Evita resacas...

Antonio Herraiz
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Se conocieron recogiendo firmas para que el gobernador civil, Pedro Zaragoza Orts, autorizara las peñas. Agapit'os se estrenó en las ferias de 1974, con cerca de 70 socios que pagaron una cuota de 150 pesetas cada uno

Evita resacas... - Foto: Javier Pozo

Primero surgió el amor entre los dos y luego la peña. O casi al mismo tiempo. Manolo Muñoz y Geles Centenera (Guadalajara, 1956) se conocieron mientras recogían firmas para que el entonces gobernador civil, Pedro Zaragoza Orts, autorizara las peñas en la ciudad. «Había habido una mala experiencia anterior y estaban muy reticentes. Con muchas trabas, cuando le presentamos las firmas, aceptó». Era el verano de 1974 y quedaba poco más de un mes para la celebración de las ferias, cuya fecha se mantenía fija del 24 al 30 de septiembre. «No teníamos nombre para la peña ni local; dinero tampoco, porque la mayoría éramos estudiantes. Lo que sí había eran muchas ganas de pasárselo bien y las fiestas de aquellos años habían quedado reservadas para los niños hasta 12 ó 13 años -con los caballitos y demás- y para la gente mayor. Los chavales de una edad ya más avanzada nos aburríamos». 

El 18 de agosto se reúnen 60 personas que estaban dispuestas a inaugurar la peña ese mismo año. Todos se conocían de los guateques dominicales y de sus quedadas junto a los baños públicos que había en el parque de la Concordia. «Como no había móviles, si querías ver a tu cuadrilla, ése era el lugar, donde también estaba el bar Remo». Lo primero que hicieron fue definir el nombre de la peña. Surgieron propuestas como La Colmena y otros elementos comunes de la Alcarria. «No nos terminaba de convencer ninguno y a alguien se le ocurrió: '¿Qué santo es hoy?' Como era San Agapito, nos quedamos con ese nombre». Eligieron el plural y, tirando del apóstrofo del inglés, lo adaptaron a su manera. «En lugar de colocarlo antes de la s final, por ser más originales, lo pusimos después de la t». Había nacido la peña Agapit'os y tocaba registrarla, cuestión que se antojaba complicada porque la mayoría de edad estaba entonces en los 21 años y todos sus impulsores tenían menos de esa edad. «Ahí estábamos Geles y yo, Gonzalo Martínez, Juan Muñoz, Luis Varas, Ana Rosa Vives, Amelia Medina, Fede Bueno… Ninguno llegábamos a los 21 y recurrimos al hermano de Gonza, a Ángel Martínez, para que pusiera su firma en el registro de la peña». Consiguieron un local en el Fuerte de San Francisco, aportaron una cuota de 150 pesetas y ésas fueron las primeras ferias de los Agapit'os. Con ese presupuesto, ni charanga, ni ningún extraordinario. «Alguna noche asamos chuletas y, el resto, buscábamos lo más económico. Cada día hacíamos un perolo de limonada y gachas. Y el equipo de música sería de alguno cuando montábamos los guateques». También acudían con disfraces para bailar hasta bien entrada la madrugada. A los que se lo permitían en casa, claro. «Las chicas lo teníamos más difícil. Yo tuve suerte que me dejaron apuntarme a la peña. Como excepción, en ferias podía llegar a las 12 de la noche. Salía del local cinco minutos antes y teníais que verme por el paseo de Las Cruces hasta la calle Cifuentes, donde vivía. Era como correr el encierro con los toros detrás». 

Hay dos elementos que surgieron también en aquellos orígenes de la peña. Como mascota eligieron al personaje de un tebeo, de nombre Agapito, que lucía un bombín, portaba un garrote y, debajo de su gran bigote, aguantaba con los labios un puro. Y luego se quedaron con el lema que ha acompañado a la peña durante este medio siglo: «Evita resacas, quédate borracho». «Lo de ese chascarrillo fue improvisado. En el instituto empezamos a decirlo y ahí se quedó. Luego el año que estaba haciendo la mili en Barcelona, fui a una exposición y me sorprendió verlo en un cartel de poliespán. Dije 'estos nos han copiado' y lo traje para la peña». 

Los dos han sido presidentes de Agapit'os. Manolo en 1978 y Geles al año siguiente. Su periplo por diferentes locales da para escribir un libro. «Casi nadie te quería alquilar una casa para montar una peña y cuando te cedían un local estaba que se caía». A los dos se les amontonan las anécdotas. «Los primeros años, la policía secreta estaba siempre en la peña. Lo hacían para vigilarnos y también para beber gratis». Me cuentan que un año, durante todas las ferias, tuvieron una vaquilla en el local. «Hicimos un pequeño corral, con sus alpacas de paja, y allí estuvo el animal la semana entera». Otro año les robaron el equipo de música que les había dejado un miembro de la peña que tocaba en un grupo. «Al poco tiempo, nos avisaron de que estaba a la venta en El Rastro. Fuimos y lo compramos». Es la historia de Agapit'os y es parte de la historia de Guadalajara, ciudad con la que han compartido 50 ferias y en la que piensan disfrutar, al menos, otras tantas más.