esta nación, que han visto un estancamiento en el número de feligreses tras estar sacudida por decenas de denuncias de abuso sexual y demandas millonarias.
«Debemos buscar juntos ser una Iglesia misionera, que construye puentes y el diálogo siempre abiertos a recibir a todos y, sobre todo, a cuantos necesitan nuestra caridad y presencia», explicó León XIV en su primer discurso.
Un mensaje que se espera cale entre los católicos en Estados Unidos, uno de los grupos religiosos más numerosos en el país, superando a cualquier denominación protestante.
El 20 por ciento de los adultos estadounidenses (cerca de 53 millones) se identifica con esta religión, según un reciente análisis del centro de investigación Pew.
Los seguidores de Jesucristo ubican a su nación en el cuarto lugar de países con más practicantes cristianos en el mundo, solo superado por Brasil, México y Filipinas, de acuerdo con el Anuario Estadístico de la Iglesia publicado por el Vaticano en 2021, lo que pone de relieve la necesidad de no desatender a esta comunidad religiosa.
Aunque en las últimas décadas se ha registrado un declive, el porcentaje de adultos estadounidenses que se identifican como católicos se ha mantenido en un 20 por ciento desde 2014, cuatro puntos menos que en 2007.
La estabilización en el porcentaje ha sido atribuida en gran parte a la incorporación de más inmigrantes de esta religión y al alza de la población hispana. Más de cuatro de cada 10 católicos en EEUU son inmigrantes o descendientes, y la proporción de cristianos hispanos aumentó del 29 por ciento en 2007 al 36 por ciento en 2025, según la encuesta más reciente de Pew.
La elección de León XIV, de 69 años, nacido en Chicago y que también obtuvo la nacionalidad peruana en 2015 tras pasar gran parte de su vida religiosa en el estado andino, ha cogido por sorpresa a algunos líderes religiosos en su país natal.
Por ejemplo, el arzobispo de Detroit, Edward J. Weisenburger, declaró que debía reconocer «humildemente» que no anticipó que un estadounidense sería el elegido.
Y es que los líderes católicos en Estados Unidos no son tan notables. La nación ha tenido solo dos presidentes identificados con esta religión, ambos demócratas.
El exmandatario John F. Kennedy (1961-1963) tuvo que lidiar desde su campaña con las dudas y acusaciones de que su fe apostólica, que suponía una lealtad al Santo Padre, socavarían la libertad religiosa en Estados Unidos.
Tuvieron que pasar casi 60 años para que se eligiera a Joe Biden (2021-2025) como el segundo presidente afín a la religión romana. Este último recordó en su mensaje de felicitación que León XIV es de Illinois y deseó que Dios le bendiga.
El actual mandatario, el republicano Donald Trump, no se quedó atrás al calificar como un «gran honor» para el país que León XIV sea el primer Papa estadounidense.
Demandas millonarias
Impulsar el catolicismo de Estados Unidos supone también la necesidad de enfrentar los múltiples escándalos por abuso sexual y los millonarios acuerdos que ha tenido que pagar la Iglesia.
Durante más de dos décadas, las denuncias de menores le han costado a las diócesis cristianas 5.023 millones de dólares, según un reciente informe del Centro de Investigación Aplicada al Apostolado de la Universidad de Georgetown.
Entre 2004 y 2023, tres cuartas partes de esta suma se destinó a víctimas de abuso, el 17 por ciento a pagar honorarios de abogados, el seis por ciento a apoyar a los presuntos abusadores y el dos por ciento a otros gastos. Ese golpe económico ha hecho que más de dos docenas de diócesis en EEUU hayan acudido a la bancarrota.