Cogolludo celebró la festividad de San Miguel

Redacción
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Con un sencillo programa de actos que tiene su eje en la Ermita del Santo, construida hace treinta años.

Imagen de la celebración. - Foto: Ayto. de Cogolludo

La villa serrana de Cogolludo ha celebrado este fin de semana la festividad de San Miguel, con un sencillo programa de actos que tiene su eje en la Ermita del Santo, construida hace treinta años, gracias a la donación del terreno por parte de María Rosa Fernández y al trabajo altruista de los hermanos cofrades en el paraje de La Zarcilla, que domina la Vega del Cubo.  Es el lugar donde los cogolludenses tienen sus huertos.

«San Miguel es uno de los tres arcángeles, junto a San Rafael y San Gabriel, más importantes de la Iglesia. El auge de la celebración de esta festividad comienza en el siglo XV. Aquí, en Cogolludo, hay que dar gracias a la Hermandad por recuperar la tradición, no dejando que se perdiera e invitándonos anualmente a vivirla con ellos», señalaba en la mañana de ayer el párroco local, Mauricio Muela.

De las numerosas cofradías que existieron en Cogolludo, esta de San Miguel es de las pocas que han llegado a época actual. Cuando estaba a punto de extinguirse renació con nuevos bríos, de forma que, de dos cofrades que tenía en el año 1986, Félix Cruzado y Flores Martínez, en el año de 1997 contaba con más de cien cofrades que impulsaron a esta centenaria cofradía de San Miguel al punto más álgido de su historia. Hoy cuenta con cerca de sesenta.

Se desconoce la fecha de su fundación, aunque hay que darle bastante antigüedad. Si se observa el barroquismo del cetro de plata de San Miguel, se puede aventurar que data, al menos, del siglo XVII. No existe más que un libro, cuya primera fecha es la del día 3 de marzo de 1881. Este libro es continuación de otros anteriores que no existen, porque en esta cofradía tenían la costumbre de guardar los libros los mismos cofrades, en lugar de guardarlos en el Archivo Parroquial como hacían otras cofradías.

Las cofradías cobijaban en su seno, generalmente, a los componentes de un gremio, o aglutinaban a gentes de un determinado status social, esto se podía decir de la de San Miguel. Su cabildo estaba formado por el prioste, un secretario, dos mayordomos, dos muñidores, dos mugrones, un sarmentador, un sepulturero y un corredor.

La nueva ermita fue bendecida el 29 de septiembre de 1993, hace ahora justo treinta años, por el entonces párroco de Cogolludo, Jesús Mercado. Anteriormente, la talla de San Miguel se guardaba en la Iglesia de Santa María. Aquel día, bajó en procesión hasta su nueva y definitiva morada.

Con gran orgullo, en este 2023, llevaba el cetro de la hermandad, como prioste, Vicente Cruzado, hijo de Félix, ya fallecido. En la misma ermita, contaba que «soy yo quien tira los cohetes, menos este año, que me toca llevar el cetro». De niño, Vicente recuerda que el convite y las celebraciones se hacían «en un cabildo que tenía  la Cofradía».

Los frescos de la Ermita son obra de Daniel Merino Bodega, pintor y tenor, nacido en la madrileña calle de Silva, pero oriundo, por parte de su madre, de Cogolludo. De hecho, su abuelo materno, Ciriaco, era maestro asador de Cogolludo. Y como es bien sabido por la bien ganada fama de su cabrito y su cordero, eso es mucho decir. Daniel  estudió en la Escuela de Bellas Artes y Oficios de Madrid y fue académico de la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción de Valladolid.  Compartió escenario con los grandes nombres de la lírica recorriendo teatros de Europa y América, llegando incluso a cantar como segundo tenor en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona.

En Cogolludo dejó un precioso lienzo de la plaza y el consistorio, que se conserva en el Ayuntamiento,  y también los frescos de la Ermita, que pintó de manera altruista, puesto que era hermano de la Cofradía. Murió el 25 de enero de 2011, y desde ese año, el concurso de pintura rápida de Cogolludo lleva su nombre.

Este viernes, la hermandad se reunía para elaborar la limonada con la que luego invitó a propios y extraños. La celebración, desde 1993, se hace siempre el sábado posterior al día de San Miguel. Ayer, la charanga recogía al prioste en su domicilio, que invitaba a un vino, un café y unos bollos al resto de hermanos. Oficiaba la misa Mauricio Muela. A su término, el santo salía en procesión, dando  tres vueltas a la ermita, en honor a la Santísima Trinidad.  Previamente, Francisco García subastaba las andas del santo, a la entrada y a la salida de la Ermita, y también las roscas y tortas del santo.

A mediodía, la hermandad, en las antiguas escuelas, invitaba al pueblo de Cogolludo a un generoso aperitivo. Después, los hermanos cofrades y sus familias, comían allí mismo, trayendo cada uno comida para compartir, como siempre fue tradición. Por la tarde, hubo actuación, y en la mañana de hoy domingo, caldereta para los cofrades y sus familias.