Días 4, 5 y 6 de julio. Congreso del PP en Madrid que no va a ser un paseo militar para Núñez Feijóo como fue el de 2020 en Sevilla. En este último, el político gallego fue elegido presidente del partido con todos los honores, una mayoría aplastante y un entusiasmo que obligó a pensar que hacía mucho tiempo que la militancia del grupo estaba a la espera de Feijóo. Pablo Casado y, sobre todo, su lugarteniente Teodoro García Egea habían abierto grietas en la formación, revolucionaron varias de las estructuras regionales colocando afines en lugar de promover a los que contaban con mayor apoyo de la militancia, y Feijóo, dirigente de Galicia desde hacía 12 años, se había convertido en El Deseado desde antes incluso de que Casado se hiciera cargo del PP.
En Sevilla, el líder popular fue elegido nuevo presidente con una mayoría que auguraba grandes triunfos. Nadie dudaba que en las siguientes elecciones se convertiría en jefe del Gobierno. Ganó esas elecciones… pero no con la mayoría necesaria para desbancar a Pedro Sánchez. Desde entonces, el PP y Feijóo han atravesado momentos de desencanto, de esperanza y de frustración. El gallego se engañaría a sí mismo si creyera que el partido está en plena forma, y que cuando se celebren nuevos comicios, esta vez sí, se convertirá en presidente.
Probablemente, el gallego es el más realista de su grupo sobre su futuro. Cree que puede ganar… pero no puede obviar las dificultades. Sánchez no solo cuenta con una capacidad de resistencia nunca vista hasta ahora en la política española, sino que se crece ante las dificultades; pero lo más peligroso es la falta de principios y la capacidad de engañar a propios y extraños, que lo convierten en un rival muy difícil porque no tiene límite. Esa actitud, Sánchez ha tenido la inteligencia de transformarla en cualidad: se hace pasar por un político valiente que se defiende ante la adversidad y salvar así a los españoles de las fuerzas del mal. Fuerzas del mal que para él están representadas por la ultraderecha, a la que Feijóo no pone mala cara con tal de conquistar la Moncloa.
Esa carta es la que mejor juegan los sanchistas y la que no sabe jugar Feijóo, que no ha encontrado la fórmula para lanzar la idea de que tiene un proyecto sólido de Gobierno, que merece la pena confiar en ese proyecto y, por tanto, es necesario apoyar al PP e impedir así que tenga que buscar coaliciones que, siempre, obligan a ceder e incumplir compromisos. Hasta ahora no ha conseguido que cale ese mensaje con la suficiente fuerza como para recuperar los muchos votos del PP perdidos en tiempos pasados y que se marcharon a Vox fundamentalmente por desacuerdo con las decisiones de Mariano Rajoy respecto a Cataluña… que el PSOE, desde la oposición, presentó primero como un desconocimiento de la fuerza de la soberanía en la región y, después, como una posición de intransigencia en Rajoy que enervó al independentismo.
Lo vivido estos últimos años demuestra que la fuerza de Sánchez es descalificar a sus rivales como analfabetos funcionales políticamente, cuando no vagos, y segundo, como peligrosos extremistas a los que conviene neutralizar para que España no se convierte en un país dirigido por peligrosos radicales de la ultraderecha.
Desde que el líder socialista ha llegado a acuerdos con toda clase de socios, Feijóo ha atravesado momentos de debilidad manifiesta. Incluso en un sector del PP, el más derechizado, se comenta que le falta vigor para enfrentarse a un rival falto de escrúpulos. Y con una conclusión en la que coinciden muchos de los analistas: necesita un equipo capaz. El que le sirvió para Galicia no es el adecuado para dirigir un partido nacional con aspiraciones de Gobierno. Sin embargo, dirigente popular hizo siempre oídos sordos a esas consideraciones y durante estos tres años se ha mantenido fiel a quienes le acompañaron en su comunidad sin admitir que ganar los comicios obliga primero a una inteligente estrategia electoral para conseguir un número de escaños que le acerque a la mayoría absoluta y, segundo, un programa ilusionante que llegue a los ciudadanos y se vean reflejados en él.
Estrategia electoral
Hace un mes, Feijóo dio la impresión de que, finalmente, estaba dispuesto a coger el toro por los cuernos. En otoño, con sigilo, incorporó a su equipo a un politólogo fichado por Sánchez hacía un par de años, Aleix Sanmartín. Había colaborado en la campaña de Xavier Albiol en Badalona, con excelentes resultados que le permitieron recuperar la Alcaldía al conseguir la mayoría absoluta. Colaboró también con Juanma Moreno en Andalucía. No ganó las primeras elecciones, pero sí le asesoró para los acuerdos con Ciudadanos y contar con el apoyo de Vox desde fuera del Gobierno. En sus segundos comicios, Moreno logró la mayoría absoluta y se convirtió en referente del PP no solo andaluz, sino nacional. Al igual que Isabel Díaz Ayuso, líder indiscutible en Madrid a la que permanentemente el PSOE trata de enfrentar a Feijóo. Pero los dos dirigentes saben perfectamente cómo se mueven uno y otro, su lealtad y compañerismo no admite duda y serán pilares esenciales en el congreso del partido del próximo julio.
Desde que anunció la cita, Feijóo lee, escucha y pregunta. No suelta prenda, aunque los rumores sobre los cambios en su equipo directivo están a la orden del día. Además, no ha tomado decisiones inamovibles todavía, ya que se anunciarán en las horas previas al final del congreso.
Asuntos esenciales
Tiene ideas firmes sobre la ponencia política, que quiere que sea sólida en los aspectos económicos para que se vea que cuenta con un equipo que conoce los problemas, es muy profesional y sabe hacer las cuentas presupuestarias sin dejarse llevar por aventurerismos. Pensiones, trabajo, vivienda, educación y sanidad son capítulos sociales esenciales, con especial atención a problemas actuales que hoy son prioritarios, como la inmigración, la seguridad ciudadana y un asunto que se ha convertido en importante: el movimiento okupa y la necesidad de reformas legales para atajarlo.
Al anunciar la celebración del congreso, surgió de inmediato la polémica sobre la necesidad de tomar decisiones sobre las primarias, dado que está asentada la idea de que las dos vueltas han sido desastrosas para el partido. Y hay un asunto que preocupa, mucho, a la actual dirección del PP: cómo controlar el poder de instituciones que en estos momentos están en manos de personas incondicionales de Sánchez. Feijóo, por cierto, conoce los planes del presidente: si no es reelegido, no se marchará a casa. Su idea es ejercer como líder de la oposición e intentar ser de nuevo dirigente. Como hizo Trump cuando perdió ante Biden.
El PP trabaja a destajo en Génova, en contacto permanente con las organizaciones territoriales. Se prepara la infraestructura, pero sobre todo los trabajos políticos. Se piden sugerencias, propuestas, informes y nombres para sumar a las diferentes comisiones. Eso es lo que más importa, aunque el morbo, lo que inquieta a los miembros del PP, se centra en los nombres, en quiénes formarán parte del equipo con el que Feijoo pretende poner a punto a la formación para presentase a las próximas elecciones… y ganarlas con la mayoría suficiente para no verse obligado a hacer concesiones a nadie.