La ficción de la desextinción

Pilar Bernal (EFE)
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Aunque el mundo del cine especula a menudo con una posible convivencia entre humanos y criaturas antiguas, la hipótesis de 'resucitar' animales parece un hito aún lejano para la ciencia

La ficción de la desextinción

¿Es posible resucitar a un mamut? ¿Existe la posibilidad de llegar a convivir en algún momento con velocirraptores? Desde que el ser humano miró hacia atrás y supo que hubo criaturas más grandes y salvajes se obsesionó con la idea de devolverlas a la vida. Sin embargo, la conocida como desextinción, lejos de Hollywood y sus dinosaurios, es algo más compleja de lograr, casi una ficción que supera con creces lo que la ciencia en este momento puede ofrecer.

El biólogo e investigador de ARAID en el Instituto Universitario de Investigación en Ciencias Ambientales de Aragón, Pere Bover, lo tiene claro: «Estamos usando la palabra desextinción con demasiada facilidad». Aunque algunas empresas afirman haber revivido animales antiguos, el experto afirma que «lo que de verdad se está haciendo no es revivir especies, sino modificar a las actuales para que se parezcan a las extinguidas».

El reciente estreno de la secuela Jurassic World: El renacer, o el anuncio hace unos meses de la empresa Colossal Biosciences que afirmaba haber devuelto a la vida la variante del lobo terrible, desaparecida desde hace 10.000 años, ha despertado de nuevo el debate sobre la realidad y las posibilidades de este hito científico.

«Realmente es un lobo gris tuneado» describe Bover, que explica que lo que ha realizado la compañía americana es modificar una parte del genoma de la especie del mamífero, presente aún en algunas zonas del territorio.

«Quizás han modificado unos pocos cientos de pares de bases, pero comparten un 99,5 por ciento de genoma, por lo que aún quedan 12 millones de diferencias por alterar para poder hablar de desextinguir la especie», cuantifica el investigador.

«Cambiar el color, su estructura o densidad es sencillo», declara el biólogo, quien aunque no niega que es todo un avance científico, no deben confundirse los términos. «La realidad es que no es una desextinción de la especie como tal, si no más bien es desextinguir genes», manifiesta.

El mamut o el tigre de Tasmania son también algunas de las emblemáticas criaturas que se añaden a la lista de las empresas para devolver a la vida en los próximos años.

«El mamut sería un elefante asiático tuneado, peludo quizás, pero no uno auténtico», señala Bover, quien también recuerda la dificultad técnica para que se logre una población de esta especie, con un tiempo de gestación de los elefantes de casi dos años.

SOLO EN LA 'GRAN PANTALLA'

Aunque la ficción siga dando esperanzas al espectador, en el caso de los dinosaurios esta desextinción es aún si cabe mucho más remota y la posibilidad de verlos seguirá siendo, de momento, cosa del cine. «El ADN se degrada, y aunque hemos conseguido conservar fragmentos de hasta un millón de años, los dinosaurios se extinguieron hace más de 60, así que no hay ADN con el que trabajar», explica Bover.

Pero, no solo es la inexistencia de este lo que limitaría la desextinción de los dinosaurios, sino también la realidad y biodiversidad en la que el mundo se encuentra.

«Traer de vuelta algo del pasado puede ser peligroso si no encaja en el presente», advierte el investigador, quien añade que «cuando una pieza desaparece del ecosistema, a veces la naturaleza la sustituye, y si no lo ha hecho es porque no puede o porque no hace falta».

CONCIENCIA TRANQUILA

Bover también pone el foco en el riesgo de «trivializar» la pérdida de biodiversidad y encontrar en la desextinción un «antídoto» con el que exculparse. «Es como si dijéramos que podemos curar el cáncer de pulmón, así que no pasa nada por fumar», compara el biólogo.

Porque mientras se sueña con traer a los dinosaurios de vuelta, en la Tierra el ritmo de extinción de especies actual es 1.000 veces más alto que las tasas naturales, con una pérdida de géneros en los últimos cinco siglos que habrían tardado 18.000 años en desaparecer sin la presión humana, según un estudio realizado por los reputados biólogos Gerardo Ceballos y Paul Ehrlich.

La solución podría llegar desde las propias técnicas de la desextinción. «Hay una línea de trabajo muy interesante que consiste en modificar genéticamente especies actuales para mejorar su diversidad genética», explica Bover, que afirma que estas iniciativas «sí podrían tener un efecto real en la conservación de poblaciones reducidas».

«La extinción es para siempre, cuando una especie se extingue se pierde, y dudo que podamos revertir eso algún día», concluye el investigador, quien prefiere centrarse en salvar las especies actuales en vez de soñar con lo que un día existió.