Una amenaza robusta

Diego Izco (SPC)
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Al contrario de lo que supusieron Rusia, Estados Unidos o China, Arabia agita los cimientos de Europa

Cristiano Ronaldo, que el pasado enero fue el primer gran fichaje de la Saudi Pro League, celebra uno de los goles anotados con el Al Nassr saudí - Foto: Al Nassr

Hace tres meses, Aleksander Ceferin (presidente de la UEFA), casi sonreía cuando se le preguntaba si la Saudi Pro League era una amenaza para la hegemonía del fútbol europeo. Hoy mantiene un gesto más serio. Contenido e inquieto. Son muchas las federaciones nacionales que, presionadas por los clubes, muestran en Nyon (sede de la institución que preside) su preocupación por la deriva que están tomando los acontecimientos en Arabia, donde se están pagando unos traspasos y unos sueldos con los que es imposible competir.  

«Juegan con otras reglas. Directamente, no hay reglas», era la frase más contundente del diario alemán Bild en un análisis sobre cómo los países del Golfo Pérsico han cambiado el mapa del deporte mundial con inversiones fuera de mercado: el fondo de inversión que maneja la familia real (y que es propietaria del 75 por ciento de cuatro equipo de la Liga -Al Hilal, Al Nassr, Al Ittihad y Al Ahli-) cuenta con 320.000 millones de euros. El presupuesto de varios equipos de la competición es, por tanto, prácticamente infinito. Y la amenaza árabe supera en muchas cabezas otras que, recientemente, cuestionaron a la vieja Europa. 

Rusia 2012

Con el Mundial de 2018 adjudicado, la Federación Rusa, los oligarcas (gas y petróleo) y el Gobierno remaron juntos intentando potenciar su competición local, de olor a habitación cerrada y con poca presencia de futbolistas extranjeros. Primero fue el Zenit de San Petersburgo, que gastó unos 100 millones en dos jugadores pretendidos por varios grandes, Hulk y Witsel. Y después llegó el Anzhi, un caso paradigmático: fue adquirido por el multimillonario Suleiman Kerimov en 2011, fichó a Roberto Carlos, construyó un estadio de 200 millones de euros, convirtió a Eto'o en el futbolista mejor pagado del planeta (20 'kilos' al año), entregó las llaves del vestuario a Guus Hiddink… pero ningún proyecto cuajó. En 2014 se vendieron a las estrellas, en 2015 el equipo descendió, en 2016 cambió de propietario. Y en 2022, directamente, el club desapareció. «Nuestro fútbol se encamina a una división en dos clases y quizás se necesite un límite financiero para el fichaje de jugadores» fue la conclusión del Tribunal de Cuentas del país poco después de ese 'boom' efímero. 

EEUU 2015

La MLS ejecutó el enésimo y más fuerte intento de cuestionar a Europa a mediados de la pasada década, cuando reclutó a grandes futbolistas en el ocaso de sus carreras intentando potenciar la competición. Algo similar (aunque más repartido por todo el país) a lo que ha sucedido ahora con Messi, y en menos medida Busquets o Alba, con el Inter de Miami. Kaká (Balón de Oro en 2008) dejó a un Milan que iba a disputar Champions para recalar en el Orlando City; David Villa, campeón del Mundo en 2010, fichaba por el New York City y jugó junto a Lampard y Pirlo; Drogba fichó por el Montreal Impact, Wayne Rooney se fue a Chicago, Schweinsteiger a Washington, Steven Gerrard a Los Ángeles… El impacto fue inmediato, pero la diferencia de sueldos entre jugadores supuso un problema para la competición, que instó a los clubes a «frenar el gasto». 

China 2018

Hace solo cinco años, la Superliga China reventó todos los pronósticos con un objetivo claro: ser una de las mejores selecciones del mundo en 2050. El plan pasaba por invertir de forma masiva en infraestructuras y dotar de poder económico a los clubes. El gran movimiento fue el de sacar al brasileño Oscar del Chelsea a cambio de 60 millones, pero hubo otros: Paulinho (42 millones) regresó al Guanghzou tras un año en el Barça, Bakambu (40) fue del Villarreal al Gijoan, Modeste (30) del Colonia al Tianjin, Carrasco (30) del Atlético al Dalian, mismo equipo que fichó a Hamsik (20) del Nápoles… Pero el globo se pinchó en apenas dos años. La Federación China y el Gobierno impusieron un impuesto que obligaba a pagar la misma cifra del traspaso a un fondo de inversión que mejorase el fútbol base. De esta forma, un fichaje de 50 millones costaría 100 a cada club. Además, la Federación obligaba a alinear en el campo a los mismos jugadores sub'23 que extranjeros (un máximo de tres por equipo al mismo tiempo). Así, los grandes futbolistas terminaron saliendo por la complicación que suponía su fichaje y posterior 'mantenimiento'.