En 2007 Mariano Rajoy, a la sazón presidente del Partido Popular, aseguró que si nadie era capaz de garantizar el tiempo que haría al día siguiente en Sevilla, "¿cómo van a decir lo que va a pasar dentro de trescientos años?". No han hecho falta tantos siglos para comprobar que las teorías de su primo, catedrático de física, carecían de solvencia y sus palabras de cualquier rigor científico.
Ahora mismo, en estos días, bajo la infernal ola de calor que afecta al sur de Europa, doscientos treinta y siete españoles han muerto por las altas temperaturas. La fuente es el Instituto de Salud Carlos III. Solo el jueves 14, se produjeron noventa y tres fallecimientos.
El cambio climático no es una entelequia, existe, está aquí, y las llamas que amenazan el Parque Nacional de Monfragüe son otra prueba de sus catastróficas consecuencias.
Pero, siguiendo con datos de investigaciones solventes y contrastadas, una prestigiosa institución norteamericana asegura que la península Ibérica nunca había estado tan seca desde hace mil doscientos años. El motivo son las variaciones en el anticiclón de las Azores, debido al cambio climático y a que en el último siglo se han multiplicado las emisiones de gases de efecto invernadero.
Los negacionistas, entre ellos ilustres políticos populistas con mando en plaza, como fue Donald Trump (quien, por cierto, amenaza con presentarse de nuevo para volver a La Casa Blanca) o Bolsonaro en Brasil, que está arrasando la Amazonia, el mayor pulmón verde del planeta. Negacionistas que están siendo desbordados por la realidad. Pero el daño, su daño, ya está hecho y el mundo de nuestros hijos será, todavía, mucho peor que este.
España está en riesgo de desertización por el descenso de lluvias y el aumento de temperaturas. La agricultura tiene un futuro incierto y el gran maná económico del turismo puede perder fuelle si el calor hace imposible salir a la calle.
A los europeos nos espera un invierno duro si Putin mantiene su "castigo" de cortar el suministro de gas por el apoyo a Ucrania. Pero, a lo mejor, puede ser el pistoletazo de salida de una apuesta real por dotarnos de energías renovables, en serio, no para la foto de los molinos de viento en el mar del Norte.
Los combustibles fósiles son, en gran medida, los responsables de estas atroces olas de calor que cuestan vidas humanas. Así que ha llegado el momento de que, todos a una, los gobiernos europeos se impliquen en subvencionar la investigación sobre otras fuentes alternativas de energía.
El carbón, el petróleo o el gas, ya no sirven.