Los debates de los líderes políticos se suceden con tal rapidez que ni a los propios intervinientes ni a sus equipos de asesores les da tiempo a renovar la panoplia de argumentos para acorralar al adversario de tal forma que las intervenciones de unos y otros suenan a repetidas, aunque todos consideran que lo de la repetición de las mentiras, o de las medias verdades, o la utilización de los datos a conveniencia, llega a convertirse en una verdad, o que al machacar sobre el yunque se va a llegar a más gente de los convencidos.
Entre el debate del presidente del Gobierno con el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo en el Senado y la pregunta de la portavoz parlamentaria del PP, Cuca Gamarra, a Pedro Sánchez en la sesión de control al Gobierno, apenas hubo diferencias en cuanto a la línea central que ha dibujado el partido conservador, que su intención es "derogar el sanchismo", al tiempo que Sánchez estira la cuerda con sus promesas de construcción de viviendas para el alquiler social y el nuevo mantra de que la izquierda gestiona la economía mejor que la derecha, mientras que el Partido Popular trata de sacudirse la pifia que ha cometido con el Parque Nacional de Doñana y la pretensión de legalizar lo ilegal, aunque ahora busque "soluciones imaginativas" para reparar el error, tras haber recibido la recriminación de Bruselas que pretendió hacer pasar por un beneplácito.
Ya resulta reiterativo que el PP insista en que a Sánchez lo único que le preocupa es permanecer unos meses más en La Moncloa –lo llevan diciendo hace tres años- cuando lo que realmente importa es tener el control del Boletín Oficial del Estado. ¡Ay, de Feijóo!, como se le ocurra cambiar el colchón de la habitación de matrimonio de La Moncloa, -como se le recriminó a Zapatero y a Sánchez, aunque es lo que suele hacer cualquier inquilino que alquila un piso-, cuando llegue a la sede de la presidencia del Gobierno; o que se monte en el Falcón si no se produce una urgencia oficial, o que cualquier ministro/a de su gobierno se vista de faralaes o de traje regional en una fiesta popular. Si acaso podrán asistir a la caseta de la Feria de abril de Sevilla de algún periodista que trabaje a favor de obra, como ha hecho Feijóo, a pesar del caos y el desgobierno en el que vive el país. Entretanto, se sigue sin conocer las propuestas del PP en materia de vivienda salvo la preocupación por los okupas y la amenaza con su incumplimiento en sus comunidades autónomas.
Pero de la misma forma que se reiteran argumentos para atacar al contrario hay otras polémicas que desaparecen cuando hace cinco minutos que fueron presentadas como artefactos de la campaña electoral. Apenas un día después del traslado de los restos de José Antonio, el fundador de la Falange, desde el Valle de los Caídos -Cuelgamuros ahora-, a un cementerio madrileño nadie lo menciona ya y ha pasado a los anales en menos de veinticuatro horas. De la decisión del PP de apoyar la "ley del solo sí es sí", que se vota definitivamente el jueves en el Senado, apenas dio para una referencia irónica de Feijóo, ignorada por Sánchez, mientras Ione Belarra e Irene Montero lloran sobre la leche derramada sin que vayan a dimitir, ni el presidente del Gobierno les vaya a cesar, por las mismas razones que el presidente de Castilla y León tampoco cesa a su vicepresidente de Vox, que tantos quebraderos de cabeza le da. Así de reiterativa y olvidadiza es la política nacional.